Por el Dr. José Mª Montiu de Nuix, sacerdote, doctor en filosofía, postulador, socio de CiViCa
Marta Obregón fue asesinada en 1992, en Burgos. Es una presunta mártir de la castidad. Muy recientemente se ha publicado un maravilloso libro sobre su persona: LÓPEZ-SANTIDRIÁN, S. Marta Obregón. ‘Hágase’. Yo pertenezco a mi amado, Ed. Fonte – Monte Carmelo, Burgos 2018, 150 pp. Su autor es don Saturnino López, postulador diocesano de la causa de beatificación y de canonización de Marta, y, por consiguiente, gran conocedor y principal responsable de la causa. El libro de este competente catedrático de la Facultad de Teología de Burgos, Don Saturnino, resulta de fácil y muy agradable lectura. El libro dice: ¡léeme!
La publicación aparece en un momento clave, cuando la investigación de la causa ha alcanzado gran madurez, pues se prevé que en uno o dos meses finalice la causa diocesana, se envíe la documentación a Roma y empiece la fase romana de la causa.
Su ejemplo de vida resulta muy importante. Relevante tanto por los indicios de santidad como porque está haciendo mucho bien, especialmente a los jóvenes.
Por un lado, el rostro de su cadáver era una cara de paz. Paz existente en quién ha sido asesinada por defender su castidad, habiendo recibido muchos golpes, así como catorce puñaladas. Paz que sólo cuadra con haber tenido una muerte santa, perdonando a su asesino. Por esto y por otras razones, hay esperanzas de que la Santa Sede, la única que tiene al respecto verdadera autoridad, la reconozca como mártir. En su vida florecieron grandes virtudes. También cuadra con todo esto que por su funeral se convirtió una persona, Montserrat. Desde entonces muchos reconocen que el testimonio de Marta les ha hecho mucho bien.
Por otro lado, esta joven neocatecumenal, fallecida a los 22 años de edad, cursando quinto de periodismo, engancha muy bien con los jóvenes de hoy. Su madre, miembro del Opus Dei, dice de ella: era muy dinámica, muy alegre, una preciosidad de cría, estudiosísima, ayudaba a todo el mundo, tenía unas virtudes humanas muy buenas, era supermoderna, estaba el día en todo, su simpatía arrolladora atraía a todo el mundo, tenía algo especial. Era buena conocedora del inglés, deportista, tocaba la guitarra. Cambió su sueño de ser una periodista famosa por el de querer ser misionera itinerante neocatecumenal. Estaba muy enamorada de Cristo. Constató: “Dios es lo más importante en mi vida. Mi amor”. Su muerte fue darlo todo, permanecer junto a su amado divino, Nuestro Señor Jesucristo.
En suma, su testimonio resulta especialmente importante para la sociedad actual que banaliza la sexualidad humana. Además, su ejemplo, como se ha dicho más arriba, está haciendo mucho bien a chicos y chicas, que son la esperanza de la sociedad. Siempre las almas más bellas son las más puras. Sólo lo puro es poético.