Por. José Mª Montiu de Nuix,doctor en filosofía, sacerdote, matemático, socio de CiViCa. Recibido el 11 de mayo de 2021.
El estado de la cuestión es el siguiente: no pocos organismos políticos actuales, nacionales e internacionales, muy influyentes, quieren imponer que se tenga como derecho algo que no es sino suprimir vidas humanas. Esto es, el aborto y la eutanasia.
Esto es un ejercicio de desmemoria histórica, un empeñarse en volver a tropezar con la misma piedra. En efecto: no podemos olvidar que las guerras mundiales se produjeron porque la libertad humana se había independizado de Dios. Esta falsa libertad empujó a la humanidad a la guerra. Ahora bien, si el ser humano se empeña en libertad tan desenfrenada como es tener como derecho poder suprimir tantas vidas humanas, mediante el aborto y la eutanasia, entonces, a quién podrá extrañar que haya guerras en el mundo y que pueda llegar una tercera guerra mundial. Es hora de dejar de estar anestesiados ante estos hechos que revisten suma gravedad en un mundo tan global.
Tras el horror y el escarmiento de las guerras mundiales hubo cierta conciencia de la necesidad de promover la paz, de evitar la violencia, de defender la vida, de reconocer los derechos del hombre vivo. Ahora parece que hasta se han olvidado de estos buenos propósitos de antaño. Pues, en el aborto y la eutanasia, lo que se promueve no es el triunfo de la vida sobre la muerte, sino al revés, el reinado de la muerte, revestida ésta con el manto de los derechos.
Si, con el filósofo Balmes, por civilización entendemos inteligencia, moralidad y bienestar, combinados y generalizados, ¿qué queda de civilización con los nuevos presupuestos? Si con Balmes entendemos que tiempos revolucionarios son tiempos en los que al mal se llama bien; y al bien, se le llama mal. La revolucionaria confusión entre el bien y el mal, por sí misma, sólo puede ser ocasión que tienda hacia la guerra. Pero, gran confusión entre el bien y el mal, es que haya derecho a la muerte.
Desde Aristóteles, por hombre se entiende “animal racional”. La razón se basa en la capacidad de aprehender la naturaleza de las cosas, lo que las cosas son. Este conocer la naturaleza posibilita la existencia de una lógica, un rigor intelectual, un discurrir verdadero. Poder conocer lo que las cosas son es algo que posibilita poder conocer objetivamente que es bueno y que es malo. Pero, cuando la política se impone a la razón, no reconociendo la existencia de la naturaleza de las cosas, ni, por tanto, que es objetivamente bueno o malo, hasta el extremo de considerar el aborto y la eutanasia como derechos, entonces, se ha llegado a perder la racionalidad hasta el punto de no poder esperar que los pueblos sean guiados por la razón, presupuesto de la paz.
Se sigue también que, porque en un mundo así se tambalean fuertemente las columnas de la civilización, urge que en la enseñanza a los jóvenes se conceda prioridad a enseñar lo que son las columnas de la civilización, ya que está en juego ésta, procurando así evitar el naufragio de los mismos