Por Emilio de Benito Publicado en El País – Ciencia, Madrid el 8 de Febrero de 2012
Poco a poco, la terapia génica va ganando respetabilidad. Uno de los casos en que más cerca se está del éxito –y que sería de los primeros casos de su uso satisfactorio- es el de su empleo para tratar un tipo raro de ceguera, la amaurosis congénita de Leber. Un ensayo permite recuperar la visión a tres pacientes. El trabajo es uno de los primeros éxitos de este tipo de tratamientos.
Esta patología se debe a que una mutación provoca que en el ojo falte una enzima que está relacionada con la transmisión de la información visual por el nervio óptico. El tratamiento es el más sencillo posible: se inyecta a los afectados con un adenovirus al que se ha introducido la copia correcta del gen. A partir de ahí, solo hay que esperar a que se produzca la infección, y el virus inserte su ADN –con la copia buena de la información genética- en las células del enfermo. Una vez ahí, esta porción de ADN empieza a dar la información para que se sintetice la forma correcta de la enzima.
Por Emilio de Benito Publicado en El País – Ciencia, Madrid el 8 de Febrero de 2012
Poco a poco, la terapia génica va ganando respetabilidad. Uno de los casos en que más cerca se está del éxito –y que sería de los primeros casos de su uso satisfactorio- es el de su empleo para tratar un tipo raro de ceguera, la amaurosis congénita de Leber. Un ensayo permite recuperar la visión a tres pacientes. El trabajo es uno de los primeros éxitos de este tipo de tratamientos.
Esta patología se debe a que una mutación provoca que en el ojo falte una enzima que está relacionada con la transmisión de la información visual por el nervio óptico. El tratamiento es el más sencillo posible: se inyecta a los afectados con un adenovirus al que se ha introducido la copia correcta del gen. A partir de ahí, solo hay que esperar a que se produzca la infección, y el virus inserte su ADN –con la copia buena de la información genética- en las células del enfermo. Una vez ahí, esta porción de ADN empieza a dar la información para que se sintetice la forma correcta de la enzima.
Este caso es particular porque lo que se acaba de demostrar –y publicar en Science Translational Medicine– es, en verdad, la segunda parte de un ensayo cuyos primeros resultados se dieron a conocer en 2008. Entonces se consiguió que 5 de 12 voluntarios mejoraran su visión en un ojo (el más afectado). A tres de ellos se les inyectó el virus en el otro, y la visión se ha recuperado en gran parte.
La amaurosis congénita aparece en uno de cada 35.000 nacidos vivos
La amaurosis congénita de Leber es una candidata típica para este tipo de abordaje: se trata de una enfermedad genética perfectamente identificada que afecta a uno de cada 35.000 nacidos vivos. Produce una ceguera gradual, que se convierte en total a partir de los 30 o 40 años.
El gran avance de esta segunda parte es que su funcionamiento demuestra que la primera parte no produjo una respuesta inmunitaria que impidiera el tratamiento posterior. El miedo que tenían los investigadores de la Universidad de Pensilvania es que la primera exposición al virus actuara como una vacuna, y que las siguientes veces no funcionara.
Con todo, este tipo de abordaje es el más primario dentro de las terapias génicas. El sistema depende de muchos factores –de ahí que la tasa de éxito sea baja-. El primero, que la introducción del gen correcto no es dirigida: depende de la infección por el virus, y este no elige el sitio (ni, mucho menos, que este sea el que le interesa al paciente). En algún caso esto ha supuesto que se hayan insertado en lugares que han producido una sobreexpresión, con el resultado de apariciones de cáncer.
Para el futuro, lo más probable es que estos métodos no se utilicen, y se recurra a un sistema de inserción guiada.
Referencia:
Jean Bennett and Manzar Ashtari et al. «AAV2 Gene Therapy Readministration in Three Adults with Congenital Blindness». Science Translational Medicine, Feb. 8, 2012 DOI:10.1126/scitranslmed.3002865
Abstract.– Demonstration of safe and stable reversal of blindness after a single unilateral subretinal injection of a recombinant adeno-associated virus (AAV) carrying the RPE65 gene (AAV2-hRPE65v2) prompted us to determine whether it was possible to obtain additional benefit through a second administration of the AAV vector to the contralateral eye. Readministration of vector to the second eye was carried out in three adults with Leber congenital amaurosis due to mutations in the RPE65 gene 1.7 to 3.3 years after they had received their initial subretinal injection of AAV2-hRPE65v2. Results (through 6 months) including evaluations of immune response, retinal and visual function testing, and functional magnetic resonance imaging indicate that readministration is both safe and efficacious after previous exposure to AAV2-hRPE65v2.