Por Riro Maniscalco (Nueva York) – Publicado en Páginas Digital el 6 de Mayo de 2015
Al ver las imágenes da la sensación de haber retrocedido casi 50 años, a los tiempos de las revueltas raciales que se desencadenaron tras el asesinato de Martin Luther King. Primero fue Ferguson, en Missouri; luego Baltimore, en Maryland. El baricentro de nuestro malestar social va subiendo hacia el norte. Empieza siempre con una tragedia, con una muerte, habitualmente relacionada con un uso desproporcionado de la fuerza policial.
Por Riro Maniscalco (Nueva York) – Publicado en Páginas Digital el 6 de Mayo de 2015
Al ver las imágenes da la sensación de haber retrocedido casi 50 años, a los tiempos de las revueltas raciales que se desencadenaron tras el asesinato de Martin Luther King. Primero fue Ferguson, en Missouri; luego Baltimore, en Maryland. El baricentro de nuestro malestar social va subiendo hacia el norte. Empieza siempre con una tragedia, con una muerte, habitualmente relacionada con un uso desproporcionado de la fuerza policial.
Como en el caso de Freddie Gray, un joven de 25 años arrestado por un delito menor que murió con la espina dorsal destrozada “somehow”, de algún modo, mientras estaba vigilado. Baltimore, la ciudad de Edgar Allan Poe y Billy Holliday, la ciudad que inspiró a Francis Scott Key a escribir “The Star Spangled Banner”, el himno nacional. Los ingleses bombardeaban Fort McHenry, pero los americanos, más enamorados de la libertad que de la vida, no se movieron. Y aquella bandera de franjas y estrellas, tras disiparse el humo de los disparos, seguía allí, y allí sigue desde hace doscientos años, que aquí son una eternidad.
¿Pero qué veremos ahora, cuando el tiempo, el viento y el olvido limpien los restos de los incendios, los escombros, los coches destrozados, las lágrimas de dolor y las provocadas por los gases? La bandera de Fort McHenry seguirá allí, pero esta vez no hay ingleses que expulsar. Esta vez, cuando todo haya vuelto a la calma –esperemos que pronto–, la policía de Baltimore seguirá siendo la policía de Baltimore, la Black Guerrilla Family, los Bloods y los Crips seguirán siendo las bandas negras de Baltimore, Stephanie Rawlings Blake seguirá siendo la alcaldesa afroamericana de Baltimore y Freddie Gray siempre habrá muerto injustamente… pero el modo en que todos mirarán a la bandera será distinto. Para algunos será el símbolo de una sociedad donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco, donde la discriminación expulsada por la puerta de esta sociedad habrá vuelto a entrar en casa por la ventana.
¿Retórica populista? Que se lo pregunten a John Angelos, vicepresidente ejecutivo de los Orioles, el equipo de béisbol de esta ciudad de 600.000 habitantes que solo el año pasado, después de muchísimo tiempo, vio crecer su población. Angelos dice que por ansia de dinero hemos puesto –vendido o alquilado– nuestro negocio en manos de países de régimen dictatorial, como China, quitando así a nuestra gente millones de puestos de trabajo, permitiendo que el desempleo o el infra-empleo acabaran progresivamente con el rostro sano de América.
Cuando uno ve a jóvenes con el rostro tapado atacar a la policía, destrozarlo todo, prender fuego, saquear, se da cuenta de que el verdadero protagonista es el mal de vivir, no la raza. Y cuando ves a una madre negra que se lleva a su hijo a bofetadas para sacarle de la trinchera urbana en la que se ha metido, entiendes que lo que faltan son padres y madres, lo que falta es una educación, y no tanto integración.
Las cosas que no entendemos nos hacen sufrir. Las muertes inocentes hacen sufrir. Las que se cuentan por miles en el Nepal nos obligan a hacer cuentas con el sentido de justicia de Dios; la de Freddie Gray, con la justicia de los hombres. Padres y madres – no hay otro camino.