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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)             

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Los profesores ingleses, en la Edad Media, pedían a sus alumnos que redactaran breves notas para felicitar a sus familias antes de las vacaciones de Navidad.

Las felicitaciones, se hicieron costumbre social tanto en occidente como en oriente. Además, era importante felicitar los cumpleaños.

Cuentan que el año pasado, en un Colegio Mayor de Irlanda,  los tutores asignaron a algunos estudiantes ciertos cometidos, entre ellos tener el detalle de felicitar, cuando llegara un cumpleaños. John y Peter, que terminaban  ese año la carrera, fueron  los encargados.

Como ya están próximas las vacaciones de Navidad, sugirieron a los encargados que fueran adelantando las felicitaciones de cumpleaños que restaban hasta fin de año, sin olvidar la felicitación de Navidad. ¡No valía la disculpa de los móviles!

Felicitaron a Nati, que nació el 25 y por eso la pusieron Natividad.

-Oye, también Jesús, nació ese día, ¿no?
-Sí, claro.
-¿Qué te parece si le mandamos una felicitación?
-No nos líes. Además a quien se la enviamos.
-No hace falta enviarla. La hacemos y punto. Se la damos al Tutor y que haga lo que quiera.
-Ahí tendremos otro problema.
-¿Cual?
-¿Son lo mismo Jesús y Manuel?
-Buena pregunta, ¿por qué no buscamos? Saldremos de dudas y tal vez encontremos algo de interés.

Buscamos en Internet.  Encontramos que un profeta llamado Isaías, había anunciado su nacimiento 750 años antes de que sucediera (Isaias,7,14).

Las profecías o predicciones son algo que inquieta bastante.  Hay gente que duda que una persona sepa lo que va a ocurrir en el futuro. Está escrito. La profecía y su cumplimiento. No sé si deja de sorprendemos cuando sabemos que lo que predijo finalmente se cumplió.

Pasado ese largo período de tiempo, llegó la duda a un hombre, carpintero, sobre su mujer: «Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, pensó abandonarla en secreto. Pero mientras pensaba en ello, se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESUS, porque salvará a su pueblo de sus pecados».

Y el relato sigue sobre el niño nacido en Belén:«Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que había dicho el Señor, por medio del profeta, diciendo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre EMANUEL, que quiere decir, Dios con nos otros« (Mt.1,19-25).

O sea que Jesús es la forma encarnada de «Dios con nosotros», aunque  entonces y ahora, no se entienda o se discuta: «la gente poderosa murmuraba/ -si el niño fuera Dios, jamás hubiera/ nacido así de pobre y desvalido-/. El grupo de pastores no dudaba, que el niño del portal no era cualquiera/ era el Hijo de Dios, el prometido».

Que cada cual piense lo que quiera, aunque no deja de ser verdad lo que se afirma en ese poema Noche de pastores: «Nunca estrella existió mejor tratada/ ni como su sonrisa hubo ninguna/, ni cueva alguna tan iluminada/ ni tantos reyes nunca, ante su cuna/.

Así que nos pusimos a  escribir.

Querido Jesús niño, Dios con nosotros, encarnado en María, que naciste en Belén, un año más es tu cumple, aunque no tienes edad, porque el tiempo para ti no existe y después de dos mil años seguimos recordando tu nacimiento.  No sabemos, Manuel, cómo seguir. Tal vez decirte simplemente: Gracias por venir, gracias por nacer y por hacerte hombre para saber de lo que somos capaces los humanos, y transformar nuestra naturaleza en luz y poner nuestro corazón y nuestra tierra, en paz. ¡Seguro que puedes ayudar a que lo consigamos, Niño de Belén, y a que estemos donde estemos, todos vivamos como hermanos!

Dejamos este deseo, el de la clase, el de la familia, y el mundo, ante tu cuna, en el Portal. Disculpa nuestra osadía, porque al acercarnos, asombrados descubrimos el mayor amor jamás imaginado, brillando en los ojos de un bebé indefenso.

Llenos de ternura, nos inclinamos para hacerle una caricia con el alma.

 Dice nuestro Tutor que eso es «Apapachar», una palabra única, que lo encierra todo cuando sale de lo más profundo de uno mismo.

Pues eso: ¡Gracias, de corazón porque tu nacimiento es la Navidad!

John y Peter

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa