Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
El corazón ve más que los ojos y todos los sentidos. Lo que nos cuentan las televisiones, los periódicos y la radio, no lo puede entender el corazón. Son la crónica negra de una humanidad, unos políticos y unos ciudadanos cuyo egoísmo nos hace estremecer. El corazón no soporta tanta manipulación.
Es verdad que la realidad nos sobrepasa. Pero esa que nos venden, no es la realidad. ¿Quién no ha sentido en su corazón el deseo de apagar y desconectar, después ver o escuchar aberraciones, confusión social, corrupción, dolor y muerte, desastres y decisiones irresponsables de unos y de otros? El corazón es inmenso, pero reclama la libertad y el aire, para que nadie lo ahogue entre inmundicia, ramplonería y basura.
Lo que entra en nuestra casa, en las noticias, son imágenes y comentarios, pero no es la realidad. Tampoco es una película, es cierto. Es lo que interesa que escuchemos y veamos a quienes mandan en los medios. Pueden repetir las mismas cosas y las mismas imágenes durante un tiempo, hasta que el corazón de quien lee, ve o escucha, diga «¡Basta!» Entonces se puede vivir la experiencia de ser manipulados, porque hay manipuladores.
Podemos imaginar que estamos hacia el año 3.199. La humanidad está esclavizada por las máquinas, que tras el desarrollo de la Inteligencia Artificial se rebelaron contra su creador, el hombre. La revolución desembocó en una gran guerra por la supervivencia de ambos contendientes.
El grupo de rebeldes del mundo real liderados por Morfeo, libera a alguien encadenado en un mundo de apariencia, o virtual. Después, Morfeo, en la película La Matrix, explica a Neo, en qué consiste la realidad: porque la realidad no es la realidad. En realidad es un mundo virtual, para ocultar la verdad.
Según la enciclopedia Wikipedia «Neo descubre que el mundo en el que creía vivir no es más que una simulación virtual a la que se encuentra conectado mediante un cable enchufado en su cerebro. Las miles de millones de personas que viven (conectadas) a su alrededor, están siendo cultivadas del mismo modo para poder dar energía a las máquinas. Esta ilusión colectiva (o simulación interactiva) es conocida como Matrix (la matriz).
Pues bien, ayer mismo 12 de mayo de 2017, según la Europol, se produjo «un ciberataque sin precedentes«. Tras el ataque provocado masivo por un virus llamado WannaCry, que paralizó grandes empresas y hospitales en el mundo, quedó demostrado que «estamos a merced de muchos factores que no controlamos«, dice Pedro G. Cuartando.
No suele mostrarse el lado bueno de la vida, la cara amable que merece la pena ser vivida. Predomina la brutalidad, la locura, el peligro, el desamor y el miedo. ¡Es lo que vende!
Sabemos poco de casi todo, sobre todo de lo más importante. Cuanta más «información» y más global nos llega, posiblemente sabemos menos de la realidad del mundo y de nosotros mismos. El corazón del hombre es igual que un espejo: todo lo recibe, todo lo refleja y lo soporta, pero sólo conserva lo que le hace ser y crecer: el amor.
El Principito, podía ver en un dibujo parecido a un sombrero, un elefante dentro de una serpiente. Con imaginación se puede acercar uno al mundo de muchas formas, o nos lo acercan, porque se nos mete en casa por la televisión o por Internet y el móvil al que estamos enganchados.
Decía Campoamor que “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. En mayor o menor medida, hemos experimentado que el corazón tiene razones que la razón desconoce. Las imágenes o las descripciones que percibimos, no son una copia de la realidad. Hay datos de los que se tienen interpretaciones diferentes. Un partido de fútbol es percibido de forma diferente, por los seguidores de los equipos que juegan o han jugado o depende de quién lo grabe y difunda. Lo mismo sucede con la botella, medio llena o medio vacía; o con los efectos ópticos como el lápiz en el vaso de agua o los hologramas proyectados.
Todo lo que percibimos mediante los sentidos tiene una repercusión en el corazón, en nuestra historia y en nuestra forma de ver la realidad. La verdad de cada uno, es verdad, pero no es toda la verdad. Cada uno tiene la suya y va cambiando según la etapa de la vida y la percepción con la que vemos la vida en cada momento. La realidad es otra cosa.
No es de extrañar que aunque la holografía se inventara en 1948 por el húngaro Dennis Gabor, y se haya ido perfeccionando, la sensación de ilusión o ensoñación ha existido siempre. «Toda la vida es sueño y los sueños, sueños son«, dijo Calderón de la Barca (s.XVII).
Antonio Gala decía: «el corazón, con sigilo a veces, nos advierte de cómo somos, pero no lo escuchamos». Sin embargo, el progreso social y humano requiere salir de la inconsciencia, mejor antes que después. Hay que ser conscientes y despertar. Lo decía Machado: «si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar«.
Despertar del adoctrinamiento ideológico, el fanatismo y del miedo que quieren imponer. Aunque, incluso lo que no nos agrada puede ayudar. «En la vida no hay amigos ni enemigos, hay maestros«. Depende de nosotros descubrir el porqué y el para qué. Descubrir lo que hay que saber y lo que hay que dejar. Como decía LAO-TSE, «en la búsqueda del aprendizaje, cada día se consigue algo. En la búsqueda del TAO, cada día se deja algo«. Y saber qué y cómo.
Posiblemente no estamos muy lejos de lo esencial. Pero no es el móvil. Lo absoluto es inexpresable, si se mira no se ve, por eso decimos que es invisible; si escuchándolo no se oye, decimos que es inaudible; y si queremos tocarlo, no podemos palparlo, y nos contentamos con decir que es intocable. Pero el corazón lo siente, lo palpa, lo percibe, lo escucha, y de alguna forma se une con él. Es un vacío imposible de colmar porque es inabarcable, pero lo llena todo, es vida y llena la vida. No tiene nombre porque es innombrable, pero de él surge la luz, la energía, el amor y el fundamento de la realidad y la armonía, la belleza, la felicidad y la paz.
En nuestro estado personal de evolución, atraemos lo que sintoniza con la vibración de nuestro corazón. Si es música, nuestro corazón se pone a bailar y vibra de armonía y si estamos irritados, llenos de violencia o de odio…atraemos dolor, desesperanza y oscuridad. Las opciones que vamos eligiendo las vamos convirtiendo en realidad, en cada momento. Eso no quiere decir que no se pueda cambiar y evolucionar. Se puede. Pero se necesita tiempo, porque somos libres y nuestras opciones tienen que hacerse conscientes y saber lo que queremos. Somos responsables al 100% de lo que hacemos, decimos o queremos.
También de lo que queremos ver, escuchar, leer o disfrutar aquí y ahora. No todo depende de lo que otros dicen, deciden o hacen. Estamos interconectados desde el corazón, con sus neuronas y su parabólica infinita. «El corazón humano es capaz de soportarlo todo: es capaz de morir y seguir vivo, pero también de morir sin haber vivido nunca» (A. Gala). Y lo que hayamos metido en el corazón pasará a otra nueva dimensión, porque en ésta, somos «frágiles dioses«.
La vida, cuando menos lo esperamos, o cuando nos creemos más seguros, nos da una lección, personal, familiar, nacional o mundial. Un virus informático o el del ébola, una lesión, una caida, una enfermedad, una crisis, una guerra, o que hemos querido como Ícaro volar tan alto, que el sol funde nuestras alas o el viento las destroza y con ello nuestros sueños.
Hoy mismo, poco antes de caer ante Nadal, había dicho Djokovic: «cuando te crees invencible, la vida te da una lección». Tras siete derrotas consecutivas en las que el tenista español no consiguió un solo set, hoy volvió a vencer al serbio. ¡Se puede cambiar!
Deportista o no, lo importante es, en cada momento, dar la mejor versión de nosotros, como personas y como seres solidarios en camino. No es una metáfora, es justo, su antónimo: la mejor realidad. Como dicen los orientales: «La iluminación viene cuando abandonamos nuestra obstinación y nos hacemos dóciles al obrar del Tao en el mundo que nos rodea y en nuestros propios cuerpos, mentes y espíritus».
Tal vez quien se cruce en nuestro camino sienta un poco de la luz y el calor de esa iluminación, para avanzar en el suyo.
Nota: Emilio Carrillo, dice lo mismo, de una forma parecida y muy acertada.