Vacuna Covid – dimensión biopolítica

Un manifiesto ante la crisis de credibilidad de la ciencia
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Publicado en Observatorio de Biopolitica (O.B.P.),  Grupo de sanidad y biopolítica. Profesionales por el Bien Común, el 5 de octubre de 2021.

LA BIOIDEOLOGÍA DE LA SALUD

En los inicios de la tercera década del siglo XXI, el mundo tal y como lo conocíamos se ha transformado de una manera acelerada. La presión ejercida por la “lucha contra el virus” ha servido para implementar muy rápidamente una constelación de medidas políticas, sociales, económicas que empujan hacia una organización política mundial diferente. Confinamientos, restricciones de movimientos, controles biométricos, transformaciones de actividades económicas, inversiones y desinversiones multimillonarias, triajes hospitalarios, tele-sanidad, tele-educación, tele-trabajo, etc.. han tenido lugar en un tiempo récord.

Decisiones que hubieran tardado años en tomarse y en asimilarse se han ejecutado de la noche a la mañana sin que haya habido, en muchos casos, una justificación pública razonada. En todo este proceso, la “salud” ha sido la clave. Cuando la salud está en peligro, en la escala en que se ha producido está crisis, el factor tiempo ha sido uno de los condicionantes más poderosos. Bajo la presión de la enfermedad y la muerte, las poblaciones de los países enriquecidos del mundo han aceptado de hecho un cambio de paradigma, donde “mi calidad de vida” o “mi salud” está por encima de la vida de otras personas. Así tenemos como la salud humana, mental y física, se debe promover casi de forma infinita ayudado con los avances científicos y tecnológicos. La naturaleza humana se vuelve manipulable artificialmente ya sea por la ciencia y la tecnología o por la acción política o por ambas, convirtiéndose en una ideología con un alto potencial totalitario. El objetivo final que se pretende es una transformación radical de la naturaleza humana de tal forma que cada persona individualmente y la sociedad mundial en su conjunto sean objeto de explotación y opresión.

El nuevo capitalismo se está configurando como un nuevo bio-totalitarismo que pretende un control absoluto de la naturaleza humana. Se trata de “programar” biológica y psicológicamente al individuo para que todo sostenga y alimente el entramado institucional, incluido el productivo. Es por ello que, desde hace décadas, todo el sistema sanitario internacional ha sido diseñado y construido para defender los intereses demográficos estratégicos de los países enriquecidos, manteniendo la precariedad de los sistemas sanitarios de los países empobrecidos en un contexto de injusticia social.

En esta crisis sindémica del virus del COVID el nivel de desinformación y contradicción ha sido de tal magnitud que se ha provocado el miedo y la incertidumbre para implementar medidas sociosanitarias sin que hubiera ningún tipo de explicación pública sobre las causas y la evolución de la pandemia. Es por ello que se ha realizado una experimentación de ingeniería social mediante confinamientos masivos, restricciones a los movimientos de la población y de la inmigración, o también, mediante el control  de las cadenas de suministro de bienes.

Para generar este nivel de desinformación se han utilizado tanto a las organizaciones internacionales sanitarias que han hegemonizado el abordaje sanitario de la crisis, como la OMS (Organización Mundial de la Salud) o en España el Ministerio de Sanidad, como a la desinformación sobre la pandemia que se ha generado en las redes sociales. No hay que olvidar que los sistemas de salud del mundo están estructurados alrededor de un sistema de información condicionada por el poder corporativo que ejerce mediante subvenciones a la investigación o a las revistas científicas el control sobre lo que se pública en torno al virus. En esta crisis se ha producido una desinformación dramática que ha impedido dar un abordaje integral al problema, al haberse eliminado de la ecuación todos los aspectos estructurales, sociales y biopolíticos. Las décadas de domesticación del pensamiento académico en salud, ha dado lugar a un planteamiento cientifista fragmentado, con multitud de variables inconexas que ha favorecido un discurso monolítico en torno a la pandemia haciendo juego así a los grandes intereses del poder.

VACUNA COVID

Las vacunas son medicamentos que protegen a las personas cuando entran en contacto con agentes patógenos (virus, bacterias) y evitan que se desarrolle una enfermedad infecciosa. Las vacunas funcionan imitando a los virus y las bacterias que causan enfermedades preparando al sistema inmune para reconocer y defenderse contra ellas. Cuando un virus nos infecta, el sistema inmune detecta su presencia y genera dos tipos de respuesta: por un lado, produce unas proteínas llamadas anticuerpos que se unen a las proteínas del virus (en el caso del virus SARS-CoV-2, esta proteína es la proteína S) para neutralizarlo y así evitar que pueda infectar a nuevas células; y por otro, estimula unas células (citotóxicas), que tienen la capacidad de reconocer células infectadas por el virus y matarlas antes de que puedan liberar más virus en el organismo.

Los modos en que una vacuna genera esa protección son diversos, como hemos podido ver en el desarrollo de las vacunas frente al COVID.

Así tenemos cuatro principales tipos de vacuna según generan la inmunidad frente al COVID (ANEXO):

  • Vacunas de ARN mensajero (Moderna y Pfizer-BioNTech),
  • Vacunas con vectores virales no replicantes (Oxford-AstraZeneca, Janssen y Sputnik),
  • Vacunas de virus inactivados (Sinopharm y Sinovac) y
  • Vacunas basadas en proteínas (Novavax).
Vacuna Laboratorio Fecha de autorización Indicaciones
Comirnaty BioNTech/Pfizer 22 de diciembre de 2020 Inmunización activa para prevenir la COVID-19 causada por el virus SARS-CoV-2, en personas de 12 años de edad y mayores.
Spikevax (antes COVID-19 Vaccine Moderna) Moderna 8 de enero de 2021 Inmunización activa para prevenir la COVID-19, causada por el virus SARS-CoV-2, en personas de 12 años de edad y mayores.
Vaxzevria (antes COVID-19 Vaccine AstraZeneca) AstraZeneca 1 de febrero de 2021 Inmunización activa para prevenir la COVID-19 causada por el virus SARS-CoV-2, en personas de 18 años de edad y mayores.
COVID-19 Vaccine Janssen Janssen 15 de marzo de 2021 Inmunización activa para prevenir la COVID-19 causada por el virus SARS-CoV-2, en personas de 18 años de edad y mayores.

Las vacunas que utilizan ARN mensajero (Pfizer, Moderna) utilizan una tecnología genética nueva. Nuestras células producen constantemente miles de ARNm, que proporcionan las instrucciones necesarias para producir proteínas. Cuando alguien recibe una vacuna de ARNm para COVID-19, le dice a las propias células de la persona que produzcan la proteína S del SARS-CoV-2. El sistema inmunológico de la persona luego reconoce la proteína viral como extraña y produce anticuerpos para eliminarla. Este encuentro impulsado por la vacuna entrena al sistema inmunológico humano para recordar la proteína S. Por lo tanto, si un virus del SARS-CoV-2 real intenta infectar a una persona vacunada semanas o meses después, su sistema inmunológico estará listo para defenderse.

Pero no en todas las personas la orden genética va a producir la misma cantidad proteína S, ya que la capacidad de respuesta de las células del receptor varía. Quizás eso explique los mayores efectos secundarios inmediatos en los más jóvenes (sus células también lo son).  Además, estas vacunas utilizan PEG (plyethyleno glicol) para aumentar su estabilidad y vida útil. EL PEG es un alérgeno conocido y que puede ser el causante de las reacciones alérgicas detectadas que incluyen casos de anafilaxia (reacciones alérgicas agudas). Otras modificaciones realizadas en estas vacunas son envolverlas con una cubierta lipídica (aceite) para que el ARN-m no fuera desactivado o degradado rápidamente. Pero esos lípidos ionizables pueden inducir una potente respuesta inflamatoria y pueden ser los causantes de los síntomas inmediatos que experimentan los vacunados: dolor, inflamación local, fiebre e insomnio.

Otra característica de las vacunas es que la inmunidad generada está focalizada en una única proteína de las 28 que contiene el virus. Ello hace más probable que las mutaciones sorteen la inmunidad. Además, este virus ha mostrado una notable disposición a mutar hacia variantes más transmisibles. Así tenemos que las variantes resistentes a la vacuna empiezan ya a aparecer —como la Delta— y podrían explicar el contagio de gran cantidad de personas con vacunación completa que se está dando en países como Israel.

Antes de la Covid-19 se había estimado que las nuevas vacunas de ARN-m precisarían de al menos 12 años para estar disponibles y solo con un 5% de probabilidades de éxito. De hecho, las compañías biotecnológicas y farmacéuticas se han lanzado a desarrollar este tipo de vacunas, no tanto por los beneficios económicos inmediatos, sino por la posibilidad “sin precedentes” de probar masivamente una nueva tecnología con un riesgo muy disminuido a la hora de asumir responsabilidades por circunstancias adversas. BioNTech ya ha anunciado un ensayo clínico donde utiliza esta tecnología ARNm en paciente con cáncer de piel.

Hay que tener en cuenta que las vacunas COVID son experimentales y que recibieron la autorización (condicional) bajo tres premisas: que estábamos ante una emergencia sanitaria catastrófica; que presentaban una altísima efectividad; y que los estudios proporcionaban una estimación de la seguridad aceptable. Dado que son experimentales, lo lógico es que su utilización debería restringirse únicamente a los perfiles de pacientes de alto riesgo, antes que plantear una vacunación general.

Las principales características que debería tener una vacuna frente al COVID para considerarla adecuada para su uso general son:

1.- EFICAZ (que disminuyera los casos, las hospitalizaciones y las muertes por Covid-19).

Los estudios realizados permiten afirmar que las vacunas Covid-19 son efectivas contra la infección causada por virus SARS-CoV-2 que requiere hospitalización, ingreso en la UCI o visita a urgencias tanto hospitalarias como de atención primaria.

La efectividad de la vacunación con ARN mensajero completo (ARNm) (≥14 días después de la segunda dosis) fue del 89% contra la infección por SARS-CoV-2 confirmada por laboratorio que condujo a la hospitalización, 90 % contra la infección que conduce a un ingreso en la UCI, y del 91% contra la infección que conduce a una visita al departamento de emergencias o al consultorio de atención de urgencia. La vacunación se asoció con reducción de infección de 80-91% y de más del 90% de ingresos y muerte por Covid 19. Associations of BNT162b2 vaccination with SARS-CoV-2 infection and hospital admission and death with covid-19 in nursing homes and healthcare workers in Catalonia: prospective cohort study. BMJ 2021;374:n1868 (Published 18 August 2021)

Y sobre la efectividad según las variantes. El 21 de julio de 2021 el New England Journal of Medicine (NEJM) publicó un estudio de fase IV, de cerca de 19 mil personas en Reino Unido, evaluando la efectividad de la vacunación entre las variantes alfa y delta; no encontrándose una diferencia significativa entre los distintos tipos de vacunas. https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa2108891

Por lo tanto, la vacuna es efectiva reduciendo el riesgo de enfermedad grave, ingreso y muerte.

2.- SEGURA (que produjeran escasos y leves efectos adversos).

Como todos los medicamentos, las vacunas pueden producir efectos adversos tanto a corto como a largo plazo.

Las agencias reguladoras han estimado seguras las diferentes vacunas administradas. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de una autorización para uso de emergencia. Estamos en fase IV de ensayo clínico, fase en la que pueden aparecer otros efectos adversos que no se detectaron en las fases iniciales del ensayo. Por ello, aunque han sido catalogadas como seguras a corto plazo, necesitamos tiempo para poder hacer extensiva la seguridad al medio y largo plazo.

Según el servicio de farmacovigilancia de la agencia española del medicamento, encargado del análisis de las notificaciones de acontecimientos adversos a las vacunas, se han administrado en España (septiembre 2021) más de 66 millones de dosis de vacunas frente a la COVID-19. Se han realizado 40 mil notificaciones, donde son los trastornos generales como fiebre o dolor en la zona de vacunación los más frecuentes, seguidos de los trastornos del sistema nervioso (mayoritariamente, cefaleas y mareos) y del sistema musculoesquelético (principalmente, mialgia y artralgia). La mayoría de los eventos adversos notificados hasta la actualidad (corto plazo) son leves. También se han notificado casos poco frecuentes de otro efectos secundarios más graves relacionados con el sistema cardiovascular (miocarditis y trombosis), sistema neurológico (síndrome de Guillen Barré) o del sistema renal (síndrome nefrótico o glomerulonefritis).

Por lo tanto, aun existiendo efectos secundarios, se puede afirmar que las vacunas COVID son seguras a corto plazo.

En el caso de las vacunas covid 19 que utilizan ARNm, aún no conocemos los efectos adversos a largo plazo derivados de la utilización de esta nueva tecnología de generación de inmunidad a base de un mecanismo de inducción genética de ARN-m.

3.- DURADERA (que generara una inmunidad persistente).

