Entrevista a Justo Aznar, Director del Instituto Ciencias de la Vida, miembro de CiViCa. Publicado en Observatorio de Bioética, Instituto Ciencias de la Vida, Universidad Católica de Valencia, San Vicente Mártir.
Seguramente muchos recordarán lo dicho por la exministra del PSOE y actual asesora de la ONU Mujeres, Bibiana Aído, cuando afirmó que el embrión “es un ser vivo, no un ser humano” (ver AQUÍ). A juicio de Justo Aznar, Director del Instituto Ciencias de la Vida de la Universidad Católica de Valencia, la controversia que esta declaración suscitó podría solventarse afirmando que “un ser vivo de la especie animal humana, por su propia naturaleza, no puede ser otra cosa que un ser humano”.
Aznar prosigue afirmando que “la especie viene determinada por el genoma del individuo, aunque el individuo, cada uno de nosotros, es algo más que genoma, pues lo epigenético, influye decisivamente en conformar lo que cada uno de nosotros somos. Pero determinar la especie a la que pertenecemos lo define el genoma, y éste se constituye individualmente con la fecundación, tras la fusión de los gametos masculino y femenino, que nuestros padres nos aportan. Somos de la misma especie que ellos, y ellos que la de sus padres y abuelos, y así sucesivamente hasta nuestros primeros padres, ambos humanos. Por tanto, afirmar que el embrión, como ser vivo de nuestra especie, es un ser humano, estimo que no requiere ninguna ulterior demostración. Desde la fecundación y primera división celular, ese ser humano incipiente lo es por naturaleza y lo seguirá siendo en sus diversas fases de desarrollo hasta su muerte natural. Esta es, a nuestro juicio, una verdad biológica, que no requiere mayor demostración, y que solamente un infundado juicio, carente del más elemental sentido común, pueda tratar de negar”.
¿Cuándo se inicia la vida?
En opinión del doctor en Medicina y miembro de la Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana, “el más candente tema de debate en la moderna bioética es tratar de determinar cuándo se inicia la vida, esa que algunos no quieren llamar humana, pero que sin ninguna duda lo es. Así lo afirmaba, con acierto, Helen Pearson, en Nature, en 2002, cuando manifestaba “Your dignity from day one”, al referirse a unas interesantes experiencias del grupo de Zernicka Goetz, profesora de la Universidad de Cambridge, que habían publicado en un trabajo en el que demostraban que el cigoto, el embrión humano de una célula, es un ser organizado y vivo de nuestra especie”.
“Creo que los que defendemos la vida humana podemos deambular con paz por el proceloso mar de las discusiones bioéticas, pues nuestra afirmación de que la vida humana empieza con la fecundación y primera división celular, estimo que es incontrovertible, afirmación que hace suya la Iglesia Católica, por lo que los católicos podemos estar seguros que caminamos por un sendero que no solamente es moral, sino que también está construido sobre las más seguras bases científicas”.
“Otra cosa es que algunos a ese embrión temprano, quieran negarle sus prerrogativas de ser humano vivo, para así poder manipularlo o incluso destruirlo, sin ninguna responsabilidad ética. No hay que olvidar que desde la fecundación hasta la consolidación de la implantación, aproximadamente en el día 14 de vida del embrión, se dan los mayores ataques a la vida humana, pues en esa corta etapa de tiempo es cuando el embrión humano puede ser destruido por técnicas tan utilizadas como: la contracepción, el uso de la píldora del día después, la fecundación in vitro, el diagnóstico genético preimplantacional, la producción de líneas celulares embrionarias humanas, la clonación etc… Es por ello, por lo que muchos han luchado, y creo que seguirán haciéndolo, para negar a ese incipiente ser su carácter de humano y así poder destruirlo sin trabas morales”.
La inviolabilidad del embrión humano
“Claramente se puede afirmar que la vida de un ser humano se inicia con la fusión de los pronúcleos, masculino y femenino, es decir con la fecundación, y que por tanto ese embrión primigenio es merecedor de todo el respeto que a todo ser humano adulto se le debe, lo que consecuentemente condicionará que cualquier manipulación del embrión humano temprano no dirigida a su propio bien, y especialmente su destrucción, sea éticamente inaceptable.
Pero, a nuestro juicio, aún hay otro argumento si cabe más definitivo para defender la inviolabilidad del embrión humano temprano, que es que la vida humana es poseedora de tal dignidad, consecuencia directa de su propia naturaleza, que bastaría la duda de que ese ente biológico recién generado, el embrión, pudiera ser un ser humano para que hubiera que respetarlo incondicionalmente. Es decir, no sería ni incluso necesario que los que afirmamos que la vida humana se inicia con la fecundación pudiéramos demostrarlo, cosa que creo si hemos hecho, sino que los que defienden que ese embrión puede destruirse impunemente tendrán que demostrar que esa vida recién generada no es humana y esto, en lo que a mi conocimiento alcanza, no hay nadie que lo haya conseguido”.