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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa

Lo más humano y lo más terrible se dan cita en un supermercado de París. Una joven madre da el pecho a su hijo. Mientras, el yihadista Coulibaly perpetra su matanza. La madre salva la vida del bebé y el bebé por no llorar aterrado, salva la vida de su madre y varias personas escondidas a su lado. El amor se impuso al miedo.

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa

Lo más humano y lo más terrible se dan cita en un supermercado de París. Una joven madre da el pecho a su hijo. Mientras, el yihadista Coulibaly perpetra su matanza. La madre salva la vida del bebé y el bebé por no llorar aterrado, salva la vida de su madre y varias personas escondidas a su lado. El amor se impuso al miedo.

Durante los últimos días, casi todo el espacio en los medios lo ha llenado los ataques terrorista a periodistas y judíos, en Francia. El eco mundial y la respuesta de la mayoría de países, ha sido sin precedentes. Pero sigue la amnesia interesada.

Bien es verdad que no hubo esa respuesta similar en España, tras el 11M con un ataque más feroz y con más vidas truncadas. Aquí no hubo unidad política. Se instrumentalizó la matanza cargando la responsabilidad del ataque no a los terroristas, sino al partido gobernante.                            

En Francia, 43  jefes de estado y de gobierno y otros líderes políticos y casi dos millones de personas han salido a defender la libertad contra los ataques a la libertad. No hubo sólo muertos por el ataque a Charlie Hebdo, también hubo 4 víctimas, entre los rehenes judíos del supermercado.

¿Por qué esa movilización en París, por el ataque del día 8 mientras y no se alzó la voz, por los 2.000 masacrados en Nigeria, justo pocas horas antes? Amnistía Internacional comunicó el día 10, que "el ataque a Baga y a los pueblos del entorno, había sido el acto más mortífero de Boko Haram". Dispararon indiscriminadamente sobre la población y "algunas personas que se escondieron en sus casas fueron quemadas vivas".

Aquí en España la gente se ha dividido, entre el apoyo a la libertad o a la autocensura, "para no provocar". ¿Quién o qué provocó a quien para que acribillaran o abrasaran a esas 2.000 indefensas personas yemeníes?

Imaginación contra el terror. Se han publicado viñetas de la Libertad tomado la bandera de Francia y un lápiz para guiar al pueblo. El mundo anda tan mal que ser periodista, articulista o humorista es una profesión de riesgo. Como Quijotes del siglo XXI se enfrentan a molinos gigantes de incomprensión y fanatismo. Incluso una española se ha imaginado así la Torre Eiffel como un lápiz. A mí me llegaron lápices al móvil.

Los ataques a la libertad de expresión, son una cobardía que, antes o después, termina en la esclavitud. También el silencio es cobarde. Se es libre cuando se defiende la libertad, aunque duela, aunque haya despidos, e incluso muertos. Ese es el camino de la paz, el progreso, la felicidad. La crítica verbal o gráfica, ayuda a la democracia. No hay por qué estar de acuerdo con todo, ni en las formas, ni en el fondo. No vale todo. Ni una publicación satírica justifica un crimen, ni tampoco la supuesta pertenencia a una religión. El terrorismo no es una religión. Si una religión ampara el terrorismo, es una secta.

El precio de la libertad puede ser muy caro. Pero el precio de la cobardía es infinitamente superior porque se lanza el mensaje a los enemigos, de que por ese camino pueden obtener lo que quieran, cuando quieran y donde quieran. "Mejor morir de pie que vivir de rodillas", había dicho uno de los periodistas que mataron. Yo también lo pienso. La gente tiene la impresión de que "la fuerza del islamismo en Europa es consecuencia directa de la cobardía y del compadreo"(La.Razón,10/01/15).

Seguro que a mis lectores les interesa saber que las casualidades no existen. Que las coincidencias son lo único que vemos de los hilos que con manos expertas y visión de conjunto, van moviendo, día tras día, la existencia de todos y de cada uno. "Muchas veces no se trata de entender el por qué, sino el para qué ocurren las cosas"(M.S).