Todavía no hay datos concluyentes sobre si la inmunidad natural adquirida tras la infección es, como en otras muchas enfermedades infecciosas, de mayor duración que la proporcionada por las vacunas. Es por ello que se esté planteando la administración de dosis suplementarias (3º dosis de vacuna) a aquellas personas de alto riesgo ya vacunadas previamente.

También se está poniendo en cuestión la vacunación de aquellas personas que ya han sufrido la infección y la enfermedad ya que la inmunidad natural generada es más potente y duradera que la inmunidad vacunal. https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.08.24.21262415v1.

Las propias tasas relativas de reinfecciones tras la enfermedad natural, y las infecciones tras la vacunación, apuntan claramente hacia la superioridad de la inmunidad natural. El perfil de anticuerpos que produce la vacuna es diferente y posiblemente inferior al de la infección natural, y su actividad podría resistir peor el paso del tiempo.

Por lo tanto, la inmunidad que generan las vacunas no es permanente ya que disminuye progresivamente con el tiempo (faltan datos para establecer como se produce ese proceso temporal de perdida de inmunidad)

4.- COMUNITARIA (que genera inmunidad de grupo).

Por regla general, las vacunas protegen a quienes se vacunan produciendo una inmunidad personal, es decir, que se beneficia únicamente aquel que se vacuna. Ejemplo de ello son las vacunas contra el tétanos, la difteria, la rabia, la meningitis, la tos ferina, el rotavirus, la tuberculosis (BCG). Además, existen algunas vacunas (por ejemplo, la del sarampión) que protegen a la comunidad produciendo inmunidad de grupo al reducir la transmisión del virus entre las personas.

En el caso de la epidemia por SARS-CoV-2 las vacunas podrían reducir la transmisión hasta en un 30%, en un estudio británico realizado entre diciembre 2020 y marzo 2021 entre convivientes de trabajadores de la salud y dada a conocer en el NEJM el 8 de Septiembre de 2021. https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMc2106757?articleTools=true).

Otros estudios (Harris, R. J. et al. N. Engl. J. Med. https://doi.org/10.1056/NEJMc2107717 ), han mostrado también una disminución de los contagios en un amplio rango entre 10% y un 90%, pero en todos los casos fueron realizados cuando la variante delta no era la dominante. Sabemos que la carga viral con la variante Delta es igual en vacunados que en no vacunados (Griffin S. Covid-19: Fully vaccinated people can carry as much delta virus as unvaccinated people, data indicate  BMJ  2021;  374 :n2074 doi:10.1136/bmj.n2074), por lo que se supone que las vacunas, que bien pudieran seguir disminuyendo los casos graves, las necesidades de ingreso hospitalario y la mortalidad, pudieran no tener efecto en la transmisibilidad. No sabemos aún cual será el desenlace, pero en principio esto debiera alertar para no dar una falsa sensación de seguridad a los vacunados y abandonar las medidas no farmacológicas que aún mantienen una cuota de efectividad adicional en términos de disminuir la morbimortalidad. Otra consecuencia de esto, es la inutilidad de un pasaporte vacunal para poder desplazarte, ya que los vacunados también tienen capacidad para trasmitir la enfermedad.

«Las incógnitas sobre cómo afectan las vacunas covid19 a la transmisión hacen incierta la posibilidad de lograr la inmunidad de rebaño mediante la vacunación». https://www.thelancet.com/journals/lanmic/article/PIIS2666-5247(20)30226-3/fulltext

Por lo tanto la reducción de la transmisión atribuida a las vacunas demostrada en variantes previas no se aprecia con  la Delta. Es decir, los vacunados tienen mucho menos riesgo de infectarse, pero si lo hacen pueden contagiar a los demás.

A esto hay que añadir que la distribución de la vacuna a nivel mundial es completamente desigual y en un mundo globalizado no es posible garantizar ninguna inmunidad de grupo sin una estrategia de salud global. La foto global de la COVID en el mundo es una imagen de grandes desigualdades en la que unos diez países acumulan el 80% de las vacunas. La mayoría de los países empobrecidos va a necesitar dos años antes de tener inmunizada al 70% de su población con dos dosis de las vacunas. Es necesaria una estrategia de salud global que pasa por obtener altas tasas de vacunación en el mundo, el refuerzo de los sistemas sanitarios de los países empobrecidos, cambios radicales a favor de modelos económicos justos y una clara voluntad política en favor de los más afectados por esta crisis.

