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Por Juan Ezequiel Morales, Publicado en El Día, el 22 de abril de 2023 <8en Portada Ana Obregón, Telecinco)

Es interesante recordar una entrevista al filósofo Peter Sloterdijk, de la Universidad de Karlsruhe, el 18 de enero de 2006, efectuada en París, por Luisa Corradini, para La Nación. Desde 1999, con sus Normas para el Parque Humano y otras consideraciones que hacía con frecuencia, Sloterdijk fue categorizado por los políticamente correctos como un fascista, dado que señalaba el camino de la eugenesia como una posibilidad humana que, de una manera u otra, va a explotarse. Sloterdijk explica que la escuela, la Iglesia y el humanismo son técnicas de domesticación del hombre, donde la ingeniería genética y la clonación son inevitables. Sloterdijk dice: «El eugenismo forma parte del pensamiento moderno. Es la base misma del progresismo. El eugenismo es una idea de la izquierda clásica, retomada por los nacionalistas después de la I Guerra Mundial. Es el progresismo aplicado al terreno de la genética. Cada individuo razonable es eugenista en el momento en que se casa. Cada mujer es eugenista si prefiere casarse con un hombre que posee cualidades favorables en su apariencia física. Es el eugenismo de todos los días».

Corradini le interroga acerca de si el eugenismo, pues, no es fascista, y Sloterdijk explica: «Nunca existió un eugenismo fascista. Lo que hubo fue un exterminismo racista. Esa voluntad de matar nunca tuvo la más mínima relación con el concepto de eugenismo concebido como un medio de reflexionar sobre las mejores condiciones en que será creada la próxima generación. Los nazis se aprovecharon de algunos pretextos seudocientíficos para eliminar enfermos. Eso no tiene nada que ver con el eugenismo. Es un abuso total de lenguaje llamarlo así». La escandalización de filósofos momios, que se baten en estos temas entre la zaragata y el ditirambo, como Habermas, tiene una explicación, dice Peter Sloterdijk: «el fascismo de izquierda nunca fue revelado como lo que en verdad es. El antifascismo, como ideología dominante, se debe a que el fascismo de izquierda nunca hizo sus duelos. Sus representantes nunca confesaron lo que en verdad son. Acusando de fascistas a los fascistas de derecha ocultaron su propia calidad de fascistas, incluido el maoísmo, que fue el peor de los fascismos. Al lado de Mao, Hitler parece un loco y un neurasténico, un pobre personaje comparado con la envergadura fascista de Mao Tsé-tung».

En 1869, Friedrich Miescher, en la Universidad de Tubinga, se encontró con un precipitado, al que llamó nucleína, por haberlo extraído de núcleos celulares, y resultó, medio siglo más tarde, averiguarse que era el ADN. Pensamientos y descubrimientos comenzaban a surgir a borbotones, como si los acoplamientos de la tecnología con los sistemas de pensamiento empezaran, por sí solos, a producir logros. Entre 1919 y 1930, Albrecht Kossel y Phoebus Levene, descubrieron que la nucleína era un ácido desoxirribonucleico con las cuatro bases nitrogenadas, citosina, timina, adenina y guanina. Tras trabajos de Frederick Griffith, en 1928, y de Avery, MacLeod y McCarty, con el ADN, Rosalind Franklin, en 1952, logró tomar imágenes de Rayos X difractados que dieron la clave a James Watson y Francis Crick para, en 1953, descubrir el modelo de la doble hélice, con lo que el ADN y su función biológica quedaba inaugurado en el tesauro del homo sapiens a mitad del siglo XX. La técnica de Reacción en Cadena de la Polimerasa, que posibilita copiar fragmentos de ADN, se propuso en 1986 por Kary Mullis. En 1978 ya nació el primer bebé probeta, y la fecundación in vitro de humanos se extendió por el planeta. Con la tecnología del ADN recombinante se pueden introducir genes en organismos con la intención de convertirlos en fábricas que produzcan sustancias como la insulina o las vacunas, se varía la composición de la leche, o se modifican organismos genéticamente, convirtiéndolos en tejidos, órganos o seres vivos artificiales.

Hermann J. Muller estudió genética en Columbia, y descubrió, en 1927, los efectos mutantes de los rayos X sobre los genes, por lo cual recibió Premio Nobel. En 1933 se fue a la Unión Soviética, porque era un socialista convencido, convirtiéndose en genetista principal del Instituto de Genética de Leningrado. La locura científico-comunista de Stalin dio vía libre sólo a las teorías de Lysenko, a lo cual se opuso Muller, y estuvo a punto por ello de ser fusilado, pero urdió el solicitar permiso para ir a luchar a la guerra de España, y nada más llegar a Barcelona huyó a Edimburgo y luego a Indiana, renunciando para siempre al marxismo. En 1939 escribió The Geneticits’ Manifesto, donde propugnaba la eugenesia, enunciado que «cualquier madre, casada o no, o cualquier pareja» consideraría un honor tener hijos por inseminación artificial de semen de «hombres distinguidos».

Hoy día la manipulación de los genes de humanos y animales es imparable, y sus consecuencias ya no son alcanzables por las leyes que intentan moralizar la tarea tecnológica. En febrero de 1975 tuvo lugar la Asilomar Conference on Recombinant DNA, en Monterey, California, bajo la dirección del bioquímico Paul Berg, donde se intentó plantear unos principios guía para la manipulación del DNA. En 1996, en el Instituto Roslin, se clona con éxito a un mamífero, la oveja Dolly. La reciente técnica CRISP-Cas9, posibilita modificar ADN y, prácticamente, crear seres nuevos, quimeras (ya hay cerdos-humanos y ovejas-humanas, en embarazos interrumpidos), y se está a punto de poder generar hijos de homosexuales al convertir células epiteliales en células germinales que luego se insertan en un vientre de alquiler. Daniel Gray, cardiólogo en la Universidad de Minnesota, ha declarado: «Podemos hacer un animal sin corazón. Hemos diseñado cerdos que carecen de los músculos esqueléticos y los vasos sanguíneos». Steven Pinker, en un texto canónico publicado en The Boston Globe, señala que «dada esta potencial bonanza, la meta moral primaria para la bioética de hoy se puede resumir en una sola oración: Apártese del camino. Una bioética verdaderamente ética no debe atascar la investigación en trámites burocráticos, moratorias o amenazas de enjuiciamiento basado en principios nebulosos, como la dignidad, la sacralidad o la justicia social». Así que, entrar a juzgar un acto como el del alquiler de útero de una actriz española, Ana Obregón, se hace a partir de otros periscopios económico-políticos, y ya sabemos, como la frase tópica que se atribuye a Winston Churchill: «El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria», seguida de esta otra: «El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria». Por tanto, el ejercicio de la envidia y el reparto de la miseria es lo que ataca a Ana Obregón por parte de estos defensores de lo colectivo, pero la tecnología y la libertad ya corren imparables por otro lado.

Comentario de Nicolás Jouve (Catedrático de Genétoca, exmiembro del Comité de Bioética de España). No nos dejemos seducir por la imparable tecnología. En el Congreso de Asilomar. que menciona el artículo. se acuño el slogan de que «No todo lo técnicamente posible es éticamente aceptable«…

Particularmente prefiero la filosofía de Habermas a la de Sloterdijk, rendida a la tecnología y a la eugenesia sin reparar en las consecuencias… Me parece mejor la postura del Nobel de Medicina o Fisiología de 2002, Sydney Brenner que dijo: : «Los intentos actuales de mejorar a la especie humana mediante la manipulación genética no son peligrosos, sino ridículos». «Supongamos que queremos un hombre más inteligente. El problema es que no sabemos con exactitud qué genes manipular» […] «Solo hay un instrumento para transformar a la humanidad de modo duradero y es la cultura».  Abandonar  la dignidad, la sacralidad o la justicia social en aras de un todo vale, equivale a renunciar a lo más genuino del pensamiento y del comportamiento humano del que la ética y la racionalidad son elementos imprescindibles y necesarios, y la Bioética el foro imprescindible para establecer los límites de lo éticamente aceptable… y el freno necesario para que no se desboque lo que corre de modo imparable.