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Por Roberto German Zurriaráin,  Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en  Blog de  Roberto Germán  Zurriaráin el 29 de Abril de 2017.
 
Es verdad que hoy mucha gente y en muchos medios de comunicación social hablan de la “calidad de vida”, refiriéndose especialmente a la gente mayor, a los enfermos…. En esta dirección las preguntas serían: si algunos enfermos han nacido o viven con una serie de limitaciones, ¿dónde queda su “calidad de vida”? Además, ¿qué se entiende por ella?, ¿qué características o componentes la integran?, ¿quiénes pueden hablar de “calidad de vida”? Si hay grados de “calidad de vida”, ¿quién determina su contenido? Estas preguntas y otras muchas significan que el término “calidad de vida” resulta, por lo menos, problemático. Lo que tiene que quedar muy claro es que no hay que identificar ni confundir la “calidad de vida” con la dignidad humana. Son términos muy distintos.

Por Roberto German Zurriaráin,  Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en  Blog de  Roberto Germán  Zurriaráin el 29 de Abril de 2017.

Es verdad que hoy mucha gente y en muchos medios de comunicación social hablan de la “calidad de vida”, refiriéndose especialmente a la gente mayor, a los enfermos…. En esta dirección las preguntas serían: si algunos enfermos han nacido o viven con una serie de limitaciones, ¿dónde queda su “calidad de vida”? Además, ¿qué se entiende por ella?, ¿qué características o componentes la integran?, ¿quiénes pueden hablar de “calidad de vida”? Si hay grados de “calidad de vida”, ¿quién determina su contenido? Estas preguntas y otras muchas significan que el término “calidad de vida” resulta, por lo menos, problemático. Lo que tiene que quedar muy claro es que no hay que identificar ni confundir la “calidad de vida” con la dignidad humana. Son términos muy distintos.
En caso contrario, si se identifican y confunden, caemos en el error. Que le hablen de “calidad de vida” a los que padecen deficiencias psíquicas o físicas graves de nacimiento, a los “postrados” en una cama, a los que padecen enfermedades degradantes del organismo, a los que sufren una ancianidad prematura o Alzheimer grave o una demencia seria (sea o no senil) o una enfermedad terminal… Hablar de “calidad de vida” en estas vidas humanas parece una broma de mal gusto. ¿Acaso se puede hablar de “calidad de vida” cuando se está refiriéndose a la vida de alguien que siempre ha estado enfermo, padece alguna deficiencia o síndrome? …, ¿qué se hace con los que nunca han gozado de “calidad de vida”? O por el contrario ¿solo pueden hablar de “calidad de vida” quienes gozan actualmente de salud o han disfrutado de salud y, en este momento, no la tienen o saben que, en un futuro, carecerán de ella?

Más que de “calidad de vida” se tendría que hablar de “control de calidad”, control que no es ejercido por el sujeto interesado, muchas veces inconsciente, débil, enfermo, sino por los que le rodean, es decir, por los sanos (médicos, parientes, Estado), por aquellos que pueden interpretar esa existencia como una carga.

Parece que los que están a favor de la eutanasia sostienen que la dignidad de cualquier persona humana la hacen depender de la “calidad de vida” de esta. Si el enfermo carece de “calidad de vida”, entonces, parece ser que esa vida no “merece la pena” vivirse. Y esta afirmación es errónea.

La vida del ser humano es inviolable per se y no puede ser entendida con grados de mayor o menor calidad que produjeran un déficit en su dignidad o entrar en el juego de las ponderaciones. La vida del ser humano no se pondera ni se valora, sino que se acepta y se respeta.

Si se entiende la dignidad humana en los términos que aquí se defienden no se podría hablar de una eutanasia digna. Serían términos contradictorios; un contrasentido. La eutanasia va en contra de la dignidad de la persona. Pero para los defensores de la eutanasia, la dignidad humana del enfermo se traduciría en el derecho a elegir libremente el momento de la propia muerte. Sin embargo, esta última aseveración tampoco es cierta, como se dirá a continuación. Reitero: nadie y nunca (en cualquier circunstancia o situación) un ser humano pierde su dignidad y ningún otro puede quitarla.

Sin embargo, los que promueven la eutanasia hablan de una “muerte digna”. Este concepto está ya tan manido que no dice casi nada. Abogan por elegir el momento de la propia muerte y se aseguran de que van a contar con quien esté dispuesto a ayudar o a realizar los actos necesarios para que la muerte se produzca.

Lo que tienen en común las personas que solicitan adelantar su final es que consideran que no tiene sentido seguir viviendo. Prefieren morir a seguir viviendo aquejados por una enfermedad grave, postrados todo el día en una cama, o sentados en una silla de ruedas…En definitiva, estas personas prefieren morir a tener que vivir así. Eso sí, necesitan de otros para llevar a cabo sus intenciones.

Por lo tanto, el verdadero progreso humano radica en un progresar en humanidad y se progresa si se reconoce la dignidad del otro en cualquier condición de salud, de enfermedad o de discapacidad psíquica o física.

CíViCa
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Ciencia | Cultura | Vida Asociación de Investigadores y Profesionales por la Vida.