5.- VOLUNTARIA (sin presiones ni discriminaciones)

La vacunación será obligatoria sólo en las estrictas situaciones previstas por la Ley de Salud Pública, como cualquier otra vacuna. Así queda recogido en la resolución del Consejo de Europa (27 enero 2021) donde dice que hay que:

«Garantizar que los ciudadanos sean informados de que la vacunación NO es obligatoria y que nadie sea presionado política, social o de otro modo para que se vacune, si no lo desea. Garantizar que no se discrimine a nadie por no haberse vacunado, por posibles riesgos para la salud o por no querer vacunarse».   https://pace.coe.int/en/files/29004/html

Además, en España, no existe una Ley que regule la vacunación contra la covid-19. Al no existir una Ley, se ha optado por establecer una “Estrategia de vacunación COVID-19 en España”, elaborada por el Grupo de Trabajo Técnico de Vacunación COVID-19, de la Ponencia de Programa y Registro de Vacunaciones, dependiente del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.  Por ley, todos tenemos derecho a rechazar un tratamiento. Y así lo establece el artículo 2.4 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, de la autonomía del paciente. Por su parte, el artículo 9.2.a del mismo cuerpo legal establece que: “Los facultativos podrán llevar a cabo las intervenciones clínicas indispensables en favor de la salud del paciente, sin necesidad de contar con su consentimiento, en los siguientes casos: a) Cuando existe riesgo para la salud pública a causa de razones sanitarias establecidas por la Ley (…).”

En otras palabras: ¿Existen excepciones al derecho a la vacunación? Es decir, ¿puede haber casos en los que el legislador ordene la vacunación obligatoria? Los casos vendrían dados por motivos de salud pública y por los derechos de los demás. En la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública en  su artículo tercero concreta esas medidas de control en las siguientes: “Con el fin de controlar las enfermedades transmisibles, la autoridad sanitaria, además de realizar las acciones preventivas generales, podrá adoptar las medidas oportunas para el control de los enfermos, de las personas que estén o hayan estado en contacto con los mismos y del medio ambiente inmediato, así como las que se consideren necesarias en caso de riesgo de carácter transmisible”.

Por lo tanto, en nuestro ordenamiento jurídico la regla general es la voluntariedad de la vacunación y tan sólo excepcionalmente, en casos muy concretos, la legislación habilita a la Administración sanitaria para que establezca la vacunación obligatoria. https://www.observatoriobioetica.org/2021/03/derecho-a-vacunarse-o-deber-de-vacunarse-reflexiones-sobre-algunos-aspectos-juridicos-de-la-vacunacion-contra-la-covid-19/

En la situación en la que nos encontramos ahora, no tiene ningún sentido ordenar la vacunación obligatoria cuando un alto porcentaje de la población se está vacunando voluntariamente.

*¿Son recomendables las vacunas covid19 en la infancia-adolescencia?

Desde el inicio de la pandemia hasta hoy, y en todos los países evaluados, la infección por el SARS-COV2 en la infancia-adolescencia ha producido mayoritariamente una enfermedad leve, benigna y autolimitada. La mortalidad por covid19 en estas edades es muy baja, puede estimarse en 1 por millón. https://www.thelancet.com/journals/lanchi/article/PIIS2352-4642(21)00066-3/fulltext – sec1

Hasta el momento, los niños y adolescentes nunca han sido hipercontagiadores en esta pandemia, además, a menor edad del niño menos importante es su papel en la propagación del virus. https://www.rivm.nl/en/coronavirus-covid-19/children-and-covid-19

Según los organismos oficiales, la vacuna en niños y adolescentes es segura y genera inmunidad, lo que podría ayudar a quienes tengan factores de riesgo (neurológicos, cardíacos, obesidad, síndrome de Down y/o diabetes, entre otros) o convivientes con inmunodeprimidos. https://www.gov.uk/government/news/jcvi-issues-updated-advice-on-covid-19-vaccination-of-young-people-aged-16-to-17

No quedaría claro el beneficio de la vacunación general en niños y adolescentes ya que la infección por SARS-CoV2 produce mayoritariamente una enfermedad leve con bajísimas tasas de enfermedad grave o persistente y de letalidad. Es por ello que Reino Unido no recomienda la vacunación universal a menores de 18 años. https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.05.28.21257602v1

Además, está en estudio la capacidad de las vacunas covid19 para producir inmunidad de grupo. Las vacunas contra la covid19 no cortan la cadena de contagios pues no impiden que el virus SARS-CoV-2 se aloje y prolifere en las mucosas de las personas vacunadas. https://www.thelancet.com/journals/lanmic/article/PIIS2666-5247(20)30226-3/fulltext

La transmisión entre niños es infrecuente en la escuela (más infrecuente en los de menor edad) y que la fuente de los casos es mayoritariamente el hogar y un adulto. Siguen siendo las medidas no farmacológicas las que disminuyen la transmisión: actividades al aire libre, disminución de ratios de alumnado por aula, ampliación de espacios docentes, incrementos de lavabos, mejoras de los sistemas de ventilación, etc. https://www.ecdc.europa.eu/en/publications-data/children-and-school-settings-covid-19-transmission

Por lo tanto, con los estudios actuales, no hay una evidencia clara sobre la conveniencia de la vacunación covid19 en la infancia. Tampoco el cierre de las escuelas, ha demostrado hasta ahora una clara efectividad sobre la transmisión comunitaria.

En adultos recomendamos la vacunación y mantener las medidas de higiene como si uno no se hubiera vacunado (lavado de manos, distancia física, evitar el hacinamiento y los lugares poco ventilados y el uso de mascarilla en esas situaciones, etc.)

«No sabemos si la vacuna covid19 previene la infección y protege contra la transmisión ulterior. La inmunidad persiste durante varios meses, pero aún no se conoce su duración exacta. Se están estudiando estas importantes cuestiones. Mientras tanto debemos mantener las medidas de salud pública que funcionan: mascarillas, distancia física, lavado de manos, higiene respiratoria y de la tos, evitar las aglomeraciones y asegurar una buena ventilación». https://www.who.int/news-room/feature-stories/detail/the-moderna-covid-19-mrna-1273-vaccine-what-you-need-to-know

NO ES UNA PANDEMIA ES UNA SINDEMIA

Uno de los elementos más importantes que hay que tener en cuenta es que no nos estamos enfrentando a una pandemia sino a una sindemia.

El término sindemia (un neologismo que combina sinergia y pandemia) no es nuevo. Fue acuñado por el antropólogo médico estadounidense Merrill Singer en los años 90 para explicar una situación en la que «dos o más enfermedades interactúan de forma tal que causan un daño mayor que la mera suma de estas dos enfermedades».

Todas nuestras intervenciones se han centrado en cortar las vías de transmisión viral, para controlar la propagación del patógeno, escribió en un editorial Richard Horton, editor jefe de la prestigiosa revista científica The Lancet. Por un lado está el SARS-CoV-2 (el virus que provoca el covid-19) y por otro, una serie de enfermedades no transmisibles. Y estos dos elementos interactúan en un contexto social y ambiental caracterizado por una profunda inequidad social. Estas condiciones, exacerban el impacto de estas enfermedades y por ello debemos considerar al covid-19 no como una pandemia, sino como una sindemia.

Recordemos sino lo que ocurrió durante la gestión de la pandemia en la primera ola.  Se actuó tarde y se minimizaron los riesgos, se tardó en reaccionar, desatendiendo la debida previsión de medios para paliar las deficiencias de nuestro sistema de salud, que se vio desbordado ante la rapidez de la infección colectiva. No se habían previsto las necesidades de una pandemia, ni se había dotado a su debido tiempo de los medios humanos y materiales necesarios para atender a la salud y seguridad de las personas y de la sociedad. Faltó diligencia para identificar los primeros brotes, adquirir y aplicar los test de PCR para aislar a los afectados y sus contactos. Tampoco se previeron las necesidades de mascarillas, batas desechables, gafas y demás medios de protección del personal sanitario, así como camas, respiradores y unidades de cuidados intensivos suficientes para hacer frente a la pandemia. La dispersión del sistema de salud en España, hizo que no hubiese la deseada coordinación en la adquisición de los medios necesarios. La estructura social y política de España es tan débil que posiblemente sea la causa principal de la expansión de letalidad que tuvo el virus en España. No hay que olvidar que en Madrid el 18% de los usuarios (7.690) de geriátricos madrileños, falleció entre marzo y mayo de 2020, en los momentos más duros de la pandemia. Casi uno de cada cinco ancianos.

