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Por José Luis Velayos, Catedrático Honorario de Anatomía y Neuroanatomía de la Universidad de Navarra. Catedrático Honorario de Neuroanatomía de la USP CEU. Catedrático de Anatomía en la Universidad Autónoma de Madrid.

La pasión por la libertad es uno de los signos positivos de nuestro tiempo. La libertad es el mayor don del hombre. Por la libertad, el ser humano puede elegir entre el bien y el mal; y eligiendo el bien hace un uso adecuado de la misma; pues así como el ojo es para ver, la libertad está dirigida al bien.

En el animal, la relación de un objeto con una imagen o un gesto no es sintaxis, es simplemente reflejo, incluso condicionado. La uniformidad en el obrar de los animales tiene que ver con los instintos, ya que siguen de forma necesaria lo que les indican los mismos.

El hombre, en cambio, puede dominar la esfera inferior, puede salirse del presente y proyectarse hacia el futuro, pues conoce que conoce, piensa que piensa.

Son actos del hombre, por ejemplo, la digestión, la presión arterial, el metabolismo de los hidratos de carbono, los ensueños que acontecen durante el sueño, etc., es decir, actos en que no interviene la voluntad. En cambio, son actos humanos los que se realizan libremente, voluntariamente; aquellos en los que el hombre toma una decisión.

En condiciones normales el ser humano, para poder ejercer su libertad, tiene que estar consciente. A este respecto, no hay una explicación neurocientífica definitiva de cómo se produce la consciencia, a pesar de que existen zonas en el encéfalo que intervienen en la elaboración de la misma. En consecuencia, no se puede ejercer la libertad en el sueño, en el estado de coma, en el Alzheimer, etc.; y la libertad está cercenada en situaciones de miedo, de coacción, de amenaza, en la embriaguez, etc.

Cuando un animal aprende una acción y luego la olvida, se dan cambios estructurales neuronales. Trasladado este hecho al cerebro humano, puede afirmarse que la actividad mental influye en la bioquímica y morfología neuronal. Podría ponerse en relación con este asunto la frase de Cajal: «Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro, y aun el peor dotado es susceptible, al modo de las tierras pobre, pero bien cultivadas y abonadas, de rendir copiosa mies».

Por eso, se puede decir que los actos humanos, libres, dejan su impronta en el cerebro.

En base a los estudios del Premio Nobel Sperry, se asume que en el hemisferio cerebral derecho se desarrollan las funciones que requieren una visión intelectual sintética de muchas cosas a la vez, y en el izquierdo se desarrollan la funciones que precisan un pensamiento analítico y elementalista. La conexión de ambos hemisferios permite una función globalizadora, sistemática y continua, que discurre prácticamente en simultaneidad. Se suele admitir que el hemisferio derecho interviene en la elaboración de los elementos subjetivos y emocionales, además de la creatividad; y el izquierdo tendría que ver con el pensamiento lógico, verbal y analítico. Por lo tanto, ¿podría decirse que el hemisferio cerebral izquierdo tiene más relación con los actos libres que el derecho?

Y el proceso voluntario (un movimiento concreto, por ejemplo), según Libet, empieza 400 milisegundos antes de tener consciencia del mismo, y el darse cuenta del mismo sucede 150 milisegundos antes de iniciarse el acto voluntario. Es una actividad que se registra fundamentalmente en el área motora suplementaria del lóbulo frontal. En este sentido, podría pensarse que el hombre no es libre. Pero se trata, sin embargo, en estos experimentos, de actos motores puntuales, particulares; en cambio, los actos más complejos no se explican tan fácilmente desde el punto de vista neurológico.

Para ejercer la libertad es preciso darse cuenta de lo que uno hace, es decir, ha de haber atención. Para la atención es importante la corteza parietal derecha, que tiene que ver con la idea del propio cuerpo y del espacio exterior. Su lesión provoca la ignorancia («neglect») del lado izquierdo del cuerpo y del espacio exterior. En cuanto a la corteza prefrontal, muy desarrollada en el humano, sus lesiones hacen que haya un retraso en la consciencia de lo sensorial. La corteza prefrontal es esencial en la actividad global, unitaria, del sistema nervioso. Interviene en múltiples actividades, como por ejemplo, la planificación del futuro. Recibe información de todas las cortezas asociativas, de ahí su gran importancia. Su lesión entorpece la libertad.

Dice Reinoso: «En el cerebro de las diferentes especies, y en el caso del cerebro humano en relación con el de otros mamíferos, existen diferencias anatómicas, funcionales, genéticas y de desarrollo que son necesarias para configurar tipos neuronales específicos y esencialmente complejas redes neuronales que le son propias. Por añadidura, además de todas las grandes diferencias neurobiológicas con el cerebro de otros seres vivos, el cerebro humano tiene característica específica de ser humano«.

Es oportuno citar la frase del Evangelio: “La verdad os hará libres”, y la afirmación de San Pablo: “Vuestra vocación es la libertad” (Gal 5, 13).

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