Por Roberto German Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de Roberto Germán Zurriaráin el 30 de julio de 2016
El interés creciente de la sociedad por aquellos temas relacionados con la salud y aparición de nuevas terapias curativas ha provocado el auge del periodismo científico como puente entre el mundo de la ciencia y la sociedad. Muestra de ello es el aumento de noticias científicas, en secciones específicas de la prensa cotidiana, en las que colaboran científicos y médicos como divulgadores de sus respectivas actividades científicas.
Por Roberto German Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de Roberto Germán Zurriaráin el 30 de julio de 2016
El interés creciente de la sociedad por aquellos temas relacionados con la salud y aparición de nuevas terapias curativas ha provocado el auge del periodismo científico como puente entre el mundo de la ciencia y la sociedad. Muestra de ello es el aumento de noticias científicas, en secciones específicas de la prensa cotidiana, en las que colaboran científicos y médicos como divulgadores de sus respectivas actividades científicas.
Ciertamente, la correcta transmisión y divulgación del conocimiento científico y médico son tareas complicadas. De ahí que el periodismo de la salud intente captar la atención del receptor, ya sea lector, oyente o telespectador, con un “titular” atractivo. Sin embargo, el logro de este objetivo tiene como consecuencia, en muchos casos, un discurso en el que prima la espectacularidad de la noticia en detrimento de su rigor y veracidad. Esta creciente “espectacularización” comporta una excesiva simplificación de los mensajes. Las propias fuentes de información de los periodistas especializados, sobre todo, organizaciones científicas y revistas de referencia, promueven mensajes extremadamente orientados que fomentan y dirigen la posterior “labor simplificadora” de los periodistas.
Ahora bien, no sólo el periodismo científico en general convierte la tarea informativa en una actividad poco rigurosa, sino que también los propios científicos alientan esta falta de rigor, al anunciar como verdades absolutas y demostradas, por ejemplo, con relación a terapias con células embrionarias humanas o resultados en clonación humana, lo que, en estos momentos, son únicamente líneas de investigación que no han tenido ninguna aplicación clínica exitosa.
En efecto, la falta de rigor y veracidad, que atenta contra la buena práctica médico-científica y del periodismo científico, se hace, si cabe, más patente con aquellas noticias que tienen relación con los prometedores resultados en medicina regenerativa gracias al uso de células madre embrionarias.
Las noticias que se difunden a este respecto recurren a crear en la opinión pública esperanzas injustificadas o a ocultar los éxitos conseguidos por otras líneas de investigación. La falta de rigor y de verdad en la información vertida por los medios en general acerca de los “éxitos” obtenidos en terapias con células madre, es a menudo escandalosa. Así es, en bastantes ocasiones, se presentan como curaciones conseguidas en humanos por el empleo de células madre embrionarias, cuando, sin embargo, son resultados obtenidos por el uso de células madre adultas del propio paciente. No se ha conseguido, en estos momentos, ninguna aplicación terapéutica en seres humanos con células madre embrionarias. La ocultación de información relevante (no se insiste en que las células embrionarias presentan problemas de rechazo inmunológico o de creación de tumores, o se minimiza la información sobre sus costes sociales) muestra la falta del respeto al derecho de los ciudadanos a una información transparente y veraz, pues se silencian los interrogantes éticos que plantea su utilización (la destrucción de los embriones) o se destacan exageradamente sus beneficios terapéuticos, con la agravante de que en este tipo de noticias está en juego el dolor y la esperanza de muchas enfermos y sus familiares.
Por tanto, simples probabilidades se convierten inmediatamente por una mala práctica periodística en verdades “noticiables”, que no hacen sino añadir desinformación a la población, crear representaciones erróneas del conocimiento científico y favorecer la adhesión de la opinión pública a tales investigaciones.
Bajo esta manipulación informativa es difícil crear las condiciones necesarias para un debate libre e informado en la opinión pública acerca de la política adecuada con respecto al uso de embriones humanos para investigación.
Por otra parte, esta falta de rigor y transparencia informativa se opone directamente a los valores éticos que conforman la misma actividad periodística, y revela que existen intereses ajenos a la propia ciencia en la información con relación a la eficacia curativa con células madre.
Tras la tergiversación y manipulación informativa se albergan otros intereses de distinta índole (notoriedad, búsqueda de financiación, aumento vertiginoso de las acciones de las empresas que financian esas investigaciones), ajenos a la buena práctica periodística y científica, que distorsionan de manera consciente la labor veraz y transparente de los medios informativos.
Es normal que la curación de enfermedades con células madre posea un interés informativo. Sin embargo, este interés no puede ser vendido a cualquier precio. Esa información ha de ajustarse a la ética de la profesión periodística, de la que uno de sus elementos más fundamentales es la veracidad de aquello que se comunica, más todavía, cuando la información de la que se trata tiene que ver con aquellas dimensiones de la vida del hombre que no son moralmente indiferentes. Por eso, la deontología de la comunicación, como ética del periodista y del científico que divulga sus investigaciones, esto es, como compromiso individual y público, emerge de la propia actividