Yo, que no soy ni investigadora ni profesional, me he quedado admirada de la seriedad de esta asociación y deseo muy sinceramente que puedan promover, al máximo, sus magníficos objetivos. Me parece un gran honor, participar de alguna forma en ellos con mis opiniones en esta entrevista.
Su nombre es ampliamente conocido y valorado. ¿Se ha plasmado este reconocimiento en la reciente concesión de la Creu de Sant Jordi por la Generalitat de Catalunya?
El hecho es que debo al ambiente y a las personas que me han rodeado encontrarme en una situación privilegiada que siempre he agradecido. Incluso ahora, en el momento de recibir la Creu de Sant Jordi ya que es un galardón que reconoce lo que se ha hecho por el país, en campos bien diversos de la sociedad, como el arte, el trabajo, la educación y otros muchos valores. Hago esta referencia, ya que al definir el motivo por el que se me ha concedido esta distinción -en el área cultural- se ha recordado la tarea inicial de mi padre, Francesc Cambó y la continuidad de mi esposo, Ramón Guardans.
Es conocida su postura y colaboración activa a favor de las mujeres que por motivo de su maternidad se encuentran en apuros. Y en consecuencia su rechazo a todo tipo de ley abortista.
Creo que mi pertenencia a Pro Vida de Catalunya deja bien claro cuál es mi compromiso. Frente a cada caso en particular, siempre he sentido una enorme pena por la madre: he pensado en la inconsciencia que la ha llevado a esta situación de un hijo que estorba y también en toda la angustia que debió sufrir hasta llegar a esta terrible decisión; y reconozco que la sensación de impotencia frente a ese ambiente que nos rodea me apabulla. Intento luego elevar el nivel de mi reflexión; aquella decisión se basa en un planteamiento erróneo: el del dominio absoluto sobre nuestro cuerpo y nuestra vida y, por lo tanto, la capacidad de hacer con ellos lo que nos plazca. Y, frente a este error y este orgullo, veo clara una cosa -independientemente del factor "religioso"- y es que para los creyentes la vida es un don de Dios, que no nos pertenece, del que somos depositarios, transmisores responsables, nunca dueños. Pero es que veo que para los no creyentes, la vida también es un valor demasiado serio para ser una minúscula propiedad privada. La vida fluye como parte del Universo, de la Naturaleza que nos rodea, la recibimos, la transportamos, la entregamos porque la hemos recibido como un don, pero no es nuestra. Esta visión de que no somos seres autosuficientes lanzados al azar sino que somos parte de algo mayor: don de Dios para creyentes, pero participación en el universo para todos; esto nos llevará a una reflexión que ilumina por igual la eutanasia o la pena de muerte. Esta es quizás la humildad que nos falta.
¿Desea añadir algo más en relación a estas cuestiones?
Quiero añadir que siendo evidente que ante el aborto hay problemas a todos los niveles: de educación, de pobreza, de valores; creo que hay un tema, que en esta sociedad tan imbuida de nuestros "derechos", debería ser indiscutible y es el derecho de los facultativos para actuar, en conciencia, ante cada situación y para reclamar esta libertad ante quien sea. Me gustaría terminar diciendo que he procurado que el hecho de haber tenido 14 hijos (todos bien, gracias a Dios) no fuera un argumento, aunque puedo decir que ha sido muy enriquecedor.