La Complementariedad de lo Femenino y lo Masculino.

¡Todo un padre!
26/03/2019
«Ni irse, ni callarse».
01/04/2019

Por Roberto German Zurriaráin,  Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en  Blog de  Roberto Germán  Zurriaráin el 1 de marzo de 2019.

No se puede conciliar trabajo y familia si no se defiende la complementariedad de lo masculino y femenino. El “feminismo” de la complementariedad, que supera el machismo, la «masculinización» de las mujeres, la «feminización» de los varones y considerar el sexo masculino como lo peor, pretende conservar y ahondar en la defensa de la igualdad de derechos. Es decir, intenta aunar las categorías de igualdad y diferencia entre hombre y mujer. Se trata de evitar caer en los errores, tanto del “subordinacionismo”, como del igualitarismo. Ambos son excesos en los que han incidido quienes han desequilibrado la balanza a favor de la diferencia o, por el contrario, de la igualdad.

Hablar de complementariedad es presuponer que hombres y mujeres somos diferentes, pero, y al mismo tiempo, iguales: esto hace que seamos complementarios (perspectivas y enfoques complementarios de la realidad).

Pero no hay que obviar que tales diferencias no llegan a romper la igualdad ontológica, en cuanto que hombres y mujeres somos personas y, por lo tanto, poseemos la misma dignidad ontológica. De este modo, la distinción presupone necesariamente la igualdad. Existe solamente una persona con dos modalidades: la femenina y la masculina.

Esa complementariedad del varón y la mujer es un medio para conciliar trabajo y familia en el reparto de responsabilidades domésticas y económicas. Desde esa igualdad ontológica entre mujer y varón solamente es posible armonizarse el trabajo de los dos y la familia.

En resumen, la complementariedad implica la inadecuación de imponer un concreto modelo, ya sea masculino o femenino, de actuación. Partiendo de la igual dignidad de los seres humanos, lo que encontramos son diferentes y complementarias «cristalizaciones» de los valores y cualidades: lo femenino y lo masculino.