Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 25 de enero de 2020.
No es por alarmar, pero lo que está sucediendo en este país con la controversia sobre «los hijos», es para mirárselo. La Ministra de Educación afirma que «los hijos no son de los padres«.Para la Ministra de Igualdad, el problema no va por ahí, es la ideología: «los hijos de padres y madres machistas tienen el mismo derecho que el resto a ser educados en la libertad, en feminismo y en igualdad«.
O sea, el Gabinete Ministerial, no tienen una sola palabra, como en su día se hizo saber a la ciudadanía, porque al parecer el problema no «son los padres«, ni es «el derecho a la educación«, ni es el «pin parental«, ni «la libertad«, que anda suelta.
Como la libertad anda suelta, hay que sujetarla o encerrarla. Por eso, quieren aclarar de quien se trata; y lo ha hecho el ministro de Fomento, J. L. Ábalos: «hay que asegurar la libertad de los hijos, no la de los padres». ¡Claro!, porque oficialmente, hasta los 18 años los niños son libres pero no pueden ejercer su libertad. Entonces… ¿es mejor que el Estado decida por ellos, y no los padres?
«Celáa nos ha confirmado lo que dijo Stalin en sus mejores tiempos de depredador. Los hijos no son de los padres y pertenecen a la Unión Soviética. En el caso de Stalin, hubo una excepción. Todos los niños pertenecían al Estado exceptuando a su hija Svetlana«.(A. Ussía). Ella, M.I. Celáa, en su día, como madre, también escogió para sus hijas un colegio privado concertado. ¿Por excepción?
Al no tener «una sola voz, ni una sola palabra«, otro miembro del Gabinete Ministerial ha salido a aclararlo. En este caso, el titular de Consumo: «a lo que la ministra de Educación se refería no es a que los hijos no sean de los padres biológicamente, sino a que los niños y las niñas pueden y deben aprender en el marco de la educación pública a amar a quien quieran, incluso aunque sus padres y sus madres sean homófobos«.
¡Hay mucha confusión, en derechos, libertades y también en el lenguaje!. Así que, sucede lo que sucede, que un Licenciado en Filosofía y Doctor en Psicología (José Errasti) dice que o se es «inclusivo» o se es «libre», pero todo a la vez, en el lenguaje, «no es normal«. Lo dice en su artículo: «Garzón, Montero y la ruleta de los morfemas» hacen que «por primera vez en la historia, una regla gramatical tiene como precepto su uso al tuntún». Y lo explica, «el ministro – Garzón- comienza usando lenguaje tradicional: no es que -«los hijos no sean de los padres«-, después en la oración subordinada cambia a lenguaje inclusivo -«los niños y las niñas«- deben aprender, y en la oración subordinada de la subordinada mezcla los dos tipos en un aquelarre sintáctico – aunque «sus padres y sus madres sean homófobos«. (Y es que el lenguaje inclusivo no añade ni quita información al texto, -pero si no hay concordancia- habla del hablante, es decir, de su incultura).
Aunque parezcan estas líneas, sacadas de una novela de Groucho Marx, tienen poca gracia. Sin querer o queriendo, han prendido la mecha y desatado una falsa guerra sin precedentes, cultural, ideológica, de competencias y de derechos de unos sobre otros. Han pedido a la vez, revisión del lenguaje a la RAE, porque ésta, admite «consejo de ministros», pero no «consejo de ministros y ministras»; y también, que se revise, en lenguaje inclusivo, la Constitución. El feminismo, ya dentro del gobierno, lo tiene claro y lo quiere todo.
De ahí que, si no es de forma explícitamente inclusiva, las mujeres no se sienten aludidas y la Vicepresidenta Primera, en su intento de defenderlas pide que el «Congreso de los Diputados», se llame solo «Congreso»: porque si no, ¿qué hacemos allí las diputadas?»
1) Saber y elegir, no es vetar, es libertad.
Siempre es bueno saber para elegir. La educación es un derecho humano. Y el ser humano, niño o niña, hombre o mujer, es libre. El individuo demuestra su libertad cuando la ejerce. Los padres también, ¡claro! El Estado tiene que educar y proteger a los más vulnerables. Pero no tiene derecho a adoctrinar a nuestros hijos. Y menos a enseñar a masturbarse.
Este vídeo lo demuestra.
La dignidad y la inocencia de los niños es un regalo de la vida. Ni el Estado, ni los profesores (titulares, eventuales, advenedizos o invitados), ni nadie, tiene derecho a manchar lo mejor que tienen los niños: su dignidad y su inocencia. Y menos, recortar el tiempo de la infancia. Nuestros hijos tienen el derecho humano a ser respetados. Su dignidad no está en que sea de un sexo o de otro, sino que la tienen por el hecho de ser seres humanos. Hay una gran responsabilidad en la educación, ¡claro! Pero, debemos asumir todos los ciudadanos que antes que «la educación» está «la dignidad humana» de los niños (entiéndase niños y niñas) y su inocencia. ¡Y ese derecho es inalienable!
Quiere decir que no pueden venderse o cederse de manera legal. «Los derechos inalienables son aquellos considerados como fundamentales; los cuales no pueden ser legítimamente negados a una persona. Ningún gobierno o autoridad tiene competencia para negarlos, ya que forman parte de la esencia de la persona».