Esta debilidad parte fundamentalmente de que no existe una noción objetiva y compartida del Bien Común y ello hace prácticamente imposible que se pueda afrontar una crisis de este tipo sin muchas más víctimas de las inevitables. Desde la incompetencia y corrupción de los gestores políticos hasta el comportamiento irresponsable de algunos sectores sociales, incluyendo las fuerzas nacionalistas, son atribuibles en el fondo a que no haya una noción fuerte del Bien Común y la vida social y política se reduzca a un campo de confrontación entre intereses personales y corporativos.

Esta muerte masiva de ancianos. Muchos solos y abandonados en residencias. Ha demostrado el talante moral de la sociedad española. Literalmente todos somos responsables de ello. Las condiciones sociales, laborales y familiares han creado una cultura social en la que los viejos no cuentan, más bien todo lo contrario. Son una carga a todos los niveles y por ello muchos terminan recluidos en residencias en las que ni por vocación ni por negocio son atendidos humanamente. El virus entró y arrasó. Y después, cuando colapsó el sistema sanitario público, el triaje literalmente los sacrificó porque no eran personas de “valor social”. Muchos murieron solos, sin asistencia espiritual y sin familiares.

A esto hay que añadir un estado dividido en 17 autonomías con intereses diferentes y contrapuestos en muchos casos incapaces de trabajar por el bien común de todo el país. Como consecuencia, fue imposible armonizar ni medidas, ni recursos lo cual obligó en muchos casos a tener que implementar, como única salida de urgencia, medidas coercitivas trasmitiendo que solo la autoridad disciplinaria estatal es capaz de hacer algo frente a una sociedad irresponsable e indisciplinada.

Se está produciendo un masivo y acelerado desmantelamiento del estado social que nuestra Constitución dice que somos. La brutal crisis económica está produciendo, en primer lugar, que España sea un país que se pueda comprar a precio de saldo. La estructura económica nos hace totalmente dependientes de los fondos europeos y el nivel de endeudamiento que se va a alcanzar nos va a hipotecar perpetuamente lo que nos deja a los pies de los caballos de los fondos de inversión.

Por otro lado, el desempleo masivo y la precariedad laboral están desestructurando la sociedad empujando a muchas familias a situaciones insostenibles. Especialmente son víctimas de ello los jóvenes, a los que se está condenando a no tener perspectiva vital para formar un matrimonio y una familia. La llamada economía bajo demanda los está convirtiendo literalmente en esclavos. El teletrabajo ha venido para quedarse y con ello más precariedad y más autoexplotación.

En resumen, el potencial destructor del virus se amplifica por la situación de empobrecimiento de la mayoría de la humanidad. Esto no es nuevo en la historia de la medicina social. La eficacia de un medicamento o de una vacuna viene condicionada en gran parte por las condiciones sociales de la población. Condiciones sociales que, en esta crisis, afectan tanto a los trabajadores precarios de la economía bajo demanda de las sociedades enriquecidas como a los trabajadores de las economías de supervivencia de los países empobrecidos.

Ocultar que es un sindemia y no una pandemia desvía el foco de atención del responsable profundo de la crisis que es un sistema de injusticia planetaria y pone el foco en las falsas soluciones. Al implementarse falsas soluciones se incorporan un elenco de medidas concretas cuyo objetivo no es eliminar la enfermedad sino alcanzar otros objetivos de dudosa moralidad. Desde esta perspectiva habría que analizar cada una de las decisiones que se han tomado y se están tomando en nombre del interés general y replantarse drásticamente su derogación: Control de datos, geolocalización, identidad digital, eliminación de transacciones en efectivo…

El concepto de “nueva normalidad” nos puede conducir, si no lo está haciendo ya, a nuevas formas de control biopolítico de la población por parte de las instituciones que están gestionando directa o indirectamente esta crisis. La sociedad tecnocrática tiende a reducir los problemas éticos a meros problemas técnicos. La ética queda disuelta entre los procesos biológicos, que se convierten en los determinantes de las opciones políticas. Se convierte entonces la salud (en este caso las vacunas) en un elemento de consumo, al dictamen de las reglas del juego económico y por lo tanto en una herramienta de control social, de estrategia biopolítica. La seguridad (el “estar inmunizado”) se eleva como un valor superior a la libertad, convirtiéndose así en caldo de cultivo para el desarrollo de propuestas de gobierno autocráticas que han tenido su expresión en “prácticas de salud selectivas”. La crisis ha evidenciado que los ancianos son uno de los grupos más frágiles de nuestra sociedad. El sacrificio de sus vidas, habida cuenta de su mayor vulnerabilidad y avanzada edad, considera “residual” su existencia en favor de los más jóvenes y sanos; algo inaceptable no solo desde el punto de vista religioso, sino también desde el de los derechos humanos y la deontología profesional. Ningún “estado de necesidad”, justifica semejante “barbaridad”. Y menos, que “se produzca a través de una imposición, ya sea del Estado o de las autoridades sanitarias”.

CONCLUSIONES

* El nuevo capitalismo se está configurando como una nuevo bio-totalitarismo cuyo objetivo es el control absoluto de la naturaleza humana. Se trata de “programar” biológica y psicológicamente al individuo para que todo sostenga y alimente el entramado institucional, incluido el productivo.

* La mayoría de la humanidad lleva demasiado tiempo sumida en el dolor y la impotencia que suponen la insoportable carga de la explotación, de la opresión y, lo más terrible, de la exclusión y el descarte. Porque, en realidad, no estamos inmersos en una sola pandemia, sino en una sindemia, donde el efecto destructor del virus se amplifica por la situación de empobrecimiento de la mayoría de la humanidad. Ocultar que es un sindemia y no una pandemia desvía el foco de atención del responsable profundo de la crisis que es un sistema de injusticia planetaria y pone el foco en las falsas soluciones. La eficacia de un medicamento o de una vacuna viene condicionada en gran parte por las condiciones sociales de la población. Condiciones sociales, que en esta crisis, afectan tanto a los trabajadores precarios de la economía bajo demanda de las sociedades enriquecidas como a los trabajadores de las economías de supervivencia de los países empobrecidos, donde además se mantiene la precariedad de los sistemas sanitarios en un contexto permanente de injusticia social.

* Con la crisis sindémica del virus del COVID se ha implementación la ideología de la salud, donde “mi calidad de vida” o “mi salud” está por encima de la vida de otras personas, ya sean estos los ancianos que viven en residencias, o los enfermos de países empobrecidos que no tienen acceso a vacunas por su acaparación inmoral en los países enriquecidos. Si por algo se caracterizado ésta crisis es porque ha dejado al descubierto la realidad. Han aparecido las grietas, las falsas certezas sobre las que se habían cimentado nuestras seguridades, las contradicciones, las debilidades y vulnerabilidades, las fragilidades, los cadáveres,… que constituyen lo más real del mundo en el que estamos viviendo y que han sido utilizadas para implementar reformas estructurales en beneficio de aquellos que la han provocado o la inducen directa o indirectamente.

* En esta crisis, las vacunas se han convertido en un elemento central para alcanzar la inmunidad global. De los estudios disponibles a fecha de hoy, podemos afirmar que las vacunas son eficaces ya que disminuyen los casos, las hospitalizaciones y las muertes por Covid-19. Las vacunas son seguras a corto plazo (aún con efectos secundarios detectados). La inmunidad que generan las vacunas no es permanente ya que disminuye progresivamente con el tiempo (faltan datos para establecer ese proceso temporal de pérdida de inmunidad) y además la reducción de la transmisión atribuida a las vacunas (inmunidad de grupo) demostrada en variantes previas no se aprecia en la misma medida con la variante Delta. Por lo tanto es recomendable la vacunación y seguir manteniendo las medidas de higiene como si uno no se hubiera vacunado.

* Pero las vacunas no son la panacea. A menos que se diseñen políticas y programas para revertir injusticias y desigualdades,  no importa cuán efectivo sea un tratamiento o cuán protectora sea una vacuna, la búsqueda de una solución para el covid-19 puramente biomédica fracasará. Vivimos en un un mundo globalizado donde no es posible garantizar ninguna inmunidad de grupo sin una estrategia de salud global. Esta estrategia pasa por obtener altas tasas de vacunación en todos los países del mundo, reforzar los sistemas sanitarios de los países empobrecidos, realizar cambios radicales en favor de modelos económicos justos y tener una clara voluntad política en favor de los más afectados por esta crisis.

* Ante esta crisis, podemos seguir sosteniendo un mundo que se alimenta del desprecio de la dignidad inalienable de todos los seres humanos. O podemos trabajar, desde abajo, al lado y junto con los millones de descartados de este sistema desde la solidaridad y la autogestión. Es necesario colaborar para poner en marcha realidades de orden institucional fraterno, orientado por el Bien Común de todas y cada una de las personas.