Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Aunque parezca increíble, esto es la continuación de la transcripción del wasap de una joven palestina, publicado aquí. Ver en enlace.
La mente rápida de Ariel se puso en movimiento. Su novia Leila, nada tenía que ver con la mítica guerrillera palestina del mismo nombre. Pero…estaba enamorada de un judío. Algo revolucionario, porque rompe todos los moldes, todos los cánones y todos los tabúes. El móvil de Leila, al otro lado de la frontera, no respondía. Sin embargo podía ver que seguía “en línea”. ¿Por qué? Si a ella le había pasado algo cuando estaba en el wasap, no podía ser muy grave. ¡Su móvil funcionaba! Su corazón se agarró a esa esperanza tecnológica, para no morir.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Aunque parezca increíble, esto es la continuación de la transcripción del wasap de una joven palestina, publicado aquí. Ver en enlace.
La mente rápida de Ariel se puso en movimiento. Su novia Leila, nada tenía que ver con la mítica guerrillera palestina del mismo nombre. Pero…estaba enamorada de un judío. Algo revolucionario, porque rompe todos los moldes, todos los cánones y todos los tabúes. El móvil de Leila, al otro lado de la frontera, no respondía. Sin embargo podía ver que seguía “en línea”. ¿Por qué? Si a ella le había pasado algo cuando estaba en el wasap, no podía ser muy grave. ¡Su móvil funcionaba! Su corazón se agarró a esa esperanza tecnológica, para no morir.
Sonaron las alarmas. Hamas había roto otra vez la tregua, posiblemente Israel habría respondido a la amenaza. Era probable que alguna bomba hubiera caído cerca de su casa, al lado de uno de los túneles. Si estaba herida, tenía que encontrarla. Estaba triste, pero decidido. Ella acababa de comentarle en la conversación, que en la Franja de Gaza casi todo estaba destruido. No encontraba la forma de desenredar sus sentimientos y encontrarle una salida. Desconocía que ese móvil estaba en manos de otra mujer con agallas.
La periodista italiana, en efecto, después de enviar la transcripción del texto del wasap que había encontrado en el móvil de Leila, intentó averiguar si había cerca un hospital. Miró el móvil, una vez más. ¿Encerraba la solución? Se decidió a preguntar en la calle.
Nadie se detenía cuando preguntaba. La miraban extrañados. Sorprendentemente una niña que iba corriendo con su madre, se volvió y le dijo: “Barcilay”. Salió corriendo a unirse con su madre. Sólo dijo eso, pero con una claridad incuestionable.
Quedó confusa y como petrificada por la rara palabreja que acababa de escuchar. Había oído bien: “barzilay” , o “barcilai”. ¿Qué habrá querido decir? Dudó un momento, desconcertada. Tuvo un presentimiento y volvió sobre sus pasos, para ir a su habitación.
Abrió el ordenador y escribió la palabra en el buscador. Inmediatamente apareció en su pantalla: heb. Barzillay, "el de hierro" o el "fuerte". ¡Alucinante, pensó! ¿Se referían al chico hebreo enamorado? ¿Lo conocían? Echó una ojeada a la transcripción del wasap. El chico se llamaba Ariel y no Barzilai. Su esperanza parecía desvanecerse.
Sin embargo el ordenador siguió escribiendo: “Durante la rebelión de Absalón, cuando el rey huyó a Transjordania, Barzilai llevó provisiones a David y a su ejército (2 S. 17:27-29). Después de la victoria sobre Absalón, acompañó al rey a Palestina occidental y fue invitado a formar parte de la corte real. Rehusó la invitación por causa de su edad, y solicitó que su hijo Quimam fuera en su lugar (19:31-40). Agradecido por los servicios prestados, David solicitó a Salomón que tratara con benevolencia a los hijos de Barzilai (1 R. 2:7)”.
Luego la palabra existía; significa “fuerte”, “valiente”. Además un antepasado ayudó al Rey David durante una rebelión. Seguro que para Israel es importante. Volvió a tener una corazonada: ir a Israel para seguir allí su pesquisa.
Como si le quemara la pregunta, en la misma frontera, pronunció la palabreja que le dijo la niña gazati, y le preguntó a un agente israeli, ¿“barzilai” le decía algo?
-¿Está usted enferma señorita o busca a algún enfermo?
-No, en absoluto, no estoy enferma. Solo quería saber, algo sobre Barzilai, si puede ser.
-Es que… precisamente ese es el nombre de un hospital.
-¿Aquí en Israel?
-¡Claro!
-¡Muchas gracias, señor!
