Algo de mi viene de ti

Último pronunciamiento de la AEBI sobre la despenalización de la eutanasia y el suicidio asistido en España
25/01/2021
La nieve, copo a copo, ha indicado lo que falta
30/01/2021

Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 9de enero de 2021.

Mucho más de lo que puedo imaginar. Más de lo que puedes suponer. Más profundo y más íntimo de lo que nadie pueda ver, ni comprender. Desde siempre, desde antes que naciera y después de amanecer, hay algo que tengo, sin ser mío. Mucho. Cada día que vivo lo he vivido. Aunque no sea consciente de ello en cada momento.

Es para pensar, ya que también el pensamiento y las ideas, la palabra y lo que acontece en mi entorno, el camino y los pasos, la meta y las fuerzas que me impulsan a caminar o correr, de algún modo, vienen de ti y de todos.  Os lo debo. Soy deudor de todos. Os estoy agradecido.

Algo de mí, en el vacío profundo que se va llenando gota a gota, sin saber de dónde viene el agua,  ni de que manantial procede, o es rocío del desierto, perla de una estrella, que estaba  ahí antes que yo y… ha dejado caer una lágrima de luz.

No es un ensueño de nostalgia ni de melancolía; no lo puedo definir porque más que un momento, es algo dentro, que es de todos, pero también es mío. Nada tiene que ver con el espacio, ni siquiera con el tiempo. ¡Es!  Tan solo eso. ¡Es!  Todo eso.

Puede pasar inadvertido porque no tiene historia, o sí. Toda la historia no escrita y la escrita también, ha pasado en secreto silencio a ser vida. Sustenta todo, mis horas, mis días, mis logros y fracasos, tanto de ayer como de hoy. No se puede atrapar para prolongar los éxitos, ni detener para encontrar la razón o la causa de las debilidades. Es inasible.  Es más que yo, sin que se puede confundir conmigo.

Es un punto de unión de mi destino y el del mundo, desde lo más grande y lejano, galaxias, astros, universos e inmensidades y lo más etéreo, como el aire y la luz que me llega y respiro. En ese túnel del tiempo, en esa red, soy con todo lo que me rodea, vive y configura mi apariencia. La apariencia es un velo que engaña, porque debajo, detrás, más allá, está la esencia, atemporal, eterna, la vida.

Estáis y estoy en los átomos y las partículas elementales, que transmiten la luz, la energía, a partir de las cuales se ha formado todo y yo mismo. Algunas viajan a la velocidad de la luz y son casi indetectables.  La física ha tardado años en llegar a lo infinitamente pequeño, y sin embargo ya los antiguos filósofos habían abierto las puertas de la metafísica.

Todo en mi es más que el cuerpo, más que sexo, más que la yema en los dedos, más que los poros de la piel, más que los latidos, que van a su ritmo en mi pecho.

La sonrisa de un niño, la belleza en general, el arte, el amor y la música de alguna manera aceleran los ritmos de ese corazón; por contra, la tristeza y el dolor, sin conseguir detenerlo, lo retardan, lo resquebrajan y lo parten. ¡Qué misterio!

Si el infinito abarca todo en su unidad, también los componentes del pequeño ser que soy, son infinitos, distintos, múltiples, intercomunicados.

La piedra del camino, la tierra que sustenta los pasos, el susurro del viento en la rama del árbol, la yerba que se mece, la liebre y su camada, el ciervo o el corzo altivo, el aullido del lobo, el búho que vigila con un ojo cerrado y conoce todas las historias de la noche y la cambiante luna, son parte de mí, con las golondrinas y sus trinos, la cigüeña que se aleja y vuelve  al mismo nido, porque emigra.

Soy, o somos todos, poetas que buscan a tientas la palabra, la rima y el sentido del poema inacabado que empezamos al nacer, al misterio del vivir y la curva del retorno. ¿A dónde, cuándo?

Lo de fuera, con ser real y formar parte de mí, es generosidad libre, soledad materna, música callada y el silencio elocuente, y total donación.

Acaso la vida no sea nuestra, sino de todos, aunque al tenerla, creamos que es exclusiva. La felicidad que buscamos, como el amor de donde procede, tal vez la encontremos en todos y cada uno después de haberlo dado todo, hasta la vida.

Puede ser personal después de ser de todos, porque nuestro destino se funde con el de cada uno. ¿Será totalmente nuestra cuando sea de todos? Y será personal, cuando la materia que compartimos con los seres vivos, cuando la materia y ellos, sean respetados y amados como cada uno ama cada parte de su propio ser.

Y más allá del respeto, la naturaleza enseña que es preciso sembrar para cosechar, y en la sociedad es preciso dar para que algún día vuelva multiplicado a la persona altruista y generosa. Es la ley del esfuerzo y de la generosidad la que impone la ética y multiplica todo para todos, sin que nadie pase necesidad. En ella los niños son educados en el trabajo, la responsabilidad y la justicia.  Solo el aire, el agua y el sol son gratis. Porque son de todos. La era de paz y el arcoíris de la prosperidad llegará cuando el bien común no tenga que distribuir nada porque es tarea de todos y beneficio de cada uno.

Mi yo interior está en contacto con todo el universo y cuantos sin saberlo forman parte de mí. Intento saber más, del universo y de mí mismo, pero una extraña ceguera, me hace sentir que una presencia solapada está dentro, hace ser, da sentido. Acompaña todo lo que forma mi ser, y tal vez me impulsa a confiar y seguir.  Es como si el infinito sostuviera cada partícula, todo lo que acontece, late, existe y vive.

A veces creo que no está, porque el torbellino de la confusión está lleno de preguntas que no sé responder… hasta que vuelvo a sentir su paz, y  un estremecimiento recorre la columna de mi existencia y pienso que ahora  es un buen momento para ser feliz.

En todo caso, por haber estudiado en Francia, me gusta el «élan vital» de Berson, algo cercano a la conciencia. Una fuerza que impulsa la evolución y el desarrollo. Es cierto que la idea es muy anterior, pues los estoicos como Posidonio o Zenón de Elea hablaban de esa fuerza vital o principio de vida. Después, algunos como E. Minkowski lo denominan élan personal​, que nos mantiene en contacto con un sentimiento de vida, y en inglés, para Emerson, sería la «vital force«.

No somos únicamente materia y apariencia, sino también y sobre todo esencia y posibilidad. Creo que es una buena forma de agradecer, lo que tengo y me viene de la naturaleza y de las personas, familia, amigos y conocidos, que estáis ahí y con quienes intento vivir un año nuevo y un día más.  Aprender a convivir y saber que vivo de todos y con todos, es ser consciente como miembro de una especie y como persona con impulso infinito.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa