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Por José Luis Velayos. Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa. Enviado el 29 demayo de 2023.

Se define el estrés como una reacción natural del organismo debido a diversos mecanismos de defensa ante una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. Es una respuesta fisiológica, necesaria para la supervivencia del organismo.

La exposición a situaciones de estrés no conlleva necesariamente efectos negativos. Solo cuando la respuesta es excesivamente intensa, frecuente y duradera pueden producirse alteraciones orgánicas. Tal exceso puede provocar trastornos coronarios, respiratorios, inmunológicos, metabólicos, gastrointestinales, dermatológicos, sensoriales, musculares, etc.  En el estrés puede producirse diarrea o estreñimiento, fallos en la memoria, falta de concentración, cansancio, problemas de erección, dolor de cabeza, etc.

Los factores que facilitan el estrés pueden ser externos: problemas económicos, familiares, laborales, pérdida de un ser querido, una enfermedad, etc. Y pueden ser  internos: un dolor emotivo intenso, sentimientos de inferioridad, fracasos, sentimientos de culpa,  temores, miedos, ansiedad, etc.

Son reacciones relacionadas en gran medida con el estrés las “pataletas” infantiles, las reacciones violentas de algunos adolescentes, la negativa del anciano a tomar medicinas, las situaciones de ofuscamiento y “cabezonería”, el querer quedar bien a toda costa, etc.

.Es normal la reacción general del organismo ante una noxa que le agrede.

Se habla de tres fases sucesivas de adaptación del organismo, en el llamado por Hans Selye en 1936, síndrome general de adaptación:

 Fase de reacción de alarma: Ante un estímulo estresante, el organismo reacciona automáticamente preparándose para la respuesta. Se dan, entre otros, síntomas tales como sudoración, sequedad de boca, frecuencia cardiaca incrementada (taquicardia), pupilas dilatadas (midriasis), frecuencia respiratoria aumentada  (taquipnea), hipertensión arterial, tensión muscular, etc. Es una fase de corta duración.

Fase de resistencia: El organismo no tiene tiempo de recuperarse y continúa reaccionando para hacer frente a la situación.

Fase de agotamiento: Si el estrés continúa o se intensifica, el organismo puede entrar en agotamiento, con las consiguientes alteraciones psicosomáticas.

No es lo mismo estrés que ansiedad. La ansiedad es una situación más psicológica que orgánica.

En el plano bioquímico, hoy día se da importancia a la serotonina en relación al comportamiento agresivo, sustancia que se segrega en varias zonas del sistema nervioso central y en especial en los llamados núcleos del rafe, situados en el tallo cerebral;  por otra parte, la serotonina es considerada como” la hormona del placer”. La adrenalina sería “la hormona del miedo”. En el enojo se segregan dopamina y adrenalina. La prolactina es considerada como la “hormona de la tristeza”.

La fiebre muchas veces es una manifestación corporal, como reacción  ante una alteración orgánica. Por eso, la fiebre es signo y síntoma,  no es en sí una enfermedad.

Otro tipo de reacción, de distinta categoría, es la de tipo social, en una protesta colectiva, en una manifestación, en que el tejido social (o una buena parte de él), se queja de injusticias, arbitrariedades, carencias, etc. El propósito es mostrar que una parte significativa de la población está a favor o en contra de una determinada política, ley, persona, etc. Por eso, se considera mayor su éxito cuanta más gente participa en ella.

Son célebres las protestas de los años 60 del pasado siglo. Era la época de los Beatles, de las algaradas estudiantiles, de la inundación de Europa con las drogas, del debilitamiento de los regímenes totalitarios, del relativismo como filosofía y forma de vida, actitud que de alguna forma persiste en el alma social. Benedicto XVI, consciente del problema, alertó en su día sobre su peligrosidad.

Consecuencia del relativismo es confundir el bien con el mal (y a la inversa).