Los «Bebés-Medicamento» II

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Por  Roberto Germán Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología.Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de  Roberto Germán Zurriaráin, el 20 de Febrero de 2016

He hablado en el anterior “artículo”, colgado en el blog, de los problemas médicos que suscitan los “bebés-medicamento”. En esta ocasión trato los inconvenientes éticos y la alternativa al uso de los “bebés-medicamento”.

El debate ético sobre los “bebés-medicamento” es si la producción y uso de estos deben regirse por una ética que hace prevalecer la bondad del fin buscado sobre los medios utilizados para conseguirlo (fin→ curar a un hijo enfermo, medio→ tener un hijo compatible con él, desechando aquellos embriones que no presenten las características que se precisan) o una ética en la que el respeto a toda vida humana, basado éste en su propia dignidad, sea el principio ético último que guíe todas las acciones biomédicas.

Por  Roberto Germán Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología.Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de  Roberto Germán Zurriaráin, el 20 de Febrero de 2016

He hablado en el anterior “artículo”, colgado en el blog, de los problemas médicos que suscitan los “bebés-medicamento”. En esta ocasión trato los inconvenientes éticos y la alternativa al uso de los “bebés-medicamento”.

El debate ético sobre los “bebés-medicamento” es si la producción y uso de estos deben regirse por una ética que hace prevalecer la bondad del fin buscado sobre los medios utilizados para conseguirlo (fin→ curar a un hijo enfermo, medio→ tener un hijo compatible con él, desechando aquellos embriones que no presenten las características que se precisan) o una ética en la que el respeto a toda vida humana, basado éste en su propia dignidad, sea el principio ético último que guíe todas las acciones biomédicas.

Por tanto, en este debate ético se deberían considerar los siguientes aspectos fundamentales:

  1. La instrumentalización del niño producido de tal forma que estos niños podrían ser tratados como medio.
  2. La destrucción de embriones humanos como medio para conseguir el fin perseguido: curar al hermano enfermo.
  3. La existencia de alternativas técnicas para conseguir éticamente el bien deseado.
  4. Las consecuencias secundarias que pudieran derivarse de esta técnica. Efectivamente, la admisión de esta técnica pudiera abrir la puerta a otras técnicas éticamente no adecuadas, especialmente a la selección de sexo y a la creación de niños de diseño.
  5. Los problemas que el uso del diagnóstico genético preimplantacional pudiera ocasionar en el embrión generado.

Entre ellos, a nuestro parecer, el problema ético principal es el elevado número de embriones que con esta práctica se generan y se desechan.

Verdaderamente, uno de los problemas éticos fundamentales de esta técnica estriba en que para el logro de un embrión inmunológicamente compatible es necesario generar un número abundante de embriones humanos. En términos generales, para obtener un niño útil se requiere producir 50 embriones. De ellos, 49 embriones humanos serán destruidos. Una eficiencia, como máximo, de un 3%.

También hay que decir que en estos momentos existe una alternativa técnica a la producción de los “bebés-medicamento”. En efecto, la alternativa es la utilización de sangre de cordón umbilical de bancos públicos para tratar a un niño enfermo que requiera un trasplante de material hematopoyético (sangre) y que no tenga un familiar histocompatible, esto es, que los antígenos no sean compatibles.

Las expectativas de curación, con la creación de estos bancos públicos, son semejantes a las que se conseguirían si se utilizase sangre de cordón umbilical de un «bebé-medicamento». Sería necesario, por tanto, el aumento de estas unidades almacenadas en los bancos públicos de sangre del cordón umbilical y la identificación de un número mayor de antígenos leucocitarios.

Si se dieran estas condiciones parece que no sería necesario recurrir a la producción de los «bebés-medicamentos» para curar al hermano enfermo, pues se podría disponer de las suficientes muestras de sangre de cordón umbilical identificadas y compatibles para curar no sólo al hermano enfermo, sino también para curar a cualquier otro niño enfermo.

Si a ello se añade que esta opción terapéutica (la de las muestras de sangre del cordón umbilical de cualquier feto) se puede aplicar al paciente rápidamente probablemente en un plazo no superior a 15 días; que su uso no conlleva ninguna dificultad ética; que, por el contrario, para producir un «bebé-medicamento» útil se requiere un largo proceso técnico que puede oscilar entre año y medio o dos años y que acarrea objetivas molestias para la pareja como puede ser el elevado coste económico, parece razonable concluir que esta opción terapéutica es viable.

CíViCa
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