Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 29 de mayo de 2021.
Las fábulas de Christian Andersen, vienen enseñando a la juventud, desde hace más de doscientos años, que «No tiene por qué ser verdad lo que a la gente le dicen que es verdad». Hasta un niño puede desenmascarar la mentira. La coherencia, la honestidad y la responsabilidad son importantes en la vida.
El sábado 22 de mayo, una escritora joven y valiente, se atrevió a decir lo que ha visto y oído, lo que sabe y vive, lo que siente y padece, sin dejarse dominar por el miedo al pensamiento dominante o a las incomodidades que puedan derivarse de lo que diga.
Ana Iris, es la autora del libro «Feria», con la opinión favorable de lectores y crítica. En Feria recuerdan las relaciones familiares, cuyos miembros actuales son bisnietos de campesinos y feriantes, tataranietos de carabineros y exiliados. Ese pueblo y esa familia, están en la España interior, casi desconocida, en un lugar de la Mancha, tierra del viento libre, de espacios abiertos y del Quijote. En ese medio rural que guarda en la memoria fue feliz. Es un mundo que se desvanece a medida que se convierte en una feria.
No sé si alguien se equivocó al querer encerrar ese soplo de aire fresco en un recinto contaminado o, tal vez, previamente algún medio de comunicación marcado por la ideología, trató de meter interesadamente el aire libre en su botella, ante la misma élite. Alguien debió aconsejar a Moncloa, que se escuchara a esa joven libre hija de obreros y progresista. Su libro, describe quiénes son y, apunta también quienes quieren llegar a ser.
Quedó patente, que el aire de la mancha, para ser universal o precisamente por serlo, es libre. El aire, como la tela de «el traje del emperador», tiene la capacidad de ser invisible para quien es ciego o no quiere ver.
Fue invitada a hablar en un acto sobre «Los pueblos con futuro«, invisible tela para cubrir la transición ecológica y el reto demográfico, en el Plan España 2050, que el Presidente acababa de dar a conocer esa semana. Lo hacía con un telón de fondo que decía textualmente: «Un Plan para la cohesión y transformación del país».
Cuando el pueblo y la corte de adeptos, estaban totalmente convencidos del fabuloso traje que iba a cortar y que podría lucir el emperador, la joven manchega, a tan solo unos metros de sus oyentes, sacó al niño de la fábula de Christian Andersen para que dijera su verdad.
En 5 minutos ante el Presidente y su plana mayor, resumió sin prisa pero sin pausa, el pasado, el presente y lo que espera para el futuro.
«Es un honor para mí estar con ustedes y tratar la cuestión crucial de «el reto demográfico»:
– Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad. Con 29 años, que es la edad que tengo yo ahora, sus padres tenían un hijo y esperaban su segundo hijo. Mi madre trabajaba de cartera y la oficina estaba en nuestra propia casa. Tenían que trabajar, está claro; también tenían un coche, y una hipoteca, e incluso una Thermomix… Pero sobre todo tenían la certeza de que podrían mantener su trabajo, a sus hijos y la hipoteca. Y la esperanza, de que todo iría mejor. Creían en ese progreso. Lo que ocurrió después lo sabemos todos…Luego… la aldea global, arruinó la aldea real.
– En los 70, mi abuelo podía mantener 8 hijos con 12 hectáreas de viñedos. Ahora, un primo que aún se dedica al campo, se las ve y se las desea para poder sacar adelante a sus mellizas. Y aún así se considera afortunado por tener familia, porque muchos de los que llegan no las tienen.
– Muchos se sorprenden de que vaya a ser madre a los 29, porque la media de edad para tener el primer hijo es a los 32. En España hay más madres de 40 que de 25.
– Tenemos un 40% de paro juvenil, y los salarios de los jóvenes son un 50% más bajo que en los 80. Y así, ¿cómo no envidar a nuestros padres, cómo creer en ese progreso en el que ellos confiaban?
– Por eso, fomentar cualquier plan demográfico debe pasar por el acceso al trabajo y a la vivienda. Que a los jóvenes de pueblo nos veamos obligados a hacinarnos en las grandes ciudades y capitales de provincia, pasa por revertir lo que nos trajo aquí; por reindustrializar el país, por una regulación inmobiliaria, sin medias tintas y por medidas que beneficien nuestros productos frente a los de fuera. Recuperar, en definitiva la soberanía perdida frente al capitalismo global y europeo.
– Un capitalismo, que por cierto, también pretende importar la natalidad en lugar de fomentarla dentro. No sé a ustedes, pero a mí se me ponen los pelos de punta cada vez que se habla de necesitar inmigrantes que nos paguen las pensiones, como si las personas fuesen dinero. Porque en lugar de trabajar para pagar las pensiones de nuestros abuelos y nuestros padres, no les estamos permitiendo pagar las de sus padres ni las de sus abuelos en sus países de origen; y eso a mí me suena a robarles la mano de obra a quienes hace siglos les robamos el oro.
– Pero lo que más envidio de mis padres, con 28 años, es que para ellos tener hijos no supuso el salto al vacío que yo siento ahora. Con 28 años he vivido tres ERES y un contrato temporal finalizado días después de tener las cosas programadas para mi primer parto; no tengo coche y no tengo hipoteca y, si no los tengo es, porque no puedo.
– Así que si realmente queremos hacer frente al reto demográfico, ¡Apostemos por las familias!, por darles beneficios fiscales (al contrario de lo que se proponía hace unos días), por ayudas directas a las embarazadas, a la natalidad y a las escuelas gratuitas de 0 a 2 años, en todo el territorio. Porque mi generación pueda, tener hijos en un pueblo, y no tenga que envidiar la vida de mis padres, porque está muy bien ayudar a empresas y emprendedores, en sus tareas ecológicas; -está muy bien poner negocios en el campo-;
– Pero de nada sirve un plan para 2050, ni para 2030, poner placas solares en viviendas, si en 2021 no tenemos casas, ni niños que se conecten al Wifi, porque, no tenemos.
El tiempo se detuvo unos segundos -que parecieron siglos- lo que tardaron los presentes en asimilar que la tormenta había cesado. El periodista Jorge Bustos captó ese instante: «Apenas fueron un par de segundos, pero entre el final de la intervención de Ana Iris Simón en Moncloa y el primer aplauso transcurrió tiempo suficiente para llegar hasta 2050 y volver espantado. La tensión se coaguló en densos trombos de incomodidad que paralizaron el seso de la concurrencia. ¿Hay que aplaudir también cuando no recibes la dosis de adulación sobreentendida? ¿Qué pensará el jefe? Al final un valiente juntó las palmas y acabó con la agonía», (El Mundo, 25-5-2021). Puestos de pie, aplaudieron (ver enlace).
Si una persona, culta, que por edad es representativa de las personas de su generación, opina que la vida que llevaron sus padres trabajadores, era más plena y mejor que la suya actualmente, por la desindustrialización y la precariedad laboral la baja natalidad,me parece que está preguntando a los padres, con hijos de esa edad, a) si ellos lo ven así, o está equivocada. Pero también, a los representantes de la democracia en las diferentes instituciones, b) si desde el poder se ve otra realidad, distinta a la que ella, ve y por qué.
Si el trabajo, la familia, la vivienda, la propiedad, el respeto a los valores y a la ley, no son valores respetados, es que han convertido el solar de este país, en una Feria. Hace más de 200 años, la fábula de Andersen, «el traje nuevo del emperador» ya se conocía como «el rey desnudo». Ponía el acento en la irresponsabilidad, la falta de dignidad y de coherencia, mientras todos callaban, hasta que a un niño se le ocurrió decir: ¡Pero si está desnudo!
Ana Iris, de algún modo, ha dicho a este gobierno y a su Presidente que, su «desnudo» es más preocupante que no tener traje, es estar desnudo de valores, de ética, de no ser personas de palabra, de decir una cosa y hacer la contraria, de no dar la cara ni asumir su responsabilidad, vender incluso a los compañeros de partido y asociarse con los enemigos, con tal de mantenerse en el sillón y en el poder. (Lo aseguran incluso personas de su partido).
Ana ha dicho más: hay que apoyar a la mujer que quiere ser madre, apoyar con incentivos a la familia, y que -sin ser racistas ni fascistas- no necesitamos inmigrantes para que nos paguen las pensiones; que lo que necesitamos son más españoles que trabajen para pagar las pensiones de los mayores y las innumerables subvenciones a quienes no hacen nada, ni cotizan.
Eso sería ponerse a trabajar, es decir a gobernar y arreglar algo de lo que este España necesita. Pero hay pocos dispuesto a poner manos a la obra.
El Presidente tal vez animado por su corte de asesores, acaba de anunciar un PLAN DE ACCION PARA LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA ECONOMIA ESPAÑOLA 2021-2022. Tal cual.
Seguro que al ser anterior a 2050, en cuanto aclaren el dilema de la concordia o la revancha, con los expertos en lenguaje, pondrán en marcha el Plan de Acción para internacionalizar la economía y la pobreza, claro. ¡Será por dinero!