Por José Manuel Belmonte, Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 27 de julio de 2019.
¿Nada es lo que parece, aunque sea real? Creo que más de una vez hemos visto o nos han hecho ver que algo no es lo que parece, aunque sea real.
¿Todo es casualidad o no hay nada casual? Entonces, ¿somos realidad o magia?
¿Somos y viajamos por la vida donde lo imposible es posible? ¿Por qué tenemos que elegir entre una parte u otra de la disyuntiva, si no hay que elegir?
De los cuentos se aprende; tienen magia, cautivan y enseñan la filosofía de la vida. De esa fuente podemos beber todos.
La creadora de cuentos infantiles, en uno de sus «Cuentos de cacao«, Manuela Fernández, ha escrito el de «Marcos, el niño que no dejaba de mentir«. Sorprende y encanta. Véanlo.
Marcos, con la ayuda de un duende del bosque, camufla las mentiras con las cosas que sus padres le habían encargado y va saliendo airoso. Pero la magia del mago que envuelve las mentiras, es una deuda que cada vez se hace más grande y debe pagar.
La mentira, tiene repercusiones sociales. Por no llegar las cosas a su destino, generaron en otros seres, hambre y frustración. Un día pudo ver la realidad reflejada en el agua del lago, cuando el duende vino a cobrarle los favores. Sus mentiras tenían un efecto dominó.
La sabia autora de este cuento, hizo que el duendecillo encarnara la justa ley del karma, es decir, la energía trascendente que se genera a partir de los actos de las personas, y busca el equilibrio.
El duende le propuso a Marcos, trabajar para compensar a quienes había perjudicado con sus mentiras o acciones incorrectas. Como se trataba de cosas materiales, con su trabajo, debía provocar la reacción inversa. Tenía que ganar para compensar lo defraudado y dejar el dinero en el lugar adecuado para que pudiera llegar a los destinatarios.
Esa experiencia, no solamente le ayudaría a descubrir el mal que había causado, y dejar de mentir. Y al darse cuenta, aprendió que, haciendo el bien era mucho más feliz.
(Me vienen a la mente algunos puestos de trabajo que podría ocupar brillantemente la autora del cuento, en nuestra sociedad y… redundarían en beneficio de todos).
Aprovecho el relato del niño y sus mentiras, para avanzar un poco en esa caja de sorpresas. El relato sitúa a Marcos, en un mundo real, en un hogar no lejos del pueblo, pero cercano al bosque. Es un mundo físico que percibimos por los cinco sentidos; podemos verlo, escucharlo, sentirlo, e incluso probar y oler, lo que describe.
Los padres de Marcos, como los actuales, están en la rutina del trabajo. Todo en el relato se percibe gobernado por leyes inmutables de causa-efecto. Es un mundo predecible.
Pero en el cuento, además de lo físico, hay algo más. Se percibe una información e incluso una energía, que no puede percibirse por los sentidos: los pensamientos, la mentira, el ego, etc., que son reales, pero carecen de solidez. Ni el niño, ni los lectores pueden descubrirlo por los sentidos. ¡Hay que saber que los sentidos no son la única fuente de información!
Pueden descubrirse otras cosas que no captan los sentidos. Por ejemplo, el duendecillo o el «pepito grillo», la conciencia. No se ve. Es como una música que sale de algún lugar, como si Marcos estuviera conectado a una energía, como si le hablara en una FM de una emisora, que está en el aire, y pudiera escuchar.
La energía de Marcos, está conectada con todos los demás, y él mismo influye en los demás y los demás influyen en él.
La familia no es una isla. La madre influye en Marcos y, a través de él influye en los demás y los demás influyen en su familia. Es verdad que sus mentiras llegan a hacer que otros no puedan merendar, o cenar. Hay una conexión perceptible, que es real, aunque negativa.
También se percibe esa energía en el aspecto positivo, en forma de amor de la madre y el padre sobre las miembros de la familia. Cuando Marcos decide ponerse a trabajar para devolver a los convecinos lo que era suyo, su energía, se mezcla con la energía del entorno, el duendecillo, los troncos, en el agua, en la tensión para dejar el dinero donde debía estar, y lo logra.
Al conseguirlo, se siente bien, está feliz y decide que mentir no merece la pena. Es como si la energía de todos se fusionase con la suya y le diera esa información, o esa gran lección, para cambiar. Comprueba que al cambiar, su energía llega a todos, y hace felices a aquellos a quienes les faltaba lo que él debía haberles llevado para el trueque, y también a su propia familia, que vuelven a hacer planes para mejorar el bienestar de todos.
¿Es magia? Tiene mucho de mágico, pero no es un truco. Algunos estudiosos hablan de ámbito cuántico, porque en ese nivel los sucesos ocurren a la velocidad de la luz y a esa velocidad nuestros sentidos no pueden procesar lo que influye en nuestra experiencia sensible. No es que sea mentira. La consciencia lo capta, se mueve y crea un mundo con su imaginación.
Tal vez no sea muy conocido, pero si la sensibilidad de la autora puede llevar la imaginación de un niño a descubrir la belleza de ese mundo maravilloso, ¿por qué no va a ser real y el contrario sí? A veces se olvida esa otra cara de la filosofía.
Las ideas también son energía e información. De hecho, son ellas las que mueven el mundo. Tal vez somos un poco perezosos en enseñar estas cosas tanto a niños como a adultos. Quizás tenemos miedo a descubrir la parte mejor de lo que somos y de lo que existe. Eso implica mirar al interior, a la esencia, porque no se percibe por los sentidos físicos. Hay que llevar a los niños, jóvenes y adultos a descubrir otra realidad, aunque no sea tangible.
Al escuchar el cuento, o estar leyéndolo, preguntemos ¿quién escucha? ¿Quién está leyendo? ¿En qué tiempo sucede?
¿Quién da sentido a lo materialmente escrito…Marcos, el duende, la lección? ¿El espíritu que crea una obra? ¿El ser inteligente que junta letras, descifra frases, lee correctamente las oraciones del escrito? ¿Hay una inteligencia potencial; una presencia interna que puede a la vez leer, pensar, vivir una experiencia, ¿y recordar una lección? ¿Está en ti o fuera de ti? ¿Importa el tiempo o es atemporal?
En este cuento y en todos, se puede llegar hasta esa frontera de la existencia que es el alma y la consciencia; al nivel no visible donde todo encuentra sentido. Es el aspecto fundamental que afecta a nuestras vidas. Para ello tenemos que darnos cuenta de que no somos los dueños de nuestra mente y que esa falta de control induce a unas reacciones cuya consecuencia última es la infelicidad. Hay que despertar, descubrir que tenemos que tomar consciencia de lo que somos para ser dueños de nuestras vidas.
Es verdad que, de una forma u otra, vivimos condicionados, por «la loca de la casa» y «los duendes» o «sirenas», pero se puede salir de esos condicionantes, recobrar la consciencia, ser libres, dueños y soberanos de nuestro destino, tomar la vida en nuestras manos, siendo felices e incluso inspirando a los demás y haciéndoles felices. Marcos, pudo. Se puede. Es, conocerse.
El niño acompañado sabe que es inmortal e invulnerable, pero al salir de la cápsula que tenía en su madre, es lanzado a la convivencia, y puede dañarlo hasta el ala de una mariposa. Todo el mundo cabe en su mano y en su risa. Hay que proteger al niño de las alimañas y los depredadores que lo quieren adulto antes de tiempo. Su infancia es clave. El niño se va haciendo a su ritmo en sociedad.
Va sacando de dentro lo mejor que tiene, como la araña saca la seda para ir tejiendo la trama de su vida. ¡Hay que escuchar al niño, dejarlo vivir! Si no lo escuchamos o no tenemos tiempo para estar a su lado, «es muy posible que no nos digan nunca la verdad».
Los juguetes son un regalo para el niño. Pero, no todo vale. Lo importante es el niño y el juego. Lo suyo no es saber ser niño, lo suyo es serlo 24 horas cada día, ajenos a los peligros. Lo suyo es confiar total. El niño sabe quien le quiere o no, porque lo siente o lo sufre. Han inventado una película de «juguetes- cuida-niños». Tal vez los adultos tienen que inventar lo que ellos no son capaces de hacer.