El problema, pues, no son «los hijos». «Los centros educativos» tampoco son la cuestión de esta supuesta batalla política, ni «la enseñanza» como tal, ni siquiera el famoso «pin parental» que unos arrojan contra otros, desde sus posiciones políticas. Como antes he dicho, el verdadero problema, antes y ahora: «son los niños»
Que nadie se confunda ni confunda. No es verdad -como se ha dicho-que «el pin parental» vulnera el derecho de los niños y niñas a la educación«, aunque lo diga Pedro Sánchez en Twitter. La asistencia o no de un estudiante a un acto, no vulnera nada.
El «pin parental«, es una «clave» pensada para proteger a los hijos, para frenar los abusos. Más necesaria, cuanto más pequeños o más grande la desprotección de los niños. No es lógico que se recomiende a los padres que controlen el acceso de sus hijos a Internet y se permita «todo» en los centros educativos.
Así pues, como ha dicho en la entrevista de El Heraldo del Henares, el profesor e ideólogo, Antonio de Miguel, «el pin parental» «nace ante la necesidad hacer frente al evidente adoctrinamiento en ideología de género que sufren nuestros menores en los centros educativos, en contra de la voluntad y contra los principios morales de los padres, a través de contenidos curriculares en asignaturas, actividades tutoriales, talleres y clases sobre ideología de género, así como una educación afectivo sexual que incumple flagrantemente el artículo 27.3 de la Constitución Española y los derechos que les asisten a estos como padres«.
Es, pues, la contraseña, en manos de los padres, para proteger a sus hijos menores de edad, en aquellas actividades, que puedan vulnerar los derechos de los hijos. Es la Solicitud al Director del Centro escolar donde los niños realizan sus estudios para, que informe de las actividades extracurriculares y una vez conocidas, poder otorgar o denegar el consentimiento expreso.
Que hay adoctrinamiento ideológico -desde hace bastante tiempo- en la escuela y en la universidad, en varias partes del territorio nacional, o si se prefiere, en varias autonomías… ¡No se puede negar, porque ¡está en los libros, en muchos centros y en ciertas actividades, y la sociedad lo sabe!
Hasta hace poco, reescribir la historia y meter la ideología en la educación, no parecía alarmante, ya que de una forma o de otra era conocido el adoctrinamiento independentista, sin que se tomaran cartas en el asunto (por cobardía o por interés).
El problema ha estallado sobre todo, cuando el feminismo, ha tratado de poner de manifiesto la ideología del género. Según el feminismo la mujer está discriminada y oprimida por el varón y la sociedad machista. Esta lucha es muy antigua, pero arranca sobre todo con Simone de Beauvoir, en «El segundo sexo», donde se dice que «no se nace mujer, llega una a serlo».
Es verdad, que a lo largo de la historia ha habido abusos de la autoridad, de la fuerza y del machismo. Pero el respeto, el aprecio y la dignidad de la mujer se han ido ganando y abriendo paso (por la lucha de unos y de otras) aunque ciertamente, no se haya alcanzado la «igualdad» total en muchos aspectos (trabajo, representación en la empresa y la sociedad, salario etc.).
2) Con las gafas que nos regalan, no podemos ver la realidad.
Lo que nos transmiten es una apariencia interesada de la realidad: no es la realidad. Lo que percibimos es un problema ficticio, creado interesadamente para desviar la atención del problema real y de las necesidades reales de la sociedad. Se venden derechos, se retuercen leyes o suavizan, según convenga.
Creo, sinceramente que los mejores logros de la Humanidad, se deben y se pueden conseguir de forma conjunta, sin exclusiones y poniendo, unas y otros, lo mejor de sí, como personas, como individuos y como sociedad.
La lucha y la división, en el seno de la familia, de la política y del poder, siempre será una fisura humana, en la que pueden perder los más débiles y queridos: los niños. El respeto «al otro» es el primer paso que se debe conseguir en la sociedad. Primero, en la familia y luego, enseñado en la escuela y en la universidad.
Mujeres y hombres, padres y madres, tenemos que lograr que los niños se desarrollen y crezcan para dar lo mejor de sí, porque es su futuro y el de la sociedad. Y eso, independientemente del sexo, de la profesión que escojan, de sus opiniones o sus creencias. Así podíamos aprender a captar al menos una primera aproximación a la esencia del ser humano, a partir de las apariencias.
Mucho antes de que entrara en vigor y se aplicara el Programa de Evaluación Internacional de los alumnos, PISA, y antes que en 2019 sacara los colores del estado, de los docentes y de los estudiantes, sobre comprensión lectora, capacidad para analizar asuntos globales e interculturales y valorar distintas perspectivas para emprender acciones por el bien común y el desarrollo sostenible, Pío Baroja, en El árbol de la ciencia (1911), decía, por boca del vitalista Iturrioz: «El español todavía no sabe enseñar; es demasiado fanático, demasiado vago y casi siempre demasiado farsante». ¡También hay que pedir responsabilidad a los docentes!
Últimamente, hay algunas cosas que han empeorado, porque la sociedad occidental ha perdido una serie de valores y principios éticos; y porque gracias al consumismo y la tecnología la gente se dedica fundamentalmente a vivir bien pero se olvida que la libertad y responsabilidad, hay que defenderlas y exigirlas diariamente.
Los padres tenemos, la obligación y el derecho, de velar por nuestros hijos, que es -me parece- ¡mucho más que mandarles a la escuela, o al colegio!