Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa). Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 25 de Noviembre de 2018.
«La mejor ayuda que puede prestarle a alguien es llevarle más allá de la necesidad de ayuda» (Nisargadatta). Estoy de acuerdo, pero primero interesa descubrir a ese «alguien» esté donde esté y en las condiciones que se encuentre.
Los pobres están ahí. Se pueden ver o volver la cara y pasar de largo. Lo segundo no les hace invisibles. Al contrario, pone de manifiesto «otro tipo de pobreza», «la de quien no quiere ver o se niega a mirar». Posiblemente, los impulsos del nervio óptico no van de la retina al cerebro, sino de otro órgano y terminan cegando el ojo.
La palabra «pobre» puede describir realidades diversas: A) La primera, la objetiva, (indigente, necesitado). Son aquellos seres humanos para quienes sobrevivir en los más elementales niveles de alimentación, salud, vivienda, etc., es difícil, (penuria, miseria) por la incertidumbre, inseguridad social o económica.
Esa pobreza, que está ahí, algunas veces, suele verse matizada y agravada por la corta edad, la debilidad física y la discriminación sexual, étnica, o religiosa. Suele ser el caso de los niños, las mujeres, o la pertenencia a ciertas etnias o minorías religiosas. Por unas razones u otras, se encuentran así millones de seres humanos.
No toda carencia es pobreza. Se puede tener poco y ser feliz. De igual modo se puede tener abundancia de todo y no serlo. Porque es verdad que «no es más rico quien más tiene si no quien menos necesita, si con ello se conforma».
B) La segunda, la subjetiva,de las personas o entidades que «no quieren ver» por circunstancias que no les interesa y -por activa o por pasiva-se pueden convertir en quienes se aprovechan de «la situación de necesidad del pobre o indigente» para «explotarle»; ¿opresores? o simplementeno se le escucha cuando grita. «Cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Estamos tan atrapados por una cultura que obliga a mirarse al espejo y a preocuparse excesivamente de sí mismo, que pensamos que basta con un gesto de altruismo para quedarnos satisfechos, sin tener que comprometernos directamente», dijo el Papa Francisco.
Se puede haber tenido o tener poco, e incluso estar en el umbral de la pobreza (por causas naturales, o por decisiones personales equivocadas). Pero lo lamentable es haber llegado a esa situación por haber sido empobrecido por la ignominia inducida (chantaje, engaño, explotación, avaricia o guerra de otro (sea persona, mafia, empresa o institución). De ese golpe es más difícil reponerse y escapar para sobrevivir. Mientras la pobreza inducida, causada por los opresores deja sin energía vital, destruye anímicamente. Es la negación de humanidad y de fraternidad. No se ve en el pobre a una persona o un ser humano. Se les considera objetos, números, o mercancía. Y eso, a veces, aunque sean los propios compatriotas, o los propios hijos, a quien se vende o cambia por una suma de dinero o animales.
Algunas veces cuando los poderosos o los ricos hacen los negocios o las guerras, no suelen ver más que su interés. Las personas no cuentan. Los pobres o huyen o mueren.
A veces esa pobreza segunda, «la ceguera, se contagia» a quienes tienen poder para detener la explotación o la guerra, y se convierte en silencio, cobardía, pasividad, palabrería y reuniones interminables de quien no se implica. Lo cual no es más que una forma política de actuar los bien colocados, de desprecio a los pobres e hipocresía con los vulnerables.
Escribí al Secretario General de Naciones Unidas, a propósito de lo que está pasando en Venezuela, Nicaragua etc., de la gente que no puede aguantar más y se pone en marcha, en las CARAVANAS hacia Norteamérica o de las africanas y de Oriente Medio, hacia Europa.
Me respondieron el 2 de noviembre de 2018, agradeciéndomelo en nombre del Secretario General. No prometieron mover un dedo. La estructura injusta de la ONU, es «un mastodonte» que o no tiene competencias o no quiere entrometerse, y con su silencio, ampara la violencia institucionalizada, la muerte de los pobres en sus propios países, y la huida hacia ninguna parte, sin esperanza. CARAVANAS de dolor y de la ceguera ajena. Las instituciones más dotadas económicamente y con capacidad de influencia, a veces, con su personal ideologizado, están difundiendo la cultura de la muerte, la reducción de la población mundial.
De hecho, la portavoz de Estados Unidos, denuncia la farsa y se retira del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Para la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, se trata de una organización «hipócrita».
¿Despertará la Humanidad?
Todo tiene un por qué y un para qué, aunque no se pueda comprender de inmediato.
Si se toma conciencia de lo que está pasando, la Humanidad tiene que cambiar. ¡Hasta la Naturaleza se rebela! No se puede seguir humillando e ignorando al pobre. El desarrollo es posible. Se puede salir de la pobreza. Llegará la primavera, es decir la esperanza que entre ellos va brotando. Pero hay que cambiar: el fondo y la forma.
Cierto que el pobre es un ser humano, al margen de toda política y de cualquier creencia religiosa. Ni están solos, ni abandonados de Dios. La dimensión del ser humano es esperanza y lucha por mejorar.
También es verdad que, para el pobre, la supervivencia es un problema de vida o muerte. Mejor, es una realidad, pero no un problema. El pobre, que lucha por su vida, no es un problema: es un ser humano, al que hay que ayudar.
Yo les he visto ir al comedor social. He visto hombres y mujeres. He visto jóvenes que llevan también a su perro y lo dejan atado a la puerta, y le sacan algo de comer.
«Llevarle más allá de la necesidad de ayuda».
Los gestos sí cuentan. Mirar para otro lado, no. Las palabras y la demagogia no curan. Los políticos y los medios de comunicación hablan mucho de clases sociales. El pobre que no tiene techo, no tiene qué comer, no es una clase social, es un ser humano que necesita ayuda al que hay que ver, no ignorar, «llevarle más allá de la necesidad de ayuda«.
Dentro de los gestos, el domingo 18 de noviembre, en Roma, el Papa Francisco celebró la Jornada Mundial de los Pobres, compartiendo mesa y mantel con 3000 de ellos. Además, fue instalado un hospital de campaña en el centro de Roma donde fueron atendidos miles de personas sin tarjeta sanitaria y sin dinero [enlace].
Ahora bien, esos dos ejemplos, realizados por el Papa, ayudaron a algunos pobres y hacen pensar a quien desde lejos se entera o ve lo sucedido.
Al parecer, en la homilía, el Papa, dio a entender que cada vez hay más pobres porque también hay menos ricos, pero más opulentos. Como si la causa de la pobreza fuera la riqueza.
Pero según «los informes periódicos de Naciones Unidas , el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales igualmente solventes, el número de personas que en el planeta se encuentran en situación de extrema pobreza -viven, o mejor dicho malviven, con menos de dos dólares diarios- ha disminuido a la mitad en los últimos veinte años y esta tendencia se mantiene de manera acelerada, por lo que en otras dos décadas es previsible que esta franja de población no llegue al diez por ciento del total global. Por consiguiente…no hay cada vez más pobres, sino menos, lo que implica que el número de ricos no se reduce, sino que aumenta, a medida que más y más países se incorporan al crecimiento y al progreso».
Es hora de decir la verdad.»En cuanto a la causa fundamental de la pobreza…y de que una sexta parte de la humanidad no tenga acceso a alimentos, agua potable, medicamentos y cobijo a un nivel mínimo deriva…(de que no existe) un sistema de instituciones y un orden jurídico que asegura el imperio de la ley, la libertad de empresa, la propiedad privada, la separación de poderes, la honradez de los gobernantes, la democracia representativa y la innovación tecnológica; (y entonces.)..los ciudadanos quedan condenados a la miseria, a la explotación, al atropello de su dignidad y a la vulneración de sus libertades. Francisco ha de sentar con claridad la idea de que la pobreza se erradica si el entramado institucional, político y jurídico de un pueblo… (lo garantiza)». (A.Vidal-Quadras, El grito de los pobres, en su columna: Prohibido Pisar las Flores, en La Gaceta, 21 de nov.2018).
Es de la misma opinión, Yaren Brook, porque 1000 millones han salido de la pobreza. El capitalismo si puede ayudar a salir de la pobreza.
El proverbio chino: gran acierto.
«Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida» (Proverbio Chino).
Tal vez sea exigente, pero es eficaz para «llevar a alguien más allá de la necesidad de ayuda».
La experiencia, en general, como país y la mayoría de instituciones es, la generosidad total; el buenismo político con el dinero de todos: «que no le falte de nada al pobre, ni al indigente o inmigrante que llegue».
Cierto que si no hay ingresos se cae fácilmente en la indigencia o en la delincuencia. Pero más que «enseñar a pescar», se enseña que hay ayudas y subvenciones para casi todo y para casi todos. La gente que acaba de llegar, ya sabe o se lo dicen «sus compatriotas», las ONG etc., que las hay urgentes, vitales, familiares, por hijos, para ser atendidos por los médicos, para adquirir medicamentos, para adquirir una vivienda, para libros, para trasporte público, etc.etc.
Así que también saben que unas ayudas son estatales, otras autonómicas, otras locales y de entidades sociales. Que esas ayudas permiten cubrir las necesidades básicas a personas o familias. Y en casos de emergencia social, con carácter extraordinario, también de forma puntual, sirven para atender el alquiler y evitar desahucio, pagar la luz, la calefacción etc.
No importa que los inmigrantes, o que los niños de quienes solicitan las ayudas tengan los mejores móviles, o la mejor Tablet. Reciben las ayudas. Saben que les es suficiente entrar en Internet para saber si pueden acceder a una prestación contributiva y cómo, porque hay guías para subsidios de desempleo, para subsidios por insuficiente cotización, ayuda familiar, subsidios para mayores de 45, ayudas para inmigrantes, para sacar el carnet de conducir, o para abortar, etc. etc. En algunas comunidades, algunas ayudas se convertirán en votos en las elecciones, y… entonces, además de la generosidad, hay un recíproco interés.
Total que en muchos casos se olvida realmente el sentido de la ayuda al necesitado: «Llevarle más allá de la necesidad de ayuda«. Y que las mismas ayudas debería tener el español nativo.¿No hay agravio comparativo?Sin pretenderlo, se está corrompiendo al receptor, con unas ayudas y con otras. ¿Quién desea realmente aprender a pescar? De hecho, al ofrecerle trabajo, (muchos) o se desentienden o se niega. ¡Está sucediendo ya desde hace tiempo!