Desconectar en vacaciones, es un deseo. Al volver, encontré otra vez el tsunami político-catalán en las noticias. Como si en el mundo solo existiera Cataluña. No se puede secuestrar la libertad de la mayoría con el victimismo chantajista. Ni un minuto a la manipulación politico-mediatica.
La calle no es sinónimo de democracia. Lo que está sucediendo tiene responsables. Las consecuencias de incumplir la ley, la desobediencia, la traición, la sedición son imprevisibles. El desamparo y la pasividad en defender a quienes cumplen con su obligación es de los gobernantes, de los jueces, de las fuerzas del orden y de las fuerzas armadas. También de los partidos y de sus líderes. Lo que costó siglos de esfuerzo en levantarse puede destruirse por inercia de unos o por odio y manipulación, llevando incluso a menores de edad, a mítines en horario escolar. En carta, se dijo a las familias: su hijos irán a «defender la democracia y la libertad». Así de fuerte es la grotesca deriva de la degradación y la delincuencia.
Un síntoma aún más grave, son los 300 curas catalanes, que apelan a secundar el referéndum ilegal en pro de la «autodeterminación» de Cataluña como «nación». Se extrañarán de que la gente acuda cada vez menos a la iglesia.
Desconecto y que salga el sol por donde salga. Reclamo mi libertad e independencia, como español y como ciudadano del mundo. Me importa estar comprometido como ser humano.
Están sucediendo cosas en el mundo que reclaman mi atención al ser importantes y urgentes. Además del hambre y la miseria, hay masacres étnicas, fuegos devastadores, amenazas de guerra nucleares, huracanes, y terremotos en que la gente muere o pierde todo. El dolor se extiende sobre los seres humanos.
Pero ahí mismo surge el valor de la solidaridad de quienes no tienen nada con los que lo perdieron todo. Esa lucha por la esperanza es la mía y la de cualquier ser bien nacido.
En medio de la devastación y del caos -en los países asolados por los huracanes o los terremotos-, muchas personas le echan valor y comienzan el rescate y la búsqueda de supervivientes atrapados bajo los escombros cuando pasó el huracán o sobrevino el terremoto. De una forma u otra estoy con esos héroes de mi raza.
Nadie tiene que convocar al rescate inmediato y prestar ayuda. Se escucha el corazón y uno se le lanza a la calle a hacer lo que se pueda. Sin desfallecer hasta que el cuerpo aguante. Sin quejarse, sin miedo, sin odio ni racismo, ni homofobia. Ayudando a salir del agua, del lodo, o llevando en brazos a un niño, a un anciano que ha quedado atrapado o soltar un animal que estaba a punto de morir estabulado o atado.
Si las precipitaciones continúan, hay que alertar del peligro y ayudar a escapar a lugares más altos o más seguros. Puede seguir subiendo el agua que cubre las viviendas o tener que desembalsar por el peligro de romperse las presas al no poder contener más. En un solo día el agua ha subido en algunos poblados casi un metro o más. Tras el Irma, el huracán María ha anegado muchas islas, entre ellas Puerto Rico. Casi el 100% de habitantes de Puerto Rico está sin energía eléctrica, agua corriente ni conexión telefónica.
En México, hemos visto a la gente escalando escombros, jugándose la vida, sin pensar y sin lógica, para retirar escombros y salvar alguna vida sepultada en el milagro de algún hueco de los edificios derrumbados. Manos blancas, inexpertas de civiles de cualquier edad y condición, codo con codo junto a organizaciones de voluntarios como Cruz Roja, fuerzas del orden, bomberos, perros adiestrados… ayudan y sobre la marcha se organizan. Comprenden que si todos gritan es imposible escuchar los gemidos o los gritos de una víctima atrapada. En medio del ruido, los gritos y las lágrimas, el silencio puede ayudar y mucho. Por eso inventaron un lenguaje con las manos: levantar los puños significaba que nadie hiciera ruido. Silencio momentáneo para escuchar. Bajar las manos es seguir quitando escombro. Aplausos cuando sacan a alguien con vida, reconforta y da ánimos. Dolor y emoción cuando rescatan un cadáver. Las familias, siempre cerca, dan nombres de los seres queridos atrapados. La búsqueda esperanzada se reanuda, sobre todo en la escuela que se derrumbó sobre los niños y los profesores a quienes no les dio tiempo material para ponerse a salvo. Al menos 32 niños de los 315 alumnos de primaria y secundaria quedaron bajo los escombros, junto a algunos maestros y personal administrativo. Han logrado salvar la vida-hasta ahora- al menos 11 niños y una maestra. Bajo los amasijos de cemento y hierro puede aún haber vida.
