Cuando uno no se rinde, todo ayuda para vencer.
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Distintos niveles de consciencia.
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Por José Luis Velayos, Catedrático Honorario de Anatomía y Neuroanatomía de la Universidad de Navarra. Catedrático Honorario de Neuroanatomía de la USP CEU. Fue Catedrático de Anatomía en la Universidad Autónoma de Madrid. Recibido el 18 de mayo de 2019.

Hoy día, en algunos ambientes, hablar de sexo es equivalente a hablar de placer. Pero lo natural, lo biológico, es la conjunción de los dos aspectos que configuran el matrimonio (unitivo o amoroso y procreador o reproductor).

Algunos distinguen entre erotismo y pornografía. Realmente, es difícil establecer distingos.  La temática es más pegajosa que la pez. El ser humano es animal, pero racional, con libertad; sin embargo, en base a su libertad, tiene la posibilidad de comportarse de forma irracional (peor incluso que un animal, que de por sí no es racional). En el consumidor de pornografía se activan las mismas zonas cerebrales que en el alcohólico y el drogadicto (por ejemplo, la amígdala cerebral, el cuerpo estriado, la corteza cingular). Esta sería en gran medida la explicación de que tal consumo produce adicción.

Ligada a estas cuestiones, hay que considerar la pederastia, que es el abuso sexual cometido contra niños. Es el erotismo, la pornografía, practicada con niños. Es tomar al niño como objeto de placer y no como sujeto acreedor del máximo respeto. Jesús decía: ”Dejad que los niños se acerquen a mí, pues de ellos es el Reino de los Cielos”; y también: “Si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos”.

No es necesario dar nombres, pero es bien conocida la existencia de famosos personajes de conducta reprobable, de ejemplo dañino, pederastas reconocidos.

La infancia es la etapa de la vida en que se va produciendo la maduración tanto del cuerpo como de la mente y del espíritu. Se producen cambios somáticos y mentales, y se cimienta el futuro, que se va construyendo poco a poco. La niñez es el fundamento, la base de gran parte del futuro comportamiento del adulto. De ahí la importancia de infundir una buena formación en las primeras etapas de la vida. De ahí que la pederastia dañe de forma importante al niño.

El desarrollo y maduración del cerebro se hace de forma muy acelerada en los dos primeros años de la vida, disminuyendo el ritmo hasta el final de la adolescencia; después sigue la maduración, haciéndose progresivamente más lenta.

La dominancia del hemisferio cerebral izquierdo aparece ya a los dos meses después del nacimiento, dominancia que se va fortaleciendo hasta la llegada del despertar hormonal de la pubertad y la adolescencia. Pero ya desde el principio el niño es diestro, zurdo o ambidiestro. Y el desarrollo de la corteza prefrontal, del lóbulo frontal, corteza típica de la especie humana, así como del hipocampo, estructura cerebral, entre otras, esencial para la memoria, se hace de forma progresiva durante la niñez. Las ramificaciones neuronales se van haciendo más profusas con la edad. Como consecuencia, la conectividad neuronal va aumentando progresivamente. Y la memoria, el aprendizaje, van enriqueciéndose, de forma natural, a lo que se añade el esfuerzo personal, que produce su lógico incremento. La sociabilidad, el juego, el sentido del humor y otras cuestiones van desarrollándose poco a poco. Se va construyendo la personalidad de ese ser humano concreto. De ahí la importancia de una buena información y de una buena formación. El niño, en este sentido, es plástico, maleable. Por eso, ciertos programas educativos pueden destrozar una infancia de por sí tranquila, feliz  e inocente.

Hacia  los 2.5 años el niño se siente sexuado, y con preferencias diferentes que incluso se pueden manifestar antes de esa edad. El cerebro infantil va cambiando, de acuerdo a su sexo cromosómico, transformación tendente a una diferenciación sexual, tanto en la morfología como en la bioquímica, conexiones y funcionalidad de las correspondientes estructuras encefálicas dimórficas.

Pero en el niño no hay todavía “sexo”, en el sentido que hoy se le da. No es cierta la consideración del niño como “el perverso polimorfo” como decía Freud. Por eso, la manipulación “sexual” del niño es antinatural. Además de manchar al culpable, deja marcado al niño para toda la vida. Se trata de un verdadero crimen.