Le dio un vuelco el corazón, como para saltar de alegría, pero no quería exteriorizarlo delante del agente.
Cogió un taxi y dio la dirección de un hotel. En cuando llegó abrió su ordenador y tecleó en el buscador: hospital barzilai…un segundo después, en su pantalla apareció…Barzilai Medical Centeris a 490-bed hospital in Ashkelon in southern Israel(con fotografía y un teléfono).
¡Youjou! exclamó, alzando los brazos, poniéndose en pie de un brinco. Pensó rápidamente: si el hospital está en la ciudad sureña de Ashkelon, seguro que está cerca del norte de Gaza. El corazón le latía con fuerza. ¡Dios que suerte! ¿Estaría allí Leila?
Le pareció absurdo. Están en guerra. Pueden incluso estar al alcance de los misiles de Hamas. Según los datos, el hospital se encuentra a tan solo 12 km de Gaza, en línea recta. Podrían ser bombardeados en cualquier momento. ¿Cómo van a llevar allí heridos que no sean los suyos? Por preguntar no perdía nada… Telefoneó…
-Lo único que puedo decirle, señorita, es que aquí intentamos salvar vidas. Por lo que usted cuenta, allí corren huyendo de la muerte.
-Seguro que las dos cosas son verdad, pero, ¿pueden coincidir? Quiero decir, si les llevan algún herido de Gaza, niño o adulto, ¿ustedes lo atenderían también?
-Aquí estamos preparados para cualquier eventualidad. Atendemos a todos los heridos por igual. En la paz, y también ahora en la guerra, atendemos a los que llegan heridos, sin preguntar, de dónde proceden, ni el credo que profesan, ni si tienen la piel de un color u otro.
-Me parece admirable. Pero ¿cómo puedo confirmar lo que acaba de decir?
-Es usted periodista, según ha dicho, venga y compruébelo. Le puedo decir que desde que comenzó la guerra hemos atendido a más de mil heridos entre soldados, civiles, niños y adultos, israelíes o palestinos, judíos y árabes.
-Si le preguntara por un nombre concreto no me respondería y… lo comprendo, ¿pero si perteneciera a Hamas atenderían a esa persona?
-No, no voy a responder sobre personas concretas. Acabo de decirle a usted que puede comprobar lo que desee. En nuestro país hay democracia. Lo que sí puedo decirle es que hay personas que vienen en secreto, porque esa organización terrorista, les prohíbe recibir tratamiento en nuestro territorio. Si llegan a saber que algún civil o algún miembro de Hamas ha estado aquí, los matarán. No vamos a delatar a nadie y ponerlo en peligro. Nuestra misión es curar, aunque no siempre tengamos éxito, por las malas condiciones en que llegan.
-Ha sido muy amable. Me pasaré por ahí en cuanto me sea posible. Muchas, gracias.
Aunque acababa de llegar, comenzó a recoger sus cosas, para dirigirse a Ashkelon cuanto antes. Su intuición le decía que podía encontrar allí a Leila y devolverle el móvil. Pero ahí no acabaría la noticia. Por eso cogió el móvil (o celular) de Leila que estaba cargando. Con la sonrisa dibujada en su cara, escribió en él lo más hermoso que había aprendido: Hospital Barzilai. ¡Sería suficiente! Estaba segura que al otro lado del wasap seguía el Romeo de esta historia, llamado Ariel. Después, orgullosa, escribió para su periódico la gran noticia: “La paz es posible, cuando los valientes no se muestran hostiles, solo ven personas y no preguntan quién es el enemigo”.
Llevaba unos días muy deprimido. Cuando vio Ariel el wasap se dio un golpe en la frente: ¡Barzilai, claro! Sí, tienen que haberla llevado a allí. Quien quiera que hubiera escrito esas dos palabras, conocía sus sentimientos. ¡Le había salvado la vida y posiblemente su amor por Leila! Salió para allá inmediatamente.
La tregua de 72 horas se ha prolongado. ¿Tregua humanitaria o ganas de vivir? Como reconocía el médico uruguayo-israelí, Dr. Pablo Boksenbaum, Director del Servicio de Cirugía Ambulatoria en el Hospital Barzilai de Ashkelon (Ashqelon), “hay una sola forma de solucionar las cosas: que todos los líderes decidan dejar de lado su fanatismo religioso, político, que empiecen a pensar en el bien de las poblaciones que tienen a su cargo”. Mientras eso no llegue, seguirán las alarmas y la alerta roja: “tzeva adom, tzeva adom”. Cuando suena hay de 15 a 20 segundos para ponerse a cubierto.