¿Es la ciencia más importante que el arte?

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Por Manuel Alfonseca, Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 7 de Abril de 2016.

La expansión explosiva de la ciencia occidental, que hemos experimentado desde el siglo XVI, ha dado lugar, con un retraso de dos siglos, a un desarrollo igualmente explosivo de la tecnología, en medio del cual nos encontramos. Ante esta situación, el hombre moderno tiende a dejarse arrastrar por las apariencias y a pensar que la ciencia y la tecnología son las actividades humanas más importantes, según la cita atribuida a Einstein:

Por Manuel Alfonseca, Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 7 de Abril de 2016.

La expansión explosiva de la ciencia occidental, que hemos experimentado desde el siglo XVI, ha dado lugar, con un retraso de dos siglos, a un desarrollo igualmente explosivo de la tecnología, en medio del cual nos encontramos. Ante esta situación, el hombre moderno tiende a dejarse arrastrar por las apariencias y a pensar que la ciencia y la tecnología son las actividades humanas más importantes, según la cita atribuida a Einstein:

Una cosa he aprendido en una larga vida: que toda nuestra ciencia, medida frente a la realidad, es primitiva e infantil — y sin embargo es lo más precioso que tenemos.

A esta cita de Einstein podría oponérsele esta otra de E.F.Schumacher en su libro Small is Beautiful: Economics as if People Mattered (1973), traducido al español como Lo pequeño es hermoso (1979, 2011):

El segundo Principio de la Termodinámica no es más que una hipótesis de trabajo adecuada para varios tipos de investigación científica. Por otra parte, una obra de Shakespeare, rebosante de las ideas más vitales sobre el desarrollo interior del hombre, muestra toda la grandeza y la miseria de la existencia humana. ¿Cómo pueden ser equivalentes las dos cosas? ¿Qué me pierdo como ser humano si no he oído hablar del segundo Principio de la Termodinámica? La respuesta es: ‘nada’. ¿Y qué me pierdo si no conozco a Shakespeare? A menos que saque esas ideas de otro sitio, simplemente me pierdo la vida.

Schumacher enfrenta ciencia y tecnología con otras actividades humanas superiores, como la poesía, las artes plásticas, la música, el amor o la religión, porque las segundas son capaces de dar sentido a la vida, mientras las primeras no lo hacen. Aduce que la ciencia tiene como objetivo saber cómo funcionan las cosas, y la tecnología construir cosas que funcionen.Todas las actividabdes humanas superiores (también la ciencia y la tecnología) pueden proporcionar al hombre (o a algunos hombres) razones para vivir, pero es verdad que la ciencia y la tecnología son herramientas que tienen carácter instrumental, pues sirven para entender el mundo o para manipularlo. Su fin no está en sí mismas, sino en el uso que se haga de ellas. En cambio, las artes, el amor y la religión son capaces de despertar sentimientos estéticos, amorosos o de adoración, pero no tienen, en principio, un fin utilitario.

En otro artículo de este blog mencioné que la ciencia y la tecnología no son ni buenas ni malas, precisamente porque son herramientas. Como cualquier herramienta, pueden utilizarse para bien o para mal. Por eso, al hacer disponible cualquier herramienta es preciso prever y procurar evitar sus malos usos. Esta componente ética está más clara en la tecnología incluso que en la ciencia, y mucho más que en los otros campos de la actividad humana que hemos mencionado: el arte, el amor y la religión.

El materialismo moderno ha convertido a la ciencia en un ídolo, como en cierto modo expresan las palabras antes citadas de Einstein. En cambio, las mejores actividades humanas, las que dan sentido a la vida, son usualmente despreciadas, se las considera como ilusiones o epifenómenos sin importancia. Por eso el materialismo lleva indefectiblemente a la desesperación o a una visión escéptica de la vida. Y si algún materialista niega que esto se le aplique a él, es posible que tenga razón, pero es porque en el fondo de su ser, y diga lo que diga, no se siente realmente materialista.