La decisión, que tomó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el pasado mes de marzo, de financiar con fondos federales la investigación con células madre generadas mediante la destrucción de embriones humanos (células madre embrionarias) ha vuelto a avivar la polémica respecto de un tema caracterizado por complejas implicaciones bioéticas. La situación resulta aún más espinosa debido a la naturaleza y al contenido de las declaraciones realizadas en apoyo de esa decisión, que tendrán enorme impacto sobre el tema de la defensa de la vida humana en el ámbito de la investigación con células madre.
La tesis de que esa decisión resulta necesaria para defender el derecho de los enfermos a acceder a posibles terapias futuras va contra la lógica. En ese enfoque, el derecho del enfermo se usa como pretexto para justificar medidas que, teniendo en cuenta el desarrollo reciente en el sector, no se podrían apoyar en una base científica. Además, la incitación concomitante a mirar a los hechos y no actuar según consideraciones ideológicas deja perplejos, dado que, analizando los hechos objetivos, descubrimos que estos llevan a conclusiones diametralmente opuestas, o sea, que no existe ninguna necesidad de destruir embriones humanos para buscar posibles caminos de investigación con células madre a fin de curar muchas enfermedades terribles.
Más bien, parece ideológico un enfoque en el que no se quiere reconocer que la situación de la investigación con células madre ha cambiado hasta tal punto que la gran mayoría de los grupos que históricamente habían trabajado con embriones humanos se está orientando hacia el uso de técnicas nuevas y mejores, que permiten la producción de células análogas a las madre embrionarias sin generar embriones y que, por consiguiente, no conllevan problemas éticos…