Cierto que, ser libre no quiere decir ser imprudente, desafiante o provocador. La ética personal y profesional, cuanto más clara y más puesta en práctica, más luz transmite. La cobardía que hasta ahora ha mostrado la sociedad occidental, consistía en esconder la cabeza y pensar que algo así no podía llegar, porque el fanatismo, de dentro y de fuera, estaba lejos (en el tiempo y en el espacio). Pues no. ¡Está aquí! Algunos llevamos años viéndolo y  así lo hemos escrito.

Ahora parece que se van a reforzar las medidas de seguridad y el Parlamento Europeo lo va a intentar e invita a los estados a llegar a consensos. Tras los atentados, resulta que esas medidas "ahora sí" son compatibles con la libertad.  Lo que es verdad es que bajo el imperio de la ley tanto los ciudadanos europeos como los emigrantes pueden vivir y convivir como ciudadanos y como hermanos. Libertad, sí. Justicia siempre e igual para todos. La verdad hace libres.

Francia ha sufrido y ha gritado, estos días. "Libertad. Igualdad. Fraternidad". Lo suscribo sin miedo. No hace falta colgar la pancarta de "Je suis Cjharlie".

No hay que tener miedo, ni tolerar ni consentirlo todo, ni olvidar la historia ni negar los principios básicos de la civilización occidental. Además de ser imposible, es un error querer contentar a todos. Cuando no hay razón, cualqquier  excusa es buena. Los fanáticos se sienten ofendidos por los escritos de Salman Rushdie, por las viñetas de las caricaturas de Mahoma, en Dinamarca, o en el París, también se indigna por la indumentaria de las mujeres, por su presencia en reuniones a las que solo aceptan si se presentan en hiyab, por supuestas blasfemias, imposibles de probar, por practicar otra religión o por ir a la escuela a estudiar. No se indignan por la muerte de periodistas, policías y civiles en Francia en Siria o Nigeria.

Se debe dejar claro, que quien haya nacido o llegue al mundo libre, que la ley es para todos, sin distinción de razas, sexo, ideologías políticas o credos religiosos. Y al que no lo sepa habrá que enseñarle, pero quien no quiera entenderlo o no lo acepte, que se atenga a las consecuencias. No podemos consentir la islamización de nuestras ciudades. No se trata de imponer un estilo de vida, se trata de que por lo menos no nos lo impongan a nosotros. "Si queremos tener realmente una sociedad abierta en Europa necesitamos que todos esos millones de musulmanes muestren su lealtad abierta a la democracia y a la sociedad donde viven"  (Hermann Tertsch).

Hay que hacer labor integradora desde la nación acogedora, pero también desde la voluntad de quienes llegan. Si se tiene esa voluntad se encuentra la forma de expresarlo. Uno de los héroes del supermercado fue precisamente un joven de Mali, "sin papeles" (Lassana Barthily) que escondió a un grupo de personas. ¡Ya tiene la ciudadanía francesa!

Seamos sinceros, claros y consecuentes. Es escandaloso además de hipócrita, que para los países democráticos, para Naciones Unidas y para la sociedad civil en general, que esas otras muertes sean menos lloradas, menos recordadas y no tengan el mismo eco mediático y social  que los trabajadores de Charlie Hebdo.

¿O no es verdad que esto ha sucedido y sigue sucediendo?Por si quedaba alguna duda, ha sido Al Qaeda, precisamente en Yemen quien ha reivindicado el ataque de París. Ojo, porque en el video difundido por la organización, se habla de los lugares que han golpeado, con mención explícita de España: "Esas heridas no se curarán ni en París, ni en Nueva York, ni en Washington, ni en Londres ni en España".

¿Por último, no es verdad que los terroristas han colgado videos de que están empleando incluso a niños y niñas cargándolos de explosivos, para que se inmolen y produzcan una masacre, o para que a sangre fría asesinen o degüellen a seres indefensos? ¿Hasta cuándo?

Parece, pues, necesario acabar con el cinismo y la hipocresía. ¡Lápices, sí! Pero… hay que ponerse las pilas y actuar. Nada de cobardías para defender la vida y la libertad, ¡aquí y en París! Nadie puede ignorar que la libertad y la vida están en peligro en muchas partes. Individualmente o desde el sofá nunca se ha ganado una batalla. Menos aún una guerra tan sutil y generalizada como la del fanatismo político-religioso.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa