Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Una avalancha de ropa, de nieve o de basura, suele ser mortal, según los datos.
En Alicante, (España), un matrimonio y su hija menor, fallecieron por unaavalancha de ropa, que obsesivamente acumulaban en las estanterías de su casa de Alcoy. Sucedió en enero 2017 (enlace).
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Una avalancha de ropa, de nieve o de basura, suele ser mortal, según los datos.
En Alicante, (España), un matrimonio y su hija menor, fallecieron por unaavalancha de ropa, que obsesivamente acumulaban en las estanterías de su casa de Alcoy. Sucedió en enero 2017 (enlace).
La avalancha de nieve sobre un albergue de los Abruzos, en el centro de Italia, lo dejó sepultado y, fueron muchos los fallecidos y heridos. Pocos fueron los supervivientes. También sucedió en enero 2017 (enlace).
La avalancha de basura, por el derrumbe de un vertedero en Adis Abeba, (Etiopía), ha dejado, hasta el momento 113 muertos, según el alcalde de la capital. Ha sucedido a primeros de marzo. Continúan en busca de posibles supervivientes (enlace).
¿Las otras avalanchas no hacen daño? Muchísimo. Pueden matar.
Un gran sociólogo y filósofo dice que, la realidad político-social y económica y las estructuras sociales, se han derrumbado. Ha cambiado el mundo, pero…muchos no se han enterado y otros no quieren que nos enteremos. Políticos, funcionarios y economistas, viven de «eso» y prefieren mantener las formas y los moldes.
Pero el vendaval y la avalancha son tan reales que crujen hasta los cimientos. Cada día hay más gente consciente del engaño y de la manipulación. Por eso decía Bauman: «debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aún más difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo«.
Seguro que algún lector es consciente de lo que voy a decir. Desde hace años, cada día, se nos meten en casa con los informativos, los horrores de la guerra, los crímenes, naufragios de emigrantes, incendios, secuestros, palizas o maltratos de machistas o feministas, de homófobos o intolerantes, agresiones a profesionales, bullying y escraches, depredación de terroristas y pedófilos, chanchullos de vividores, chantajes y amaños de los corruptos y chorizos, incendios provocados, y las miradas de niños abandonados, heridos o desnutridos. El huracán es del mundo mundial y lo cuentan los corresponsales. Y todo eso, dos veces al día.
Lo vuelven a repetir cuando capturan a alguien, cuando comienza el juicio, o cuando sale la sentencia. Hasta que alguien en casa, dice: «¡¡¡Ya no puedo más!!! ¡Apaga la tele!»
La avalancha de noticias en un tiempo reducido.
El 80% de la población las ve. Es adicta. Casi todos los hogares ven eso a diario. Nos meten en vena esa droga concentrada durante más o menos una hora. Descargan imágenes y palabras de basura, corrupción y mierda.
Si fuéramos capaces de sumar las horas que «en nuestra casa y con nuestro consentimiento», estamos expuestos a esa influencia, a ese dañino ejemplo y esa droga perjudicial para nuestro cerebro y nuestro corazón y el de nuestra juventud, se contabilizarían varios años de nuestra vida.
Más que la contaminación ambiental, más que el alcohol, el tabaco, las «yerbas» y más que la cocaína, deteriora, alecciona, pudren y pervierten nuestra neuronas y nuestro corazón. Como no somos de titanio, nos arruinan el yo físico, mental y emocional, y nos debilitan como humanos y nuestros valores.
Vemos el mundo que «ellos» quieren que veamos, y nos manipulan para que hablemos, enjuiciemos e incluso votemos a quien ellos quieren. Cada vez somos más autómatas, más cínicos y menos nosotros.
El periodista, filósofo y escritor holandés, Rob Wijnsber, de 34 años, es el editor de opinión más joven. Desde 2007 escribe un ensayo filosófico y una columna semanal en nrc.next. En septiembre de 2013 puso en marcha el Corresponsal, periódico digital para periodismo de investigación. Ese mismo año ya fue nombrado «Periodista del Año», por la revista Villamedia.
Pues bien, Wijnsber, en su sexto libro: La nueva Fábrica, desvela lo que ya sabíamos sobre el periodismo: «se ha convertido en una industria, donde los televidentes, los lectores, los ingresos por publicidad y los beneficios cuentan como indicadores indiscutibles del éxito». Es decir, la conocida como porcentaje de audiencia, Share: o cuota de audiencia o de pantalla. El espectáculo prima sobre la verdad, y la batalla, ganar audiencia, prima sobre la realidad.
Pero dice algo que me interesa destacar: «Noticias se destina principalmentea mantener a las personas hipnotizadas permanentemente con mensajes espectaculares, no a cultivar una comprensión del mundo que nos rodea. Si algo es importante, no importa, siempre y cuando la gente hable«.
