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Por José Luis Velayos. Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa. Enviado el 22 de marzo de 2022 (en portada: Archeological Reminiscence of Millet’s “Angelus,” 1933–35, Salvador Dalí.Photo: © Salvador Dalí/Fundació Gala-Salvador Dali/Artist Rights Society (ARS), 2015

¿Qué es el amor?

Es una palabra muy gastada, manoseada, distorsionada, devaluada, maltratada. No es lo mismo que empatía (Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, en su Tesis Doctoral, define la empatía como experiencia intersubjetiva). Amar es darse. El amor puede ir acompañado de recibir, pero su esencia es el dar, estando más en las obras, en las acciones, que en las meras palabras. Los animales no pueden amar; no está inscrito en su ser.

El amor que Dios tiene a los hombres es tan grande, de tal categoría, que les dio (les da) su propio Hijo: “Tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo Unigénito”, dice la Escritura.

También es amor la donación entre los esposos (se dan el cuerpo y el alma): “hasta que la muerte nos separe”.

Es amor el paterno-filial; y lo es también, aunque de categoría distinta, el amor de los hijos hacia los padres, el que hay entre hermanos, el de abuelos y nietos, etc.

También es amor la amistad, con los amigos, que al fin y al cabo es generosidad.

¿Qué es la vejez?

El proceso de envejecimiento es continuo, paulatino, si por tal se considera la progresión biológica que se da con la edad, con el avance de los años. El ser humano más joven es el óvulo recién fecundado; y sigue siendo humano (es hombre/mujer) cuando es anciano, achacoso, visto por algunos como inútil.

Perdemos unas 100.000 neuronas diariamente, poniéndose en marcha mecanismos de suplencia a partir de los 40 años, que aminoran los efectos del envejecimiento. El envejecimiento neural se inicia en el lóbulo temporal, y se extiende hacia amplias zonas del encéfalo, y como consecuencia, terminan por afectarse la memoria y la cognición en general. Aparecen lesiones en las neuronas y en los espacios interneuronales, que dan razón en parte de las manifestaciones psíquicas del envejecimiento. Tanto el ejercicio físico como el intelectual pueden enlentecer el proceso, debido en buena parte al incremento en la conectividad neural, y sobre todo por el aumento en el número de espinas dendríticas en las neuronas.

En la Biblia se habla de la gran longevidad de los Patriarcas, entre ellos, Matusalén (aunque los parámetros temporales que usan los autores no son como los actuales). Y se habla del anciano, como depositario de la sabiduría y de la sensatez.

Fueron (y son) ancianos influyentes en el mundo, entre otros, San Juan XXIII, que convocó el Concilio Vaticano II, San Juan Pablo II, que en su ancianidad escribió y viajó de forma abundante, Benedicto XVI, que ya anciano,  impulsó el diálogo fe – razón, frente a la llamada por él “dictadura del relativismo”, el Papa Francisco, que asombra con su prodigiosa vitalidad.

Y en cuanto a la política, hay que recordar a Adenauer, elegido canciller de Alemania a los 73 años, gobernando durante 14 años; al general De Gaulle, que rigió la República Francesa siendo ya provecto; a Biden, presidente de los Estados Unidos, cercano a los ochenta años; a  Isabel de Inglaterra, reina desde los años 50 del pasado siglo; y muchas más personas, que constituyen lo que se ha dado en llamar la gerontocracia o gobierno de los ancianos.

Por lo tanto, es difícil determinar cronológicamente cuándo empieza la vejez. Podría decirse que depende de muchas circunstancias y vicisitudes.

¿Se puede amar en la vejez?

En la vejez se apacigua e incluso se apaga lo instintivo, lo cual es una de las consecuencias del envejecimiento cerebral, y  en gran parte debido al declive hormonal. Pero como el amor (el verdadero amor) no tiene edad y no está encadenado a la pura fisiología, se puede (y se debe) amar en la vejez, ya que, como se ha dicho antes, el amor está más en dar que en recibir.

En la vejez se produce una esclerosis arterial; pero más que la vejez física, lo realmente preocupante es la “esclerosis mental, emocional”, que, por otra parte, puede darse en personas cronológicamente jóvenes. Realmente, es viejo el que no se atreve a amar. Solo es joven el que ama, sin condiciones, sin esperar recibir nada a cambio. En este sentido, una madre es siempre joven. Y hay jóvenes que parecen viejos y viejos que parecen jóvenes.

Como Dios no está esclerotizado, es eternamente joven. Dios, por definición, es Amor, es un Don perpetuo.

Bibliografía: “El envejecimiento cerebral”, de José Luis Velayos,  Editorial Digital Reasons.