La banalización de la vida del “nasciturus”
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La vida y la muerte.
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Por José María Montiu de Nuix, socio de CiViCa, sacerdote, doctor en filosofía, matemático. Publicado en Exaudi Vatican News. El 21 de febrero de 2023.

No raramente empezar una reflexión con una mirada a la antigüedad grecolatina resulta muy sugerente, aporta claridad. Pues bien, la mitología romana nos habla de Saturno. Quién, devoraba a sus hijos. Lo pintó magistralmente Goya ¡Es terrorífico! Pero el terror, no está limitado a esos tiempos lejanos. Los últimos siglos han conocido tres caras del terror: la ideología abortista, el comunismo de Stalin y el nazismo de Hitler.

Estas tres ideologías coinciden en varios aspectos. Así, niegan que las personas humanas sean iguales en dignidad. Un elemento común de todas ellas es que deciden quiénes tienen derecho a vivir y quiénes no. Para Hitler, no tienen derecho a la vida los judíos. Para Stalin, los religiosos cristiano católicos no merecen vivir. Para el abortismo, el niño concebido y aún no nacido, el nasciturus, no tiene derecho a la vida. Las tres, han causado millones de muertos. Todas ellas dicen relación al poder o al negocio. Las tres corrientes coinciden en la irracionalidad, en entrar en contradicción con la razón, en romper con ésta. Por lo mismo, sus dirigentes no necesitan poseer preparación intelectual, basta con que sirvan a su ideología.

Por Europa, y por otros lugares, desde hace tiempo, se va propagando una nueva mentalidad, la cultura de la muerte. Defensora, ésta, de hechos siempre reprobables, y tan graves, como el aborto y la eutanasia. Científicamente es totalmente claro que el ser humano tiene derecho a la vida desde el momento de su concepción, -el cual es el mismo instante de la fecundación-, hasta su muerte natural. Las leyes del aborto posibilitan no sólo quitar la vida de muchos, sino hacerlo practicando una gran violencia. Es la canonización de la tortura y del asesinato. La píldora del día después, si una está embarazada, causa el aborto. A todo esto, se unen los servicios de desinformación, los cuales llaman no abortivos a productos que sí lo son. No son pocos los que no han empezado abortando, sino que después de un período de usar mal del matrimonio, con actos de unión conyugal no abiertos a la vida, mediante la contracepción, -condenada en la gran encíclica “Humanae vitae”-, se han decidido a dar un paso más, esto es, a abortar. Además, la revolución del lenguaje corona todo esto: al bien le llama mal y al mal le llama bien. Así, al gran retroceso que supone el aborto, le llama gran progreso y progresismo; a matar al más vulnerable, el nasciturus, le llama política a favor de los pobres; etc.

Cuando en una sociedad se llega a leyes como las del aborto y de la eutanasia, que van directamente y fuertemente contra los más vulnerables, pueden esperarse tantos y tantos delirios y fiascos. La demagogia política tiene muy claro que quién tiene a la juventud, tiene el futuro, y, por lo tanto, el poder. La demagogia piensa que el medio principal para poder servirse de los jóvenes, y dominarles, consiste en exaltar sus pasiones sexuales para esclavizarlos y para adormecer sus inteligencias. La demagogia política promueve la exacerbación de las pasiones sexuales, y todo tipo de desorden sexual, a cambio de lo que verdaderamente les interesa, los votos. Pero, evidentemente, tanto desorden sexual es fuente de los peores delitos sexuales. Después de promover la causa de los delitos, manifiestan lamentarse de lo que así han causado, y hablan de tolerancia cero. ¡Esto parece hipocresía! Lo que sí es claro es que lo que se quería era los votos. En España, existe un ministerio de igualdad. El mismo está caracterizado por promover constantemente lo que es contrario a la igualdad de las personas. Así, ha promovido la ley del “sí es sí”, la cual ha favorecido a los violadores, en detrimento de las mujeres. También ha sido gran propulsor de que el 16 de febrero, a las puertas del carnaval, como si de un acto de burla se tratara, el Congreso de los Diputados de España haya aprobado definitivamente una ley trans y una ley de ampliación del aborto. Es curioso que en un mismo día se aprueben leyes de sentido tan diverso. Así, la del aborto ha satisfecho a las feministas más radicales. Mientras la ley trans ha dejado supernerviosas a todas las feministas, al ser una ley tan contraria a la mujer y a todo tipo de feminismo. Claro que cuando sólo interesa la ideología, y los votos, y no la verdad, no importa que a la vez se apruebe el sí y el no, una cosa y su contraria. Al igual que no le importó al actual Tribunal Constitucional defender que algunos no tienen derecho a la vida, todos los que sean nasciturus, y, al mismo tiempo, con la constitución española, que todos los seres humanos tienen derecho a la vida.

Ambas leyes, la del aborto y la trans, tienen notas comunes. Una de ellas, favorecer que no haya reflexión en el aborto y en el “cambio de género”. Evitando la reflexión, se procura echar de cabeza a la gente al aborto y al cambio de sexo. No sea que piensen, y procedan de otro modo ¡Su libertad no interesa a ciertos políticos! No tiene sentido reflexionar, cuando sólo interesa ser esclavo de una ideología. Otra nota común, es ser una ley apisonadora. Esto es, ser una ley para la que no importa el pensar de los padres. Esto va más allá de una dictadura, es un totalitarismo. Más aún, es un totalitarismo muy malo. Aunque, puestos a falsear la realidad, le llamen democracia.

El silencio de los buenos permite que progrese el mal. La cuaresma es un tiempo que invita especialmente a la conversión. Ante el avance de la nueva mentalidad todo cristiano ha de convertirse en un valiente defensor del derecho a la vida y de que el ser humano no es lo mismo que un animal irracional, por lo que no tiene sentido la vuelta a la jungla. Además, las leyes cacharro, como las del aborto, de la eutanasia y la trans, tienen los pies de barro, como la estatua de Nabucodonosor, que se derrumbó estrepitosamente. La historia da muchas vueltas.