En México, hemos visto a la gente escalando escombros, jugándose la vida, sin pensar y sin lógica, para retirar escombros y salvar alguna vida sepultada en el milagro de algún hueco de los edificios derrumbados. Manos blancas, inexpertas de civiles de cualquier edad y condición, codo con codo junto a organizaciones de voluntarios como Cruz Roja, fuerzas del orden, bomberos, perros adiestrados… ayudan y sobre la marcha se organizan. Comprenden que si todos gritan es imposible escuchar los gemidos o los gritos de una víctima atrapada.
En medio del ruido, los gritos y las lágrimas, el silencio puede ayudar y mucho. Por eso inventaron un lenguaje con las manos: levantar los puños significaba que nadie hiciera ruido. Silencio momentáneo para escuchar. Bajar las manos es seguir quitando escombro. Aplausos
cuando sacan a alguien con vida, reconforta y da ánimos. Dolor y emoción cuando rescatan un cadáver. Las familias, siempre cerca, dan nombres de los seres queridos atrapados.
La búsqueda esperanzada se reanuda, sobre todo en la escuela que se derrumbó sobre los niños y los profesores a quienes no les dio tiempo material para ponerse a salvo. Al menos 32 niños de los 315 alumnos de primaria y secundaria quedaron bajo los escombros, junto a algunos maestros y personal administrativo. Han logrado salvar la vida-hasta ahora- al menos 11 niños y una maestra.
Bajo los amasijos de cemento y hierro puede aún haber vida. Pero sobre esos mismos escombros, lo mejor de los humanos -unidos- se esfuerza en rescatar supervivientes. Y la imagen de su coraje y valentía, da la vuelta al mundo. Al verla, nos sentimos orgullosos y aumenta nuestra confianza en el ser humano. Comprendemos entonces que cuenta lo que hacemos por los demás, lo que compartimos, lo que damos.
Y en el pueblo de Jojutla, -epicentro del terremoto, se detuvo el tiempo. «Mi pueblo, se vino a abajo. Esto es una zona de desastre”. Lo primero en desprenderse de la casa consistorial fue el reloj, redondo y blanco, que presidía la fachada. Quedó detenido a las 13:14 del martes.
Al escribir estas líneas un nuevo terremoto, de magnitud 6,1, con epicentro en Oaxaca, muy cerca de la zona dañada, sacudió el país. Dos horas antes, otro temblor de 5, 8, estremeció la zona. No se sabe si son nuevos o forman parte de las más de 4.200 réplicas de menor intensidad.
En todo caso, junto al recuerdo de las víctimas, mi apoyo y solidaridad con los voluntarios y mi ánimo a quienes lo han perdido todo en estas calamidades naturales. Espero que no les olvidemos. Me uno a cuantos, de una forma u otra, están con ellos.
Volvía en el avión a la península. En la rejilla de la bandeja del respaldo del asiento había diversos folletos de la compañía e información sobre productos que se podrían adquirir durante la travesía. Me llamó la atención al encontrar entre los folletos, uno del Cristo Roto.
Es una de las cinco esculturas más grandes de México. Cuenta la leyenda que el Pueblo Viejo, fundado por los chichimecas, fue sepultado por las aguas de la Presa, Muchos piensan que también sugiere, el dolor del México actual. Si la escultura de 28 metros del Cristo Roto, sin cruz, impresiona, el texto a sus pies hace pensar. No lo voy a comentar. Dejo que el lector contemple las fotos y que cada cual descubra lo que puedan decirle.