Es decir, dejamos entrar a casa un caballo de Troya del que no es posible escapar, porque todas las cadenas emiten lo mismo a la misma hora: las noticias. Cada cadena o canal adopta distintas formas más o menos iguales, encaminadas todas ellas a «mantener a las personas hipnotizadas permanentemente»y hacer lo que ellos quieran.
Eso atenta contra la salud mental y emocional. Inocula el veneno del miedo, la desconfianza, con la jeringuilla de la información. Imponen su dictadura ideológica, y hacen saltar en pedazos los principios de humanidad y las creencias que sustentan la familia. Todo se vende con la bandera de «libertad de expresión».
Estar informado es estar mal informado o desinformado. Haber oído y visto lo que vemos y oímos, no es estar más preparado para vivir hoy y aquí. La realidad es una. Parece que no todos vemos lo mismo. Algunos se han especializado en un lenguaje de camuflaje, que oculta lo que quieren y resalta lo que interesa que escuchemos y retengamos. Como decía Bauman:«debemos aprender el aún más difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo». Y… mañana será tarde.
Nos han convertido en «adictos» a las noticias. Somos «teledependientes» y después de cierto tiempo enganchados a las noticias, se tiene la convicción de que «el terrorismo es un peligro cercano», que «los inmigrantes y refugiados» son una amenaza para los puestos de trabajo de los nacionales; que «la violencia callejera» va en aumento y la convivencia es cada vez más difícil; que «los políticos», son corruptos y la policía «represora». Y lo más sutil, que pensemos que «la excepción» es la regla y «los nuestros» son los buenos.
Ese alimento de veneno digerimos dos veces por día. Esas pastillas toma la población nacional, sin que nadie las haya recetado. Aceptamos las noticias por capricho y por hábito. Y eso engendra ansiedad, desconfianza, indignación, resentimiento, miedo y hasta odio. Y si eres crítico y no eres como la mayoría, te hunden, marginan o machacan. De eso se encargan los que reparten «derechos», los «defensores de lo políticamente correcto», y quienes establecen «quienes y dónde» deben practicar lo que creen quienes creen.
De libertad y tolerancia, de respeto y empatía, de amor y de sexo …no se habla, porque solo pueden hacerlo o enseñarlo los «autorizados en convenios ideológicos», o en programas televisivos bien pagados y muy seguidos, pero de escasa categoría.
Prefieren que no haya «debates» ni en casa, ni en la calle, ni en las aulas, ni siquiera en la Universidad, porque eso…puede abrir los ojos. ¿No son cada vez más frecuentes los vetos y escraches a políticos, profesores y personas que tienen algo que decir?
Usted, como ciudadano y espectador puede preguntarse ¿es que en el mundo, en mi nación, en mi ciudad, no sucede nada bueno?
Sin duda que sí. Y… ¡Mucho! Pero no es noticia y por eso no sale en Las Noticias. ¡Por eso las noticias están manipuladas, son sectarias y engañan!
Después de tal avalancha de mierda y manipulación, de tanto odio y tanta sangre, apetece gritar, como García Lorca: ¡Que no quiero verla!… que no quiero/ ver la sangre… sobre la arena. ¡Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines/ con su blancura pequeña!. .
Por eso, como dice la canción: «¡Ya no aguanto más!». Yo necesito/ desprenderme/ necesito respirar/ necesito aire, por favor…No aguanto más».
¿Qué puedo hacer?
Lo que dicen los sabios. «Sé tú mismo. Toma el mando («el mando físico»). ¡Desconecta!»
Y vive. Pero vive libre. Disfruta. Con respeto. Sin agobios. Sin odios. Sin exclusiones. Compartiendo y conviviendo pero al margen del maremágnum de crisis, amenazas, y noticias que ellos provocan y dejan al televidente o al lector lleno de zozobra. Incluso, y sabiendo que sólo con el corazón se ve y se puede lo que se quiere: Desconecta del Sistema.
Pronto volverá la paz al desconcierto. Las piezas del rompecabezas encajaran en su sitio, sin tener que juzgar a nadie, ni amargarte por nada. Se progresa hacia la claridad y la luz. El mundo no será el mismo porque nosotros habremos cambiado.
Sin noticias, ¡se puede vivir! Los niños lo hacen y son felices. Nosotros «hemos crecido a nuestro pesar» (Unamuno).
Si nos regalamos 2 horas diarias, tenemos 14 horas semanales para pensar o meditar, para ser nosotros, para leer o para hacer lo que nos dé la gana. Serán 730 horas anuales, de las que seremos dueños y nadie podrá envenenarlas si las vivimos en consciencia (Ver video desde 1,07 al 1,12,23 y desde 1,32,25 a 1,40.46)