Un solo gen controla el desarrollo de nuestro rostro.

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Por Michael Marshall, publicado en New Scientist el 4 de diciembre de 2019 (Imagen de portada: jpM/Getty Images)

Un solo gen, que controla cómo se desarrollan nuestros rostros, ofrece evidencia de que los seres humanos han evolucionado para ser más domesticados. Un solo gen controla gran parte del desarrollo de la cara humana. El mismo gen también participa en la domesticación de los perros, lo que sugiere que nos hemos domesticado a nosotros mismos como especie.

El hallazgo es una de las primeras pruebas sólidas de la idea de que los seres humanos se han auto-domesticado.

A lo largo de generaciones, los seres humanos han evolucionado hacia comportamientos y apariencias menos agresivos, dice Giuseppe Testa del Instituto Europeo de Oncología de Milán, Italia. Esto allanó el camino para la organización de las sociedades a gran escala en las que miles o millones de personas cooperan.

Los animales domésticos son reconociblemente diferentes de sus primos salvajes. Por ejemplo, las caras de los perros son relativamente cortas en comparación con las de los lobos, y a menudo tienen dientes pequeños y orejas flácidas. Los animales domésticos también tienden a ser más sociables hacia los seres humanos.

Los rostros humanos se ven igualmente «domesticados» en comparación con otros homínidos, como los neandertales. Nuestras caras son más planas y no tienen crestas prominentes en las cejas, y somos inusualmente sociales y cooperativos. Como resultado, algunos científicos sospechan que antes de domesticar perros y ganado, primero nos domesticamos.

Genes para la amabilidad

Todas las partes del cuerpo que se ven afectadas por la domesticación se derivan de un solo grupo de células en el embrión en desarrollo de la llamada cresta neural. Esto implica que los cambios en la cresta neural podrían haber intervenido en la domesticación. Al estudiar los genes que controlan la cresta neural, algunos biólogos esperan demostrar que los mismos tipos de cambios genéticos están detrás de la domesticación de perros y humanos.

El equipo de Testa estudió un gen llamado BAZ1B, que se sabe que está involucrado en el control de la cresta neural. BAZ1B es crucial para el desarrollo de la cara. Pertenece a un grupo de genes del cromosoma 7, cuyas mutaciones causan el síndrome de Williams, un trastorno genético que determina características faciales distintivas e hipersociabilidad. La versión canina del gen se ha relacionado con la domesticación.

Los investigadores noquearon el gen en las células madre, que pueden convertirse en cualquier tejido corporal, en el desarrollo de embriones. Como resultado, la cresta neural mostró lentitud en su desarrollo y que además resultó alterado.

Leer más: The tamed ape: were humans the first animal to be domesticated?

El equipo descubrió que la actividad de 448 genes se vio afectada, lo que sugiere que BAZ1B es un gen regulador que los controla a todos. «BAZ1B se encuentra en la parte superior de una jerarquía de muchos otros genes», dice Testa. «Este gen es un arquitecto maestro de la cresta neural craneal.»

Muchos de los genes regulados por BAZ1B ya habían sido identificados como significativos en la evolución humana reciente, porque los humanos modernos tenemos versiones diferentes a las que tuvieron los neandertales. Que los genes sólo evolucionaron recientemente y que estén involucrados en el control de la forma de la cara añade evidencia a la idea de que los seres humanos son auto-domesticados, aunque el cuadro sigue siendo incompleto.

No está claro cuánto contribuyó BAZ1B también a que los seres humanos se vuelvan más sociables y amigables. «Hay evidencia de que BAZ1B está involucrado en el desarrollo del cerebro», dice Testa. Sin embargo, también dice que los cambios en nuestros rostros y cerebros pueden haber ocurrido en diferentes etapas de nuestra evolución.

Este estudio proporciona una prueba muy mejorada de la hipótesis de que sapiens difiere de los Neandertales y Denisovanos por haber sido autodomesticado, dice Richard Wrangham en la Universidad de Harvard. Y añade: a medida que las pruebas genéticas mejoren podremos seguir sondeando la idea.

Referencia: M. Zanella y otros. “Dosage analysis of the 7q11.23 Williams region identifies BAZ1B as a major human gene patterning the modern human face and underlying self-domestication”. Science Advances  5 (12) (2019) eaaw7908, DOI: 10.1126/sciadv.aaw7908

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Comentario de Nicolás Jouve

Cuesta pensar en una selección artificial dirigida hacia objetivos de perfección física y bondad practicada por el hombre para su propia perfección como especie. Esto significaría la práctica de una eugenesia larvada a lo largo de la historia de la humanidad, lo que no se sostiene dadas las especiales características de la especie humana. A la evolución por selección natural, que sin duda ha funcionado en la especie humana como en el resto de las especies biológicasm no hace falta añadirle una idea de selección artificial auto-dirigida a la perfección, basta con pensar en la “evolución cultural”, que no se hereda a través de los genes, sino por las especiales propiedades de comunicación y transmisión de conocimientos de los humanos. Lo que nos diferencia radicalmente del resto de los seres de la naturaleza… Eso no quita, para que en la historia de la humanidad haya habido intentos de mejoramiento. Pensemos en la eugenesia social de principios del siglo 20, carente de una base científica acertada, y pensemos también en sus nefastas consecuencias y en las negativas perspectivas de las corrientes transhumanistas que pretenden caer en el mismo error.

Particularmente prefiero pensar que la supuesta auto-domesticación, es un espejismo de algo más profundo, que es lo que diferencia al hombre del resto de la naturaleza.