Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Entre las curiosidades de nuestro idioma hay palíndromos, como “reconocer” que se leen igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda. Otra curiosidad es que “noveno” tiene tres sílabas y quitando la del medio, sigue diciendo lo mismo; mientras la palabra “oía” solo tiene tres letras, son 3 sílabas. Mientras con las mismas letras puede escribirse ignorante y argentino, nada y adán. Es más, puede cambiarse el género de una palabra, con sólo hacer el plural: el arte, las artes. Pero hay más, seguro que interesa.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Entre las curiosidades de nuestro idioma hay palíndromos, como “reconocer” que se leen igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda. Otra curiosidad es que “noveno” tiene tres sílabas y quitando la del medio, sigue diciendo lo mismo; mientras la palabra “oía” solo tiene tres letras, son 3 sílabas. Mientras con las mismas letras puede escribirse ignorante y argentino, nada y adán. Es más, puede cambiarse el género de una palabra, con sólo hacer el plural: el arte, las artes. Pero hay más, seguro que interesa.
No es de extrañar, que las mismas palabras se presten a cierta confusión. Si bien es cierto que la misma Humanidad se encuentra sumida en la confusión, tanto en el panorama climático-ambiental, cultural, político, ético, incluso sexual y religioso. Todo lo que nos rodea se encuentra en proceso de cambio con el propósito de manifestar toda su potencialidad. En medio de todo, el ciudadano, es el más desorientado.
Partiendo de las palabras, me gustaría resaltar una singularidad en los verbos; concretamente en el verbo “decir”. El participio es “dicho”. Pero algunos verbos que se conjugan como decir, varían. Supongamos el compuesto de mal o bien. La Real Academia Española de la Lengua (RAE) no admite maldicho, ni biendicho, a no ser que se separen en dos palabras, “bien dicho” y “mal dicho”. Sí admite “maldito” o “bendito”, que lleva un componente sagrado o misterioso en el decir. Lo cual es más que decir bien, o decir mal.
Siempre hubo “mal dicentes” o “maldicientes” y sus contrarios. Pero ni unos ni otros eran especiales, sino mal hablados. Hoy, por ese cambio, sin saber cómo ni por qué, se está indicando una actitud, incluso un poder en el decir. Todos tendríamos esa capacidad, y no sólo los sacerdotes, religiosos, gurús o místicos. (Incluso ha habido quien atribuye a una misma y maravillosa realidad, los dos contrarios: Maldito y bendito amor, (Tito Rojas),
Claro que el problema no es la palabra o los verbos en sí, sino lo que sale de la lengua y de la boca, de la voz y de las manos cuando se dice lo que se dice, o se escribe lo que se escribe, unas veces sin saber, otras por prejuicios, o por una falsa muletilla filantrópica, o con toda la intención para hacer un elogio o hacer daño, difamar o calumniar. En los medios de comunicación y las Redes de Internet hay ejemplos diarios y clamorosos.
La educación no se supone, se demuestra o no, por activa o por pasiva, día tras día. No da igual todo. El maltrato no es sólo golpes. Las palabras, oralmente o por escrito, pueden herir más que los golpes. Mejor dar un argumento congruente que la ironía descalificadora. Hay una responsabilidad en lo que se dice, aunque sea de “copia y pega”.
La libertad de expresión, la crítica y la confrontación ideológica son enriquecedoras si parten de la verdad, de hechos probados. Pero si parten de la insidia, el prejuicio, el escándalo infundado, el embuste y la calumnia, pueden causar daños irreparables, e incluso mutilar el derecho al honor, o matar civilmente a cualquiera.
Esa maledicencia de la lengua es un arma fácilmente arrojadiza que hiere más que cualquier arma. Sin presunción de inocencia, se puede sentenciar y condenar previamente a las personas, incluso antes de haberse celebrado un juicio. Como terminaba Ángela Valvey su artículo Libelo digital: “el inocente que sufre una afrenta injusta se verá siempre perjudicado, de una manera u otra, porque jamás vuelve a brillar del todo el sol donde antes ha caído la sombra de la sospecha”. Por eso Nick Vujicic señalaba “escoge hoy tus palabras sabiamente, ya que pueden ser la razón por la cual alguien odia su vida, o le puedes dar una razón por la cual vivir”.
En general, somos más propensos a hablar mal, decir mal o maldecir, que a elogiar, decir bien o bendecir. La rivalidad de cualquier tipo, la envidia e incluso el resentimiento y la cizaña, brotan demasiado alegremente; máxime, en campos abonados por la crisis y los recortes. Ello va creando “un clima” de tristeza, negrura, corrupción (podredumbre) y cultura de desesperanza y muerte. Como si no hubiera más que eso, diariamente nos machacan desde el amanecer las noticias de los medios audiovisuales, las páginas de prensa, y la mayoría de los comentarios de las Redes Sociales.
Como el orvallo, eso termina calando, primero en los humanos y contagiando al entorno después. No olvidemos que cada pensamiento que tenemos se convierte en acción y cada acción que realizamos llega a ser parte de la energía colectiva del planeta. Hasta el medio ambiente sufre con la energía negativa que se le transmite. Puede sonar extraño, pero está comprobado. La palabra influye en los elementos. Ese “clima” que dañamos es en el que vivimos.
El japonés, Masaru Emoto, en 1994 pudo comprobar y luego demostrar con más de cincuenta mil fotografías, esos efectos sobre el agua; la que usamos para beber, para regar, la de los ríos, los mares, la del subsuelo, la congelada de los hielos, y la de la lluvia. Según sus comprobaciones, lo que vienen diciendo los científicos y comprueban los ecologistas, lo está gritando el agua en su lenguaje de cristales acuosos. En su libro “Mensajes del Agua” “Nos indica que ella es sensible y que recoge la información del medioambiente”.
Enla magia del agua, nos muestra un nivel de conciencia, que no había sido estudiado. Todo influye en la naturaleza y en nosotros “Si los cristales de agua se deforman o transforman ante cualquier mensaje, palabra, sentimiento, música que se transmita en su entorno modificando su misma estructura molecular realmente nos encontramos ante un descubrimiento espectacular”. Como nuestro cuerpo tiene más de un 70% de agua en su estructura, también a nosotros nos afecta (enlace).
Tal vez, encontrar algo bueno que llevarse a los ojos cada mañana nos cambiaría el día. Descubrir y decir algo positivo de las personas de nuestro entorno sería un ejercicio muy oportuno y necesario. En primer lugar, porque como enseñan los psicólogos, no podemos tener al mismo tiempo dos pensamientos contrarios. Si ponemos el positivo eliminaremos el negativo. Cuanto más logremos mantenerlo más entraremos en el campo del bien decir o del bendecir, como dijimos anteriormente. Es decir, estaríamos transfiriendo una energía que ayuda y estimula a las personas, a los animales, a las plantas y a la naturaleza toda.
La lengua (órgano), por el poder de la mente, deja de ser espada que divide, hiere y mata, para convertirse en un órgano sanador capaz de contagiar nuevas vibraciones. Hay que revertir el proceso del mal. Refiriéndose tanto a la persona, como a la sociedad y la naturaleza, Masaru Emoto dice que:”el origen de la enfermedad no es sólo individual sino también social y, por tanto, para recuperar la salud, para hacer desaparecer la enfermedad es necesario que el individuo y la sociedad cambien”. “La enfermedad se supera cuando se recupera la armonía”.
Estamos unidos con el agua a través de nuestra conciencia. Pero sólo nos acordamos del agua, cuando golpea con fuerza en los desastres naturales. “La gente no tiene todavía un conocimiento real de la naturaleza del agua”. Curiosamente, los tsunamis, las tormentas de nieve y granizo, la incesante lluvia, por efectos de la ciclogénesis explosiva o bombas meteorológicas, grandes borrascas extra tropicales, ciclones y tornados y las consiguientes inundaciones y deshielos, se están repitiendo cada vez con más frecuencia. ¿Por qué? Nos recuerdan que nuestro Planeta Azul, está compuesto por un 70% de agua, y el agua, a su manera, habla.
“Emoto está convencido de que el planeta está sufriendo una agresión permanente que se traduce en un aumento de temperatura. Y que lo mismo que un exceso de temperatura en el organismo puede acabar con nuestra vida, el exceso de temperatura en la Tierra puede acabar con la vida en el planeta. Por lo que, al igual que nuestro organismo trata en esos casos de expulsar la causa de su mal, y tratará de sacudirse la causa de su problema, (la Humanidad), de la misma manera. Nuestro planeta está enfermo porque nosotros estamos enfermos y somos unos inconscientes”.
Una nota importante e impactante, que debe hacer pensar: “las fotos más bellas se obtuvieron de las muestras que se congelaron acompañadas de las palabras “Amor” y “Gracias”: cristales geométricamente perfectos”.
Pero no sólo el agua, responde de forma diferente según las palabras y la forma en que se dicen. Hay quien ha experimentado que las plantas responden también de esa forma y los animales mucho más. Cuando estuvo en España, Emoto contó un pequeño experimento: “En una muestra de arroz pusimos la palabra GUERRA y el arroz se pudrió. En otra muestra pusimos la palabra MALTRATO y el arroz se llenó de moho. En cambio la muestra que estaba acompañada de la palabra AMISTAD se conservó mucho tiempo” (enlace).
En resumen que, con la “innecesaria acritud” (A.Smith), el odio, y la maledicencia no se consigue nada, y además se emponzoña la vida y deteriora el planeta.
Si las palabrastransmiten las vibraciones, seguro que con un poco de atención encontramos diariamente personas, acontecimientos y situaciones en las que emplear vocablos positivos. Algunos llaman a eso la sabiduría de la bondad, o el arte de la bendición.