La carta de Ania, una joya

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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Acababa de llegar. Ya está Ania junto a Carla. Las he visto. Se entienden.  Tiene sólo unas horas y Carla 4 años ya. Llevan mucho tiempo juntas y son inseparables. Luego, he visto la carta. La he fotografiado. Y están conmigo. 

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Acababa de llegar. Ya está Ania junto a Carla. Las he visto. Se entienden.  Tiene sólo unas horas y Carla 4 años ya. Llevan mucho tiempo juntas y son inseparables. Luego, he visto la carta. La he fotografiado. Y están conmigo.

Bueno, en realidad están con ellos, sus padres, sus abuelos, y toda su familia. Conmigo están las fotos, el recuerdo y el temblor de los ojos, el asombro y el beso de ternura.

Quiero decir que todo es real. Que no es un sueño, ni pura invención de imaginación que se desborda, cuando algo supera los conceptos y palabras. Recién lavada, Ania, está preciosa. No parece estar cansada. No tiene sueño. Tiene hambre.  Su hermana Carla, radiante y loca de contenta, le coge la mano y se queda absorta pendiente de ella y de todos.

Incluso la mamá, aún exhausta por el esfuerzo del maratón del parto, acepta gustosa que su hija pase de unos brazos a otros y se la coman a besos de aceptación y bienvenida.

Con ser extraordinario este encuentro, cada familia que ha pasado  por ese trance, lo vive o lo ha pasado a su manera. Es inenarrable o indescriptible, pero no único. Cambiados los nombres, las fisonomías y las sensibilidades, difiere poco de lo que puede haber experimentado cualquier familia, en cualquier país.

Por eso, quiero prestar atención a lo que no es normal, ni sucede todos los días que hay un parto. El bebé, la alegría, los besos, el orgullo de padres y abuelos e incluso las flores y las fotos son algo muy común.

Así que de cara a los lectores, me interesa la carta y lo que expresa. He pedido permiso para hacerla pública.

La dirección no deja duda sobre el destinatario. Abierto el sobre, sacamos una tarjeta con una ventanita, que guardan 4 ositos. Puede verse algo escrito en el interior que invita a abrir rápidamente. Más que copiarla, prefiero dejar la foto para  que se pueda leer directamente, sin quitar nada.

Hasta aquí, la carta. Paso a comentar, algunas cosas de esa interesantísima misiva. Debo aclarar primeramente que, aunque me lo imagine, desconozco quien escribió esta joya literaria, humana y jurídica. He preferido no preguntar para no romper la magia y poder sacar mis propias conclusiones.

Hay una inmersión real, total y llena de fantasía, de la niña de 4 años, Carla, en el desarrollo prenatal de su hermanita, Ania, desde el primer momento. Se supone que ha sido preparada magistralmente para, comprender el desarrollo de su futura hermana a través de «las fotos» de las distintas ecografías. Por eso, aunque no la viera,  «siempre ha contado con ella» y ha deseado saber en todo momento cómo estaba. Se puede querer a alguien antes de que se vea, o sin verlo.

Desde el primer momento, Ania, ha sido acogida e integrada en la familia, como una más. Y como una más ha sido tratada por los papás y sobre todo, por su hermana: «Desde que has sabido de mi existencia, siempre has contado conmigo», dice.

Carla, sin conocer a su hermana, sabía dónde se encontraba. Ha hablado con ella, le ha ido contando mil cosas de la vida, de la familia y de lo que se va a encontrar cuando llegue.  Incluso le ha cantado.  Ha regalado a su hermanita todo lo que tiene. Ha puesto cerca o junto a ella, en la barriga, siempre con un beso, las cosas con las que ella juega… peluches y muñecas, etc.

Ania. como no podía ser de otra manera, ha disfrutado de ese clima de ternura amorosa… llena de besos y esperanzas. Ha saltado de alegría, cuando Carla ha corregido a algunas personas, -familiares o no-, los posibles descuidos, haciendo que todos acepten y respeten su presencia en camino…»tres no, somos cuatro». Para ella es una evidencia. «Eso me hacía sentir bien».

Había audacia sin visión, por parte de Carla. Había intuición. Pero también sin ver, Ania, escuchaba y sentía el cariño desde otra dimensión.  En una y otra se aprecia una voluntad de atención a todo lo que «es» por ser querido. Y los papás artistas, han manejado los tiempos y los sentimientos.

Carla no se ha contentado con imaginar, ni con ver las fotos y saber cosas de su hermana; ha querido «palpar» a su hermana a través de la barriga, poniendo sobre ella su manita, y acercando su oído para escuchar su latido acelerado. Ha podido comprobar con su manita y con sus propios ojos cómo se movía la pequeña. E incluso ha sufrido sus travesuras, al estar junto a su madre, y sufrir «una patadita en el culete».

Después de conocer el sexo del concebido, al conocer que era una niña, los papás estuvieron un tiempo buscando «nombre» para su hija.  Había varios, pero por unas razones o por otras no había unanimidad para aceptarlo y dudaban. Y ahí también, el concurso de Carla, fue definitivo. Un día, ya cercano al noveno mes, Carla, cogió un rotulador y con trazos perfectos y seguros escribió sobre la barriga de su madre ANIA: «gracias por ayudar a papá y a mamá a elegir mi nombre».

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa