Por José Manuel Belmonte, Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo. Miembro de CíViCa. Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz, el 27 de Enero de 2018.
No basta con vivir, es necesario con-vivir. Con-vivir es hacerse visible y que te vean. Eso da confianza y seguridad. Seguridad es sentirse acompañado por quien te quiere o te aprecia. Es la patria básica para la felicidad, activa y pasiva, la familia.
Las personas de mente abierta conocen, es decir, se conocen y son conocidas. Cuanto mejor nos conocemos, podemos sentirnos más seguros y creamos puentes para que lleguen a nosotros personas que sin ser familia son extraordinarias. En ellas se agranda el corazón al dar y recibir. Es amistad. Es el ritmo del corazón y de la vida.
Todo es natural, pero nada es casual. La familia y los amigos son nuestro mayor tesoro. Cuando nuestra alma se ennoblece… descubrimos que otros corazones nobles llegan porque nos ven, pero, también porque nos los merecemos.
La soledad en sí no es ni mala ni buena. Es una sensación. Puede buscarse y ser necesaria para crecer y también para crear. El tiempo enseña a valorar la vida y ser conscientes de lo que somos, de lo que tenemos y a quien tenemos.
El drama de hoy es la invisibilidad de los problemas y sobre todo la invisibilidad de las personas. Los concebidos, los niños y los mayores que hacemos invisibles, se alejan del corazón y… al no verlos, pueden morir; podemos hacerlos morir de soledad, de abandono. La sociedad que no hace visibles a las personas más indefensas y vulnerables está condenando a los inocentes. Lo que no se quiere ver, no existe, o se hace que no exista.
El Reino Unido ha descubierto la soledad como problema social y económico.
Por primera vez en la historia del mundo, Inglaterra ha creado un cargo ministerial para que investigue y, se dedique de forma exclusiva, a luchar contra ese drama.
Según los datos que se han dado a conocer, al menos 9 millones de personas sufren de soledad. Efectivamente es un drama que tiene síntomas de epidemia, en cualquiera de su doble definición: «Enfermedad que ataca a un gran número de personas…en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo o, daño o desgracia que afecta a gran parte de una población y que causa un perjuicio grave».
Sobre una población de 66 millones de habitantes, que una parte tan importante de población se encuentre, sola, aislada o sin hablar con nadie, es una situación más complicada que cualquier enfermedad. Y esta situación afecta especialmente a los mayores de 65 años.
Concienciar a la sociedad y ayudar a esas personas va a suponer un gasto importante para la economía británica, maltrecha tras el brexit. Por supuesto que el problema no ha nacido con la decisión de salir de la Unión Europea, pero ciertamente sí se ha agravado con ello.
Según los expertos, el frío, la niebla y los recortes en los presupuestos han llevado al cierre de centros de día y bibliotecas donde muchas de esas personas solas, acudían. Si la misma necesidad no les obliga a salir de casa y nadie les ayuda en casa o en la compra del día a día, cada vez la integración será menor, mayor el aislamiento y más posibilidad de sufrir trastornos y enfermedades físicas o psíquicas.
Es cierto que muchos jubilados británicos han buscado el sol y la calidad de vida de España, pero no son mayoría, y la incertidumbre por las consecuencias del brexit retrae a muchos.
Por otra parte, y esto también es preocupante, los mayores no son los únicos que se sienten solos. Según estudios realizados, cada vez más jóvenes entre 18 y 24 años dicen sentirse solos. Es un tramo de edad, de estudiantes, de especialización o de búsqueda de empleo. Incluso esos jóvenes podían ayudar a los mayores y los mayores jubilados compartir con ellos hogar y experiencia. Pero si cada grupo de personas solas, jóvenes y mayores, se cierra a con-vivir, socializar y hablar, la solución será más difícil.
El móvil ayuda, pero también aísla. Escribir un mensaje o recibirlo, no responde a la necesidad de hablar, de ser escuchado, de sentir un abrazo.
Según el Servicio de Salud, se debería de aprovechar el «servicio de comidas», y de una red de voluntarios, dispuestos a realizar «actos simples de compañía» que solventaría muchos de los problemas de soledad y/o desamparo. El servicio de teleasistencia, puede ser parte de la ayuda. Se necesitan soluciones nuevas y urgentes para un problema humano de soledad y desamparo, nada fácil. [enlace]
En España hay pueblos sin personas y personas sin nada y sin nadie.
Son pueblos abandonados y, personas solas. Mal síntoma demográfico y social.
Respecto a los pueblos, hay 1.319 pueblos moribundos según datos oficiales a día de hoy. Quiere decir que son 33 más de los que había en 2016 y 400 más que los que estaban en esa situación en el año 2000. Pero hay algo más grave: «la mitad de los pueblos de España está en riesgo de desaparición» [enlace].
Lo peor es que, habiendo gente que llega a este país sin nada, no hay política con visión de futuro, para otorgar vivienda, un terreno para poder vivir y trabajar. Y sin tener en cuenta lo anterior, se habilitan centros de acogida y guetos en ciudades, donde la reinserción es conflictiva y casi imposible. Se les ofrece la soledad en compañía, en lengua extraña.
No se apoya la familia. El relevo generacional no está garantizado. Hay provincias con una demografía negativa en los últimos años. En España, de los más de 8 millones de españoles mayores de 65 años, muchos viven en soledad. Concretamente, 1.900.000 de personas mayores de 65 años viven solas en España y siete de cada diez son mujeres. Una realidad desconocida para la mayoría, ya que uno de los problemas de la soledad en la vejez es precisamente su invisibilidad.
Aprender a vivir en soledad con uno mismo es un verdadero arte, ya que social y culturalmente hemos sido educados para estar acompañados. El ideal es tener amigos, ser sociable, tener fuertes conexiones en nuestro entorno. No es fácil. Lo peor es el abandono y abandonarse.
La soledad, no es algo que sienten en exclusiva los mayores. Hay jóvenes solos, mujeres solas, niños solos, por acoso, maltrato, o falta de cariño. En muchos casos, la soledad sentida acerca a la muerte.
Más que una política clara respecto a las personas solas, hay «parches» autonómicos cuando se hace visible la soledad. Lo revelan los titulares de la prensa: «hallado el cadáver de un hombre que llevaba 4 años muerto»; «dramática muerte en soledad de una nonagenaria y su hijo jubilado. Se cree que primero murió él por causas naturales, y luego su madre». «Ninguna persona mayor sola en Navidad». «Teleasistencia: una ayuda para los mayores». «Plan para erradicar la soledad no deseada en 20.000 personas». «La soledad empeora los síntomas de resfriado o gripe». «El verano saca a relucir la soledad de los mayores». «En mi casa me siento más bien sola».
Además de los «parches», hay ayudas altruistas de Amigos de los Mayores y «visitas» altruistas de voluntarios de alguna ONG pero no hay un plan específico. Tampoco ha existido un plan para disfrutar de la soledad que se desea, ni para vivir en una soledad no deseada. Existen algunas viviendas adaptadas a las necesidades de los mayores y bastantes Centros de Mayores. Estos son de pago. En esos centros, (Residencias o Asilos) están atendidos pero la soledad y la añoranza de los suyos, persiste.
Una anciana de 82 años llamada Pilar, en uno de esos centros, envió una carta a la Revista XL Semanal, en la que cuenta su soledad y se ha hecho viral:
«Esta carta representa el balance de mi vida. Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 12 m2. Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero sí quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa. Ya no tengo las risas de mis nietos, el verlos crecer, abrazarse y pelearse; algunos vienen a verme cada 15 días; otros, cada tres o cuatro meses; otros, nunca. Ya no hago croquetas, ni huevos rellenos, ni rulos de carne picada, ni punto, ni crochet. Aún tengo pasatiempos para hacer y sudokus que entretienen algo. No sé cuánto me quedará, pero debo acostumbrarme a esta soledad; voy a terapia ocupacional y ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, aunque no quiero intimar demasiado. Desaparecen con frecuencia. Dicen que la vida se alarga cada vez más. ¿Para qué?… Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y pagar a nuestros padres por el tiempo que nos regalaron al criarnos».
Saber escuchar suele ser un buen remedio contra la soledad. Escuchar no siempre tiene que ser oír palabras. Escuchar el corazón también ayuda. Se puede estar con alguien y escucharlo sin necesidad de decir nada. También un animal que siente, ayuda a no estar solo. Es una fuente incalculable de sonrisas y ternura, agradecimiento y fidelidad.
Acaban de pasarme algo impactante por vídeo. Se trata de alguien, que grabó con el móvil una voz que dice: «Me siento solo… muy solo…muy solo». Tal vez al escucharlo encuentren alguna respuesta a tanta soledad.