Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
El progreso es eso: desprenderse de las corazas y avanzar. Pero hay un peligro: sentirse vulnerable. No es fácil dejar la comodidad del traje a la medida y quedar a la intemperie; no tanto por el frío, sino por los depredadores dispuestos a abalanzarse sobre una presa desprotegida.
En la naturaleza, el dermoesqueleto o el exoesqueleto, suele cubrir toda la superficie del cuerpo de animales, proporcionándoles una función de protección; es el caso de arácnidos, insectos, crustáceos, etc.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
El progreso es eso: desprenderse de las corazas y avanzar. Pero hay un peligro: sentirse vulnerable. No es fácil dejar la comodidad del traje a la medida y quedar a la intemperie; no tanto por el frío, sino por los depredadores dispuestos a abalanzarse sobre una presa desprotegida.
En la naturaleza, el dermoesqueleto o el exoesqueleto, suele cubrir toda la superficie del cuerpo de animales, proporcionándoles una función de protección; es el caso de arácnidos, insectos, crustáceos, etc. Video de seis mudas:
También facilita el sostén necesario para poder moverse, con lo que contribuyen a la eficacia del aparato muscular y locomotor. El esqueleto humano sostiene el cuerpo humano, pero desde dentro. Actualmente, en personas con algunas carencias o con desordenes de movilidad se han inventado ya y, se usan, los exoesqueletos.
En la naturaleza, los seres dotados de dermoesqueletos, a pesar de los peligros, cuando se sienten constreñidos, apretados, limitados o cohibidos por el exoesqueleto, tienen que hacer algo para seguir creciendo y sobrevivir. Y lo hacen. Ese proceso cuesta y es un riesgo. pero no dudan en encontrar la forma de deshacerse de él. Nosotros le llamamos cambio de muda. Son procesos, puede durar horas o días.
Desconocemos si es doloroso o estresante el proceso de muda, pero desde luego, implica ruptura física, o abandono, de la situación anterior. (Un catedrático ha dicho que si cuando se sienten mal, o se sienten oprimidos, tuvieran un «médico» veterinario que les proporcionara una medicación, nunca se enfrentarían al trauma del cambio). Está sugiriendo que para crecer o entrar en la dimensión nueva, tienen que arriesgar, porque «oprime». Aceptar que el dolor y la inquietud que produce, es natural y ayuda a la toma de decisión.
La naturaleza sabe que hay que dar ese paso y empuja para que se haga. Para seguir con vida y hacer algo diferente no puede seguir encorsetado indefinidamente. Abandonan lo viejo y salen. Lo hacen, aunque el esfuerzo les deje exhaustos y aunque puedan perecer en el intento. Las nuevas oportunidades lo requieren. Además los rivales han crecido y no se les puede hacer frente crecer, adaptarse y encarar situaciones nuevas y desconocidas.
Los humanos, como he dicho , no tenemos exoesqueletos. La naturaleza no nos dota de ellos, porque no los necesitamos, a no ser que tengamos alguna enfermedad. Pero la experiencia dice que, de alguna forma, se recubren de capas o de corazas tanto para vivir cómodamente, como para imponerse a los demás.
Se oye a veces: «tienes más capas que una cebolla». Por ejemplo para ir a la montaña la idea de la cebolla es bien simple : cuanto más capas de ropa nos pongamos más caliente nos sentiremos, sin olvidar que dichas capas deben ser fáciles de quitar para conseguir algo de frescura.
La cultura abre la mente al mundo. Cuanto más sabios e instruidos, cuanto más se ha viajado y más se ha visto; cuanto más se ha meditado y comprendido, se sale más fácilmente del ego y del entorno protector y se afronta la vida, -cada día-, con su dosis de sorpresa, sin miedo y con decisión.
Pero no todos los humanos están preparados para ser sus propios maestros, ni siquiera para educar a los demás. Se van recibiendo capas de pátinas culturales, capas ideológicas, tanto políticas como religiosas, imposiciones de leyes o costumbres, que terminan siendo no alas para poder volar, sino corsés o corazas, a donde el aire entra con dificultad, y de las que es cada vez más difícil salir. Condicionan y oprimen la libertad de pensamiento y sentimientos.
Algunos se dan cuenta, pero el ruido de la sociedad, de los medios de comunicación y el entorno, oprimen y condicionan. Producen, se quiera o no, un exoesqueleto del que a la persona, le es más difícil salir. Lo adormecen, lo hacen dócil, y fácilmente manipulable.
Cierto que en las aulas se enseñan conocimientos, pero en la sociedad hay menos educación y, en general, menos respeto. Hay una quiebra ética. Aunque parece democracia, no es más que imposición ideológica y partidista. Perdidos los valores, solo hay interés. Defensa retórica de caprichos de los centros de poder y del dinero. Y la corrupción es eso.
Necesitamos salir de ese caparazón para progresar en lo personal y en lo social. Con el caparazón ideológico del sectarismo y el fantasma del miedo, se tiene votantes cautivos y los sacan a pasear cuando les conviene.
El bloqueo al que ha sido sometido España, por la cerrazón ideológica es elocuente. La degradación de la sociedad, puesta de manifiesto en el propio Parlamento, han obligado a denunciarlo y a que se intente rectificar y romper los moldes ideológicos y partidistas. Ahora y mañana, gobierne quien gobierne. “El camino de la reconciliación, el de la paz y el perdón; el camino de la desaparición para siempre del odio, de la violencia y de la imposición”. Ese camino y esa aptitud, debe servir para hablar, negociar, pactar y pensar en el bien de España y de todos.
El Rey en la apertura de la nueva Legislatura, recordó la compleja situación de bloqueo político que ha vivido España, y que ha provocado “inquietud y malestar en la sociedad, desencanto y distanciamiento de nuestra vida política en muchos ciudadanos y preocupación en nuestros socios y aliados”.
Y en lo personal, hay que hacerse también conscientes del espíritu. Somos espíritus encarnados en un cuerpo. Antes o después tendremos que ir dejando este «coche», que llevamos y nos lleva, como un caparazón. Es necesario para progresar y pasar a un estado nuevo, o como dicen algunos, para entrar en otra dimensión. Es posible que haya que «cambiar de coche». De hecho hoy se escribe de «vidas pasadas y futuras» y por lo tanto de «muchos cuerpos y una misma alma». Todas las capas, caparazones, armaduras, o pátinas se romperán y toda la vida quedará al descubierto y a la luz, sin paraguas ni casco protector.
El Caballero de la armadura oxidada es una experiencia que expande la mente. Revela que después de luchar en mil batallas, se puede quedar prisionero en la armadura, si no sabe cómo acabar con ella.
Algunos solo perciben lo que palpan o sienten de manera sensorial. Pero hay algo que transciende. Las preguntas se abren paso en el plano de la consciencia. El más allá no es un juego, ni una pregunta que podemos ir dejando para mañana. Cuando el esqueleto actual y lo que sostiene, se niegue a seguir, en la nueva vida, habrá llegado el momento. La transformación se produce y hay que ser conscientes y aceptarla.
Tenemos que tomar conciencia de lo que somos y ser felices. Tener un motivo para existir, es algo que confiere satisfacción, felicidad y significado a la vida. Da paz y esperanza.
Antes o después vamos a desencarnar, dejar lo que llamamos cuerpo físico, para entrar en otra dimensión. La vida es única y la forma de vivirla nos afecta y repercute en los que nos rodean. El progreso es tomar conciencia de que todo efecto tuvo o tiene su causa. Somos actores libres y responsables. Ese es el precio de la grandeza de ser hombres y ser libres. Pero eso sí, la vida no se acaba y la consciencia sigue. ¡Nadie se muere!