Por José Luis Velayos. Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa. Enviado el 7 de octubre de 2022.
Solidaridad, fraternidad, amistad, desprendimiento.
Desde la aparición del sindicato polaco Solidarnosc, “Solidaridad” (fundado en 1980 por Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz) tal palabra se ha hecho corriente. Y ser solidarios está muy bien visto.
Solidaridad es unidad, abrazo, comprensión. Es empatía, acompañamiento, gozar con el bien de los demás, entristecerse con las desgracias ajenas. La solidaridad es contraria a la envidia.
La amistad, emparentada con la solidaridad, significa querer el bien a otra persona, que no puede ser temporal, sino permanente, con más razón si se trata de la amistad matrimonial. La fidelidad es para siempre, no para un tiempo. Por eso, si un hombre y una mujer se unen con idea de divorciarse si las cosas van mal, ahí no hay amistad matrimonial, no hay matrimonio, no hay solidaridad.
Ser solidarios también significa fraternidad. A este respecto, todos los seres humanos somos hermanos, porque tenemos el mismo Padre; somos criaturas de Dios. De ahí que el ser humano es digno del máximo respeto. No son explicables (no son justificables) el aborto, los maltratos físicos o mentales y la eutanasia, pues con tales actuaciones se ataca a la vida de seres humanos, de hijos de Dios.
Solidaridad también quiere decir desprendimiento, darse a los demás, y especialmente si se trata de seres humanos necesitados de amor, de amistad, de dinero, de consuelo, de acompañamiento. La pobreza interpela. No basta con la “caridad” de unos euros. Se trata de “la imaginación de la caridad”, como dice Mons. Fernando Ocáriz.
Defraudar al Fisco es falta de solidaridad. Tampoco es solidaridad robar para ayudar a los necesitados. No es solidaridad dar “calderilla” a la Iglesia. Tampoco lo es la indiferencia ante los problemas del prójimo (prójimo es sinónimo de “próximo”).
El buen funcionamiento del encéfalo en alguna medida favorece la práctica del desprendimiento, de la fraternidad, la amistad, la solidaridad. Una disfunción cerebral puede perturbar tales actitudes. En este sentido, dentro del cerebro, es importante el sistema límbico, constituido por estructuras corticales y profundas o subcorticales, muy relacionadas con los vegetativo, lo visceral, lo emocional.
Otro factor a considerar es la edad. La madurez puede en muchos casos dar consistencia a tales actitudes, las cuales constituyen verdaderas virtudes. Pero, independientemente de la edad, es solidario el que es amigo de sus amigos, el que tiene un “buen fondo” y ayuda a los demás sin egoísmo, el que3 sabe compadecer.