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Por José María Montiu de Nuix, matemático, doctor en filosofía, socio de CiViCa

En estos días está resultando tema de grande actualidad cuánta es la importancia numérica de los partidarios del aborto. Así mismo, cuántos de ellos sustentan una determinada orientación política y cuantos sostienen otras. Así mismo, cuántos votarían determinadas orientaciones políticas.

Por José María Montiu de Nuix, matemático, doctor en filosofía, socio de CiViCa

En estos días está resultando tema de grande actualidad cuánta es la importancia numérica de los partidarios del aborto. Así mismo, cuántos de ellos sustentan una determinada orientación política y cuantos sostienen otras. Así mismo, cuántos votarían determinadas orientaciones políticas.

Es evidente que las estadísticas dan una apariencia matemática, pero también resulta cierto que existen estadísticas serias y estadísticas trucadas. Toda estadística seria claro que está también limitada a tener que extender sus conclusiones a más personas de las que han sido encuestadas. No existe estadística sin limitaciones. La realidad supera a la estadística. De aquí que sea importante no reducir aquella a ésta. Con todo, la estadística seria permite afirmar suficientemente que en España la mayoría de personas son contrarias al aborto, y no al revés.  

La tendencia muy generalizada en tantos medios de comunicación de recoger con avidez las malas noticias y de ignorar tantas noticias buenas, induce en la práctica a pensar que éstas o no existen o su número es muy pequeño. Esto lleva a ver la realidad a través de una envoltura de mal que, como la nebulosidad espesa, no deja ver la luz del sol. Se consigue así ver sólo a través de gafas dotadas de cristales que deforman mucho la realidad. Se tiene entonces la impresión de que el número de personas favorables al derecho a la vida son muchas menos de las que realmente son. Ese pesimismo no es conforme a la realidad de las cosas. Hay muchas menos personas abortistas de lo que la gente cree.

Año tras año, gran número de personas favorables al derecho a la vida, contrarias al aborto, se manifiestan en gran número. Es un hecho que está ahí, sobre el tapete. Aún cuando no se dé mucho eco a este hecho. Aún cuando existan intereses políticos en silenciarlo. No por ello deja de ser un hecho de una gran importancia, un hecho significativo de la realidad española. Además, evidentemente, las personas que se manifiestan en contra del aborto son sólo un pequeño arroyuelo de la inmensa corriente favorable a la vida humana, contraria al aborto.  

Con cierta frecuencia se observa, y no puede después olvidarse, que son muchas más de lo que se piensa las personas que sustentan grandes valores. Grandes valores que, evidentemente, como es lógico, no pueden sino incluir también el derecho a la vida, la condena del aborto. Gran cantidad de personas acuden a actividades que son impensables en personas pro-abortistas. Esta confirmación indirecta no deja de ser muy útil para hacer caer las escamas de los ojos y recuperar la visión, no cayendo en el mito de que son muchos los pro-abortistas. Así pues la inflación del globo pro­-abortista choca con tantos hechos sociales claramente registrables.

Tal vez en un futuro no muy lejano no serán pocos los que se sonrojarán pensando en que se ha sobrevalorado tanto el peso del pro-abortismo en España.

CíViCa
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