La historia ha ofrecido siempre ejemplos de hombres y mujeres que se han encontrado en la posición de deber desobedecer a la ley civil. Los motivos de la desobediencia a una ley se deben poder referir a la conciencia moral, en la cual entran en juego otras leyes, inmutables, reconocidas como verdaderas.
El autor estudia el contexto histórico de la aparición, en el siglo de las luces, de un nuevo concepto: la tolerancia. Dejando de ser expresión de la clásica virtud práctica de la prudencia, la tolerancia ideológica se ha deslizado al rango de virtud teórica. Tal pretensión es de esencia política, pero con inumerables consecuencias éticas. Se ha creado una sociedad ideológicamente tolerante. El autor desarrolla la tesis paradójica según la cual una sociedad ideológicamente tolerante no está dispuesta a tolerar la idea de que exista una verdad que buscar.
Hoy asistimos a una secularización de la objeción de conciencia, en torno a dos temas precisos: el servicio militar y las cuestiones ligadas a la protección de la vida humana. Examinando el ejemplo paradigmático del aborto, el autor muestra cómo la sociedad no se encuentra ya en la posibilidad de refl exionar serenamente sobre la cuestión del estatuto del embrión, por temor a replantear la cuestión de la elección legislativa de su legalización. Así, la sociedad ya no tiene la capacidad de afrontar los desafíos ligados a prácticas que lesionan la dignidad de la vida humana. Ha quitado a toda futura refl exión los criterios esenciales que le permitirían afrontar estos temas.