La Federación One Of Us alerta de que legislar sobre la eutanasia es una irresponsabilidad política
15/05/2018
Winning Against Euthanasia
20/05/2018

Por José Luis Velayos (Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa).

La muerte es la separación del principio vital (llámese alma, psique) y del cuerpo, en la concepción filosófica clásica.

Para Schopenhauer, la descomposición del cuerpo en la muerte puede verse análoga a la eliminación de las heces, como una excreción. También se ha dado una definición muy impersonal de la muerte: es la extinción del sistema individual; o también: es la supresión del metabolismo.

Todo el mundo sabe que la muerte es personal. El hombre es el único animal que conoce que va a morir. Es hacia los tres o cuatro años de edad cuando aparece la angustia de la muerte. Tal angustia se atenúa o desaparece si se piensa que la muerte no es más que un momento de la biografía, biografía que continúa, de otro modo, pasado tal instante.

Es difícil definir la vida. Se puede decir que va asociada al movimiento, en todos los niveles: molecular y bioquímico, celular, orgánico, mental, espiritual. La muerte, por tanto, es ausencia de movimiento.

El comienzo de la vida es un instante atemporal, coincidente con la fecundación. El final de la vida, biológicamente, se considera como un proceso; pero lógicamente, la muerte, como algo preciso, definitivo, es un punto espaciotemporal de ese proceso, más allá de cual no habría retorno.

El hombre se encuentra en la vida, con la vida. No se la da a sí mismo. Se trata de una donación que recibe, que acoge sin más, continuamente, en su ser. Es un don que viene a ser generación (paternidad, maternidad), y con el don hay una acogida, que es la filiación. Por eso, el ser humano es hijo siempre (ahí está su raíz más profunda), y por lo tanto, el suicidio perturba, anula el sentido de filiación propio. El ser humano no es más que un administrador de su vida. Desecharla es ser mal administrador de la misma.

Ligados a los aspectos referidos existen en el hombre, como en todos los animales, dos fuertes instintos: el de la propia conservación y el de la conservación de la especie; los dos con un sustrato biológico muy determinado, incluso a nivel neurológico.

Un suicidio es por lo tanto algo antinatural. Probablemente, el suicida no esté en su sano juicio. La vida tiene una gran fuerza. Su más elemental asiento está en el tallo cerebral, donde se alojan los centros vitales de la respiración, de los movimientos cardíacos, de los reflejos más primitivos. Hablando con más exactitud, el aliento vital recorre todo el cuerpo, como elemento unificador.

¿Qué es el suicidio asistido? Se trata de un auxilio, una ayuda, generalmente de tipo farmacológico, a que un individuo termine con su vida. Son personas cansadas de vivir en las condiciones en que se encuentran, y que dicen que no quieren vivir. Realmente, no quieren vivir “así”; por eso, la solución es mejorar su calidad de vida, no ayudarles a terminarla. No es lo mismo “calidad de vida” que “la calidad de la vida”, pues la vida en sí es un valor de máxima calidad; sin vida, es imposible mejorar “la calidad de vida”.

Muchas veces, además del sufrimiento, el sujeto en cuestión está deprimido, y lo que necesita es ayuda humanitaria, calor humano, acompañamiento, cariño.

Aparentemente, el suicidio asistido  no es un asesinato. Estrictamente, no es eutanasia, pues es el sujeto en concreto el que  pretende ser el agente que elimine su propia vida. Sin embargo, también el suicidio asistido hace pensar en los “asesinos a sueldo”; es decir, en un asesinato perpetrado por personal sanitario pagado, asalariado; que en muchos casos no eliminan directamente una vida, pero facilitan su supresión, proporcionando al sujeto que pide su muerte determinados fármacos.

La eutanasia y el suicidio asistido, aunque sean legales, no son lícitos, no son éticos: un médico, una enfermera están al servicio de la vida; no es función de ellos su supresión, como tampoco lo es el quebrar la voluntad del enfermo para que termine con sus días, induciéndole al suicidio. Aunque no es lo mismo suicidio asistido e inducción al suicidio, sin embargo ambos hechos pueden coincidir.

En los Países Bajos están permitidos el suicidio asistido y la eutanasia; en Suiza, el suicidio asistido.

La opción por el suicidio, aun cuando se vea como algo bueno, e  incluso como una liberación, como manifestación de la libertad del individuo, lleva en sí una gran contradicción, pues sin vida no hay libertad, ya que la vida lleva implícito el bien de la libertad.

Pueden provocar la muerte sustancias inhibidoras del sistema respiratorio y/o del sistema cardiovascular, barbitúricos, hipnóticos, sedantes consumidos en cantidades excesivas, inyección de aire en una vena, inhalación de gas, y muchos más métodos (la imaginación puede desbocarse). No se les debe llamar medicamentos, pues no se utilizan para curar.

Pero, como decía Sócrates, el alma no puede ser envenenada por la cicuta.

CíViCa
CíViCa
Ciencia | Cultura | Vida Asociación de Investigadores y Profesionales por la Vida.