Por el Dr. José Mª Montiu de Nuix, pbro. socio de CiViCa, doctor en filosofía, matemático
Una nota positiva de los tiempos actuales es que a las mujeres se les han abierto nuevas posibilidades. Sin embargo, desgraciadamente, algunas continúan sufriendo injusticias, violencias, etc. Queda aún mucho que hacer para un mayor reconocimiento social de la mujer.
Ante este panorama social proliferan propuestas ideológicas, alejadas del concepto tradicional de feminidad, que propugnan cómo se querría que fuese la mujer actual. Varias de estas ideologías, que tienen sus respectivas lógicas internas, se contradicen entre sí, ya que los respectivos tipos de mujer que presentan resultan inconciliables entre sí. Luego, no todas ellas pueden ser verdaderas, ya que la verdad no puede ser contradictoria. Además, la suma proliferación de ideologías contribuye al confusionismo y a la desorientación. En cambio, lo que importa es dar con la verdad.
En vivo contraste con lo anterior, el planteamiento sobrenatural de la doctrina católica resulta sumamente sencillo y mucho más convincente. Para resolver la cuestión de la dignidad de la mujer se mira a la Madre de Dios, María Santísima, la Purísima. Ninguna creatura, en ningún tiempo, pasado, presente, futuro, es tanto como ella. Supera a los santos y a los ángeles. Más que ella, sólo Dios. Ella es la mujer por excelencia, la mujer suprema, la rosa más hermosa, la máxima realización de la mujer, la plenitud de la feminidad. Los valores, bienes, esenciales, de la mujer, son permanentes, y se hallan realizados máximamente en María. De aquí que el bien de la mujer consista en parecerse a la Madre de Dios. Ella es el modelo perpetuo de todas las mujeres. Ella es su causa ejemplar. Las mujeres, imitándola, alcanzan la felicidad y las metas más altas. Ser una buena imagen de María es lo mejor. En suma, la cuestión de la grandeza de la mujer se resuelve en María.
Todos sabemos de aquel comportamiento nazi consistente en eliminar a los más débiles. El comportamiento de las madres es muy distinto. Los brazos de las madres están más abiertos al niño que al dar sus primeros pasos puede caer, que al que ya anda normalmente por sí mismo. El cariño de la madre se dirige más especialmente al hijo pequeño que al grande, al enfermo que al sano, al débil que al fuerte, al que más le necesita que a aquel que ya no le necesita. Y le tiene este cariño especial, y esta compasión, precisamente porque este hijo es pequeño, enfermo, necesitado, débil. Ahora bien, la Virgen María es la más cariñosa de todas las madres. Por consiguiente, María Santísima tiene un cariño muy especial a los niños que tienen síntoma de Down. A su vez, este cariño especial de la Virgen Santísima, que se ha intentado plasmar en la imagen adjunta, resulta muy significativo, pues ella es nuestro modelo. Sería pues muy bueno que hubiera una advocación muy difundida que fuera la Madre de Dios de los niños con síntoma de Down. Esta devoción, al invocarla así, podría hacer mucho bien y podría contribuir a una mayor humanización y a salvar no pocas vidas. ¡Seguro que al Papa Francisco, tan humano y tan sensible, le gustaría mucho esta advocación!