Por Manuel Alfonseca Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 21 de octubre de 2019..
El Premio Nobel de Física de 2019 ha sido asignado a la cosmología, y dividido entre tres científicos: James Peebles [fotografía de portada], canadiense, que recibe la mitad del premio por sus trabajos teóricos; y Michel Mayor y Didier Queloz, que se han repartido la otra mitad por haber descubierto el primer planeta ajeno al sistema solar que gira alrededor de una estrella de la secuencia principal.
La teoría del Big Bang la propuso en 1931 George Lemaître, como consecuencia de la prolongación hacia el pasado de la ley de Hubble-Lemaître. En 1948, Ralph Alpher y Robert Herman predijeron que, si la teoría del Big Bang es correcta, debe existir una radiación cósmica de fondo con una temperatura próxima a 5 Kelvin. En 1965 Arno Penzias y Robert Wilson descubrieron la existencia de dicha radiación cósmica, cuya temperatura resultó ser próxima a 3 Kelvin. Ese mismo año, Robert Dicke, James Peebles y otros colaboradores razonaron que la radiación descubierta por Penzias y Wilson es precisamente la firma del Big Bang que habían predicho Alpher y Herman. Durante los años 70, Peebles fue uno de los principales cosmólogos teóricos que estudiaron el campo de la formación de las grandes estructuras cósmicas (galaxias y grupos de galaxias). Por estos trabajos se le ha concedido ahora el Premio Nobel.
La búsqueda de planetas ajenos al sistema solar, que se mueven alrededor de otras estrellas, se ha llevado a cabo durante buena parte del siglo XX, aunque todos los intentos iniciales fracasaron. El problema es que los planetas extrasolares están, desde nuestro punto de vista, demasiado cerca de sus estrellas, cuyo brillo los hace desaparecer. Para descubrirlos hay que recurrir a procedimientos indirectos, como la detección de cambios periódicos en la intensidad de la luz de la estrella, que disminuye cuando el planeta pasa por delante de ella y aumenta cuando no lo está. También es posible localizar la existencia de un planeta detectando movimientos periódicos de la propia estrella, puesto que el foco alrededor del cual giran planeta y estrella no coincide con el centro de la estrella y se aparta tanto más del centro cuanto más grande y cercano sea el planeta que provoca la oscilación.
La primera confirmación del descubrimiento de planetas extrasolares tuvo lugar en 1992. Son planetas que giran alrededor de un púlsar (una estrella de neutrones). Tres años después, en 1995, Mayor y Queloz descubrieron el primer planeta que gira alrededor de una estrella ordinaria, que como nuestro sol se encuentra todavía en la secuencia principal. Se trata de 51 Pegasi, una estrella de quinta magnitud situada a unos 50 años-luz de nosotros. Este descubrimiento les ha valido el Premio Nobel de Física de 2019 [en la imagen, el círculo rojo muestra la posición de 51 Pegasi].
Cuando el 10 de octubre de 2019 se hizo público el nombre de los receptores del Premio, el diario El País se apresuró a publicar sendas entrevistas con dos de los premiados. El 11 de octubre publicó la de Michel Mayor, a la que asignó el siguiente títular:
No hay sitio para Dios en el Universo
Veamos la parte de la entrevista que dio lugar a esa afirmación tan rotunda:
Pregunta del entrevistador: Giordano Bruno, que fue quemado por la Iglesia en el siglo XVII, propuso que hay muchos otros sistemas solares en el universo, lo que no encaja con el relato cristiano de la creación ¿Cuál es el sitio de Dios en el universo?
Contestación de Michel Mayor: La visión religiosa dice que Dios decidió que solo hubiese vida aquí, en la Tierra, y la creó. Los hechos científicos dicen que la vida es un proceso natural. Yo creo que la única respuesta es investigar y encontrar la respuesta, pero para mí no hay sitio para Dios en el universo.
Parece sorprendente que una persona que acaba de recibir el Premio Nobel demuestre hasta ese punto su ignorancia. La idea de que no haya otros astros habitados además de la Tierra no se debe a los dogmas de ninguna religión, sino que era consecuencia de la cosmología Ptolemaica, o sea, de la ciencia. Si es esa la razón de la afirmación atea de Mayor al final del párrafo, está totalmente equivocada. Demuestra además que no conoce la historia de la cosmología, ciencia a la que se supone que se dedica; que no ha investigado suficientemente la cuestión. Algo indigno de un científico.
Pero veamos la otra entrevista, la que publicó El País con James Peebles, en la que el entrevistador, como no podía ser menos, sacó también a relucir el tema de la religión. Esta es la contestación de Peebles:
Si me pregunta cuál es la influencia de la religión en mi trabajo, yo diría que la religión no tiene nada que decirnos. Pero también diría que nosotros no tenemos nada que decirle a la religión. Son ámbitos diferentes y mucha gente se siente cómoda con eso.
De donde se deduce que Peebles piensa que ciencia y religión son compatibles entre sí, aunque independientes. Sin embargo, el titular que puso El País a esta entrevista fue el siguiente:
La religión no tiene nada que decirme sobre mi trabajo
Al sacar de contexto un trozo de la contestación de Peebles, le hace parecer ateo y decir lo contrario de lo que dijo.
La elección por El País de los titulares principales de las dos entrevistas es tendenciosa (los dos entrevistados hablan de muchas más cosas, aparte de religión). Además tergiversa, porque en uno de los casos se manipulan las palabras del entrevistado. Se trata, en fin, de un ejemplo clarísimo del famoso aforismo periodístico:
No dejes que la realidad te estropee un buen titular
Teniendo en cuenta que muchos lectores sólo leen los titulares sin entrar en el texto de las noticias, manipular los titulares puede ser una forma de engañar al lector.