Por el Dr. José Mª Montiu de Nuix, sacerdote, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa. Publicado en Catholic.net el 12 de Abril de 2018 y en el Periódico de México.
La crisis de los refugiados, así como el gran número de personas que pierden la vida huyendo de la miseria, ha puesto sobre el tapete la cuestión de en qué medida en la vieja Europa puede seguir hablándose de la existencia de un “humanismo práctico”. De ello se han hecho eco no pocos periodistas. ¿Cuál es la sensibilidad europea respecto a los grandes dramas humanos que están llamando a nuestras puertas? Realidades éstas, terribles, que hoy día son especialmente tangibles, que cada día impregnan nuestros sentidos. Sin embargo, aunque éstas hace mucho tiempo que eran predecibles, no se ha hecho lo posible para evitarlas.
De esta poca “sensibilidad humana” también habla reiteradamente la encíclica del papa Francisco “Laudato si”. Así, por ejemplo: a) en el número 49 dice que los excluidos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas, b) en el número 20 trata de otro hecho inhumano, la gran contaminación, la cual está provocando millones de muertes prematuras,… Estamos ante un desarrollo tecnológico que habría de ser más humano.
Actualmente nos encontramos también ante el desmoronamiento de tantas familias. Si hay poca sensibilidad humana, poco humanismo, donde quedan el verdadero amor humano, el respeto de la dignidad humana en toda situación, la paciencia, la paz familiar, la misma familia,… Muchos millones de niños no nacidos, muertos por el abominable crimen del aborto, dicen mucho al respecto.
Las actitudes violentas contra el ser humano manchan especialmente el mundo de los últimos siglos. El siglo XX fue el siglo de las guerras mundiales. San Juan Pablo II lo denominó “el siglo de los mártires”. El siglo XXI no está inmunizado contra la posibilidad de una tercera guerra mundial. En septiembre de 2015, en Gerona, el Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, beatificó a unas religiosas mártires del Instituto de Religiosas de San José de Gerona. Destacó que fueron verdaderas siervas de la caridad. También señaló que, en la actualidad, los cristianos anualmente asesinados a causa de su fe son más de cien mil, “cada cinco minutos muere un cristiano a causa de su fe”.
En sintonía con la cuestión humanística cabe señalar que desde hace mucho tiempo las carreras de ciencias suelen tener un déficit importante de conocimientos humanísticos. En las mismas se llega incluso a olvidar aquel amor a la sabiduría de los griegos, aunque éstos aún desconocían la igual dignidad de toda persona humana. La situación de dichos estudios también se encuentra alejada del humanismo antropocéntrico de tantos renacentistas. Y, desde luego, está aún más alejada del humanismo teocéntrico, propio del pensamiento cristiano, que tiene un magnifico exponente en santo Tomás de Aquino. El ser humano queda iluminado a la luz de Cristo, verdadero Dios, que es también el hombre por excelencia y el centro de la historia. Cristocentrismo que ha impulsado innumerables obras de caridad, como las de la beata madre Teresa de Calcuta. La supravaloración actual de la ciencia y de la tecnología ha posibilitado la actual orientación de los estudios científicos. Olvidándose que actualmente no raramente no pocas ciencias plantean importantes problemas éticos. Así, el mismo desarrollo tecnológico, -industrial,…-, plantea el problema ecológico del progresivo deterioro del planeta, de la casa común, y los consiguientes daños para los seres humanos, especialmente para los más débiles y para los más pobres. Actualmente cobra mayor sentido la frase del filósofo José Ortega y Gasset según la cual convertir los estudios en algo superespecializado puede llegar a ser un nuevo primitivismo.
En definitiva, la actual situación del mundo plantea, de modo nuevo, la cuestión del humanismo, la necesidad de una nueva orientación de los estudios universitarios de ciencias y la de una nueva visión de la realidad. Esta nueva visión de la realidad habrá de incluir que más importante que un amontonamiento de cadavéricas fórmulas matemáticas es tener ojos para el simple ver a la luz del Sol la maravilla de una vida entregada a la caridad como la de Teresa de Calcuta. Más aún, a la luz de la verdad, Cristo es oído. Y en Cristo empieza un nuevo día para la humanidad, el día hermoso de la humanidad nueva, de la plenitud.