La madre de la mujer asesinada en Cifuentes.

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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Miriam, vino para poner las cosas en su sitio. Llegó a Guadalajara, desde Perú, para dejar algunas cosas claras. Vino a reclamar justicia y remover lo que fuera necesario para defender la dignidad y los derechos de su familia. Y sobre todo para darle a su hija el último adiós que merecía.

Una madre respeta la vida y los caminos de los hijos, pero existen cartas, conversaciones telefónicas y matices en la voz y en la forma de expresar lo que se escucha, que ponen en alerta las antenas del corazón de una madre.  Miriam, desde allá sabía cómo iban las cosas en Cifuentes y el miedo que su hija sentía al hombre con el que convivía (así lo declaró en el juicio).

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Miriam, vino para poner las cosas en su sitio. Llegó a Guadalajara, desde Perú, para dejar algunas cosas claras. Vino a reclamar justicia y remover lo que fuera necesario para defender la dignidad y los derechos de su familia. Y sobre todo para darle a su hija el último adiós que merecía.

Una madre respeta la vida y los caminos de los hijos, pero existen cartas, conversaciones telefónicas y matices en la voz y en la forma de expresar lo que se escucha, que ponen en alerta las antenas del corazón de una madre.  Miriam, desde allá sabía cómo iban las cosas en Cifuentes y el miedo que su hija sentía al hombre con el que convivía (así lo declaró en el juicio).

Al no responder al teléfono, intuyó que algo grave le había sucedido, antes de que nadie se lo dijera. Tenía la esperanza de que el niño del que estaba embarazada de 8 meses le ayudara a tomar la decisión más adecuada para ambos.

Pero el asesino, engañó a los convecinos y a las autoridades durante todo un mes. ¿Nadie supo nada? Preguntaba A. González Pradillo, ¿Qué pasó en Cifuentes? y respondía: «Lo que no llegaremos a entender con la resolución judicial es qué pasó realmente en Cifuentes; no en la casa del carnicero, sino en las calles. Los comentarios. Los silencios. Las reacciones oficiales y la falta de ellas. En aquellos días y desde entonces». (enlace).

He seguido de cerca los pasos de la madre que perdió a  su hija Carolina y a su futuro nieto, el 30 de septiembre de 2013. Desde finales de octubre he podido hablar con Miriam y descubrir el valor y los recursos de una madre dolorida y apenada. Es una peruana valiente que nadie sabe de dónde saca las fuerzas para luchar como una leona por los suyos.

Dos años después del doble crimen de Cifuentes a manos de su pareja, José Miguel Batanero, el carnicero, se iniciaba el juicio, el 22 de octubre de 2015. Miriam quiso estar aquí, ver la cara del asesino confeso, que acabó con dos miembros de su familia, «con alevosía y dos agravantes», según consta en la sentencia.

El prestigioso Psicólogo Javier Urra, escribió al año siguiente de los hechos, en Nueva Alcarria el 12-09-2014: «Quebrar el horizonte de los niños es el arquetipo de la infamia, es el crimen más imperdonable de la humanidad«.

Miriam, que se había podido aguantar las lágrimas en el juicio al conocer detalles escalofriantes sobre el asesinato de su hija y del hijo que esperaba de José Miguel. Pero el asesino confeso no hizo nada por salvar siquiera a su propio hijo.

El cobarde asesino y su padre, se habían acogido a su derecho a no declarar.

Lo cierto es que Carolina, con solo 32 años, dejaba otros 3 hijos, de su anterior matrimonio, huérfanos para siempre. Fueron unos días muy duros para su familia. [enlace]

Después del juicio, Miriam ha descubierto muchas más cosas. Alguien le hizo llegar el texto completo del que fuera en su día Defensor del menor, quien desveló un secreto, cuyo dato no apareció en el juicio, pero pone de manifiesto los antecedentes y la catadura moral del asesino. ¡Ojalá Catalina hubiera conocido ese dato antes de confiarse al carnicero!

«La Justicia puede hacer justicia, pero perdonar solo puede la víctima», dice J. Urra. «En eso no, estoy de acuerdo, -dijo Miriam-: Quien perdona es Dios. Yo no. Yo pido la máxima condena para el asesino de mi hija Carolina. Cadena perpetua o que se pudra en la cárcel».

Urra, en el artículo citado, apunta que los asesinos de su pareja, podían suicidarse antes y desvela, algo que estaba oculto durante los últimos 18 años:  «El 19 de agosto (2014) recibí de M. B. el siguiente mail:  «En relación a su declaración necesito dar un paso al frente y apoyarle. Yo hablo en primera persona, sufrí abusos de un familiar desde que tengo uso de razón hasta los 13 años y medio. Tengo más de 30 años y sigo construyendo mi vida desde mis cenizas. Hace casi un año ese desgraciado mató a su pareja embarazada de 8 meses y la descuartizó y enterró. Pues sí, ojalá hubiese tenido la capacidad de suicidarse o se hubiera muerto por causas naturales. Entiendo lo que dice que no hay que alentar al suicidio, pero la sociedad debería comenzar a tomar estos asuntos de forma seria y coherente«.

Miriam, me mira y deja las fotocopias del artículo sobre la mesa. Solo acierta a murmurar: «desgraciadamente mi hija no puede reconstruir su vida desde sus cenizas. ¿Nadie sabía nada de esto en Cifuentes? ¿Por qué nadie abrió los ojos a mi hija? ¿Porqué nadie gritó cuando mi hija faltaba?»

Esa confesión sangrante, silenciada o escondida en los hogares llega después de una tragedia y de un juicio, con jurado popular, que ignoraba los abusos. Decidirse a dar el paso es mucho, pero acaso llega tarde. En todo caso, arroja nueva luz sobre la maldad del «carnicero» y descuartizador. Es como si volviera «a reabrir la herida generándole una victimización secundaria».

La verdad es que si uno no se implica y acepta lo inadmisible, lo que pueda suceder a los demás, puede ser culpa del silencio. La in-humanidad del perverso o del psicópata, se afianza, crece y toma aliento en ese miedo. Lo estamos viendo cada día, en los violadores y en la Violencia Machista. Recordemos que en España en 2013 fueron 57 las mujeres asesinadas. En 2014 fueron 59, y en 2015 ascendieron a 64.

Aunque Miriam estaba resolviendo todo el papeleo referente a su hija, cuando el día 25 de noviembre, Día contra la violencia de género, la invitaron a participar en una Mesa Informativa en Cifuentes, no lo dudó ni un momento. ¿Cómo iba a desaprovechar la ocasión de condenar públicamente la violencia machista allí, donde perdió a su hija?

Su lazo morado, decía: Carolina, 30 de septiembre 2013. Cifuentes -España. Había fabricado además, una bolsita que llevaba en una cara la foto  de su querida  hija; en la otra, el siguiente texto: Carolina con su dulce angelito: 01-08-1981 + 30-09-2013.

Se las ingenió para entregar a sus amigos un recuerdo entrañable, con esa bolsita y ese lazo. Dentro iba una cadena con una medalla de plata de la Virgen madre con su hijo, que su hija levaba al cuello.

El tiempo de su estancia en España terminaba antes de acabar el año. Así que multiplicó los contactos diplomáticos, políticos y administrativos, para exhumar el cadáver de sus hija, incinerarlo y darle cristiana sepultura.

Rodeada de sus nietos y de su familia, llevó a la Concatedral de Guadalajara, en una urna, las cenizas de su hija. Puso una banda con la bandera de su país sobre la urna y la rodeó de flores y cariño. También colocó junto a ella la fotografía de su hija, esta vez con un tamaño visible para los asistentes.

El Vicario de la diócesis ofició el funeral conmovido por la tragedia de la hija y la valentía y el tesón de la madre. Los hijos de Carolina, que han pasado tanto, -en Cifuentes y en el  juicio-, se estremecieron al acercarse para besar los restos de su mamá. Los ojos del menor se humedecieron y se sentó en la grada para mirarla desde allí, sin comprender tanto misterio y tanta maldad. Los dos mayores permanecieron en pie, junto a su abuela.

Al día siguiente, a la hora convenida, toda la familia, se reunió en el Columbario. El hijo mayor, portaba el cofre. La abuela había preparado una oración especial de despedida. Eran una piña. Allí mismo, entregó un recuerdo especial a cada nieto.

Antes de salir del cementerio, quiso hacerse con ellos una foto, cerca de la Cruz y los cipreses, junto a un hermoso texto a los héroes caídos: «Os tiene Dios y os guarda España». Su hija, descansa ya para siempre allí cerca.

Tuvo que partir para Perú, antes de  que el marmolista hubiera terminado la lápida, ya que tardaría de 15 a 20 días en tenerla. Pero, ya su misión había terminado.

En la lápida, dejaba un grito  de  desgarradora realidad y de esperanza: «Sé que desde el cielo nos cuidas, pero aquí nos haces falta».

Al recibir la foto con la lápida junto a una rosa por su hija, Miriam, desde Perú cerraba ese difícil capítulo con este comentario: «Me encuentro contenta. Quedó muy bien».

Cuando más débil parecía, supo sacar la fuerza y el coraje de una madre. ¡Qué gran mujer! Me alegra haberla conocido, aunque tal vez no fuera el mejor momento.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa