Por José Manuel Belmonte, Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 24 de abril de 2019
Debate teóricamente es una discusión en la que varias personas exponen sus diferentes puntos de vista sobre un tema que puede interesar.
En España, sobre lo que interesa a los ciudadanos, no hay debate. No hay debate porque no interesa; lo que interesa a la sociedad, no interesa a los políticos ni a los medios, -ni públicos ni privados-, que de ellos viven.
En España los pueblos se vacían y se cierran, pero llegan millones de personas jóvenes y sanas, las meten en ciudades, sin trabajo y sin medios, pero… con todos los derechos. Y…sobre ellos y su futuro, no hay debate.
En España, se vacían de sucursales bancarias los pueblos y ciudades, mientras los políticos callan. Ellos se apresuraron a «darles» miles de millones (y nada han devuelto), pero de eso no hay debate. Tan solo en Castilla-León 1.777 municipios no tienen ya ninguna.
Un año y medio después del 1-O, salen 4 empresas cada día de Cataluña, pero eso no exige un debate. El debate sobre la libertad, la tolerancia, el trabajo, la educación, la lengua y la convivencia, ¿no interesa?. Según los medios y quienes deciden, lo que interesa a España… son «los pactos». Lo que nadie aclara.
En España, el tema del agua, el de la educación y la sanidad, siendo claves porque interesan y preocupan a todos, sigue sin resolverse. Sobre esto sí hay debate, pero…¡en la calle!
Y también está en la calle, la preocupación por el medio ambiente. Dice el naturista Joaquín Araujo, que es «la mayor equivocación en la historia de nuestra especie». ¿Qué grupo, político, qué medio, ha incluido en su programa un debate, una dotación presupuestaria y una acción decidida para concienciar y mejorar el medio ambiente y revertir la contaminación y el cambio climático?
Hay un debate inacabado en la sociedad que es el de «la vida», al que ahora quieren añadir, «la muerte digna», y «las enfermedades raras». Hay mucha confusión, al hablar de derechos. Ni el Constitucional ha entrado en el debate. Tal vez, «si enseñamos a los niños a aceptar la diversidad como algo normal, no será necesario hablar de derechos, ni de inclusión, sino de convivencia».
En España, el paro (juvenil sobre todo), la creación de empleo, la garantía de las pensiones, siguen, legislatura tras legislatura sin ser abordados con criterio, por los representantes del pueblo. Hace ya tiempo que, la Directora gerente del Fondo Monetario Internacional, dijo que «había que hacer algo ya». Pero, ahora, sin debate, hacen sus «promesas» en sus cartas, los partidos.
En el siglo XXI, después de la experiencia vivida de las autonomías, ¿no ha llegado la hora de cortar de raíz la corrupción? ¿Debate?
Parece que no, ya que, copio textualmente: «para estas elecciones de abril, el programa de los que quieren romper con el consenso constitucional defiende el federalismo asimétrico que solo beneficia a las regiones más ricas y segregadores; ampara un supuesto e inexistente derecho a decidir; apuesta por la subordinación de los derechos de las personas en favor de los supuestos derechos de los territorios; promueve la sumisión total del Estado a las comunidades autónomas, a las que, de facto, las convierte en Estados paralelos; propugna el control total y absoluto de los medios de comunicación y coarta la libertad de expresión y las relaciones sociales al más puro estilo totalitario orwelliano, con fortísimas multas administrativas a quienes se muestren políticamente incorrectos en asuntos como la memoria histórica, la ideología de género, el animalismo, la inmigración…» [enlace].
Existen leyes universales, -reconocidas o no- que dicen que nadie, ni personal, ni familiar, ni socialmente, recoge lo que no ha sembrado. O…tal vez, lo estamos viendo y recogiendo, en sentido negativo: adoctrinamiento, violencia, odio, intolerancia, vandalismo, okupación, etc.. Por eso, un minuto de silencio debería servir para apoyar un gran debate sobre la convivencia. ¿No sería éticamente necesario y hasta urgente?
¿Estamos equivocados o falta educación? Veamos lo que en su día reafirmaba el escritor…
Y sin embargo, por unas razones o por otras, tanto los políticos como los medios, llevan ya tiempo hablando de debates. ¿Quién debate? ¡Los políticos! Un debate ¿por o para «los indecisos»? ¿Es lo que necesita España o es otra pantomima más?
Recordemos que una pantomima, según el diccionario, es: «Engaño o fingimiento para ocultar una cosa«; «Representación teatral en la que los actores no se expresan con palabras, sino únicamente con gestos«. ¿Por los indecisos? ¿Los hay?
Muchos periodistas, políticos y programadores de campaña, abusan del concepto «indecisos», porque les interesa. Pero no deja de ser un «conjunto vacío», incuantificable, o inexistente. Es decir, una muletilla para decir que piensan en los ciudadanos, cuando en realidad, es «un engaño para tapar sus carencias».
Fernando Ónega, se preguntaba por qué en la última semana, antes de las elecciones generales, hay tantos supuestos indecisos. Y respondía: «Que haya tantos indecisos dice algo de la mala calidad de los líderes»; tal vez se explicaba, porque todos los partidos «dan algo de miedo».
¿O asoman demasiado los egos y por eso no convencen?
Por si no lo supieran por las encuestas, (que lo saben, incluso por las manipuladas), cada votante recibe la carta de cada uno de los partidos en su casa, en la que siguen prometiendo ilusión, progreso y paz.
Hay incluso, trabajos universitarios que hablan del «Análisis del comportamiento de los indecisos en los procesos electorales«. Pero todos sabemos que la decisión del voto, como la paz, empieza en uno mismo y va de dentro afuera. No al revés. Se vota con la voluntad y con el deseo de contribuir y construir la paz o el futuro en paz.
El votante, es un ser adulto, y no debería ser manipulable desde fuera, porque también piensa en el futuro con igualdad de oportunidades para todos. En ese sentido se pueden preguntar si es razonable meter su voto sobre un polvorín.
La democracia, de todos modos, depende más de los convencidos que de los indecisos. Las elecciones deben servir para procurar el bien de todos, desterrar los miedos y, buscar la estabilidad que permita la paz y el progreso de este país: España.
Quienes pueden debatir deberían ofrecer ideas y programas, más que confrontación entre egos, colores políticos, imposiciones ideologías o exclusiones.
Y… que se cambie la fórmula electoral de asignación de escaños. Porque según muchos entendidos: «vivimos en una herida electoral perpetua».
La llamada Ley D’Hondt, sistema utilizado en España desde la Transición, se hizo para apoyar y defender a los grandes partidos. Cierto que proporciona una sobrerrepresentación a las provincias más pequeñas, pero ofrece demasiados escaños a partidos que solo se presentan en sus autonomías. De este modo, los nacionalistas, siempre obtienen más escaños, con menor número de votos, que los pequeños partidos que se presentan a nivel nacional.
Ello, se traduce por un lado, en una discriminación de los votantes y, por otro, aún con más número de votos, les impide actuar como partido bisagra, puesto que ese papel lo ocupan, los nacionalistas. De ese modo se protegía al PP y PSOE, y se contentaba a los nacionalistas, con quien en los pactos, siempre salían beneficiados.
¿Es mucho pedir que se cambie esta fórmula, por respeto a los votantes? ¡Gracias!
NOTA:
1.- Esta Ley electoral, se hizo para proteger a los grandes partidos y sus coaliciones, a pesar de ser injusta. Está vigente. Con mayorías absolutas, «los de arriba» no pudieron o no quisieron cambiarla. Y…como se sienten cómodos, van a seguir defendiéndola, porque lleva 40 años de vigencia.
2.- La Encuesta Electoral de Tezanos, basada en esta Ley, tiene sentido, aunque no guste.
3.- Con ella, se producirá algunos trasvases de votos, pero partidos pequeños con un importante número de votos en todo el territorio, como UPYD, -pero como lo que cuenta es el número de escaños-, han pasado a ser casi irrelevantes.
4.- Cambiar esa Ley interesa al pueblo, en general. Muchos votantes son cada vez más conscientes de que esa situación debería cambiar por la injusticia que encierra.
Pero los grandes partidos la utilizan porque les favorece y se encargan de recordarlo con sus apelaciones al «voto útil». Así que votar a opciones minoritarias en muchas circunscripciones tiene escasa o nula repercusión en los resultados, si no es masivo. Un partido que tiene repartidos sus votos en muchas circunscripciones (partido nacional) puede obtener menos escaños, que un partido con mucho apoyo en una sola provincia, como los partidos nacionalistas. Estos y sus coaliciones en esas pocas circunscripciones son muy rentables en escaños, futuros pactos y las consiguientes repercusiones económicas.
Si no se produce una masiva iniciativa legislativa popular para que se cambie, políticamente cambiarán muy pocas cosas, porque los partidos grandes y los nacionalistas, tienen el poder, ya que suman la mayoría de escaños.
Los milagros existen, pero las leyes humanas no cambian solas.