Tristeza, depresión, suicidio, suicidio asistido, cerebro

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Por José Luis Velayos (Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa). Enviado el 25 de marzo de 2021.

El problema es grande: se suicidan al día unas 2000 personas (unas 80 personas al día).

Constituye  una paradoja la coexistencia del instinto de conservación de la propia vida, que es muy fuerte, y las ideas de autolisis, de suicidio. Es totalmente antinatural el llamado “suicidio asistido”.

¿Sucede en el suicidio una alteración del concepto que uno tiene de sí mismo, es decir, una alteración del amor a sí mismo? ¿Es quizá una consecuencia de pensar más en sí mismo que en los demás? En este sentido, ¿es provocado por el aislamiento del individuo, por soledad, por falta de relaciones, falta de ideales? La inactividad, ¿puede llevar a tal enajenación?

¿Qué le pasa por la cabeza al suicida? ¿Qué trastornos son los responsables de tal decisión? ¿Es totalmente libre? ¿Hay causas materiales, somáticas, mentales? En algún estudio se han observado valores de colesterol en los suicidas menores que en los individuos normales.

¿Qué zonas del cerebro tienen que ver con el instinto de conservación?

Probablemente en la depresión se afecta el hipotálamo, con sus centros de la saciedad y del apetito, lo que explicaría las alteraciones alimentarias que se suelen observar en la misma; se afecta también el cuerpo estriado (que explica el cansancio concomitante), la corteza orbitofrontal (con alteraciones emotivas importantes), etc. La corteza prefrontal del lóbulo frontal, muy desarrollada en el humano debe de estar alterada en estas situaciones. No en balde esta zona de la corteza cerebral tiene relación con la planificación y previsión de la conducta.

En la depresión hay una disminución del nivel de serotonina (llamada “hormona de la alegría”), neurotransmisor segregado por los núcleos del rafe del tallo cerebral o tronco del encéfalo. El locus coeruleus, también situado en el tallo cerebral, segrega noradrenalina; y conecta con múltiples áreas que reciben la influencia de la serotonina. En la depresión hay un desequilibrio en la serotonina, pero, visto el asunto de forma unitaria, hay un trastorno en el balance global y equilibrio de la tasa de neurotransmisores. Y se puede decir que la alteración del nivel de neurotransmisores es una consecuencia, pero también es causa de las modificaciones de los estados de ánimo.

El estado de salud corporal también influye en el ánimo del sujeto, así como las convicciones, su religiosidad, su sociabilidad, sus aficiones, etc. El individuo enfermo, el anciano, y también el descreído propenden más a la depresión; y los dolores corporales pueden ser fuente de desánimo. Por otra parte, el sujeto deprimido percibe con más fuerza emotiva el dolor y la enfermedad.

Con la edad, es más frecuente la depresión. Las depresiones son muy poco frecuentes en los niños; y es que los niños son más vitales que los jóvenes, adultos y ancianos.

Una de las causas de la depresión podría estar en los medios de comunicación, ya que, cuando dan noticias abundantes o bien subrayadas de forma excesiva, referentes a hechos luctuosos, influyen de forma importante en las tendencias suicidas; se provoca así un incremento en el número de intentos y actos suicidas.

En Italia se ha observado que después de grandes catástrofes, como son los terremotos (comprobado en el norte del país), aumenta el número de suicidios.

El amor es uno de los más potentes remedios contra la tristeza, porque el amor se vierte hacia los demás, pone en segundo plano el propio yo. Esto explica que los enamorados estén normalmente alegres, con muchas ganas de vivir. Y el amor de Dios, la oración, el trato con el Creador, es fuente de alegría, pues Dios es alegre. Se puede decir que la oración es el gran “quitapesares”.

Paradójicamente, es posible llorar a causa de la tristeza, pero también se llora de alegría.

Siempre asombrará el acto heroico de San Maximiliano Kolbe, que en el campo de concentración nazi de Auswicht ofreció su vida a cambio de la de un preso, hombre éste casado y con hijos.

Dar la vida por los demás, en aras de un ideal noble es una gran muestra de amor, contrario a la depresión y la tristeza. El mayor ejemplo es el de Cristo, que, clavado en la Cruz, dio su vida por la felicidad de la Humanidad. En cambio, en el suicidio, salvo alteraciones mentales, suele dominar un falso amor a sí mismo.