La "identidad genética" constituye la propiedad biológica más importante de cada ser humano singular. Esta identidad es distinta para cada individuo y queda determinada al producirse la fusión de los pronúcleos de los gametos materno y paterno en el cigoto, que se convierte en la primera realidad corporal de la vida humana. Desde este momento existe un ser que en la continuidad de su desarrollo pasará por diversas etapas, en cada una de las cuales irán diferenciándose las células, organizándose los tejidos, perfilándose los órganos y manifestándose los caracteres propios de los seres humanos. Cada vida humana posee un patrimonio genético individual aunque genéricamente en su naturaleza biológica coincida con el resto de los individuos de su especie, Homo sapiens, con quienes comparte un acervo genético común. Pero los seres humanos además de genes heredamos conocimientos, tenemos razonamiento abstracto y capacidad de comunicación, somos seres conscientes de nuestra existencia y tenemos un sentido ético y de trascendencia, un patrimonio personal que nos hace dueños de nosotros mismos y constructores de nuestra propia biografía. Por ello reconocemos en el hombre un valor especial, que lo concretamos en el reconocimiento de su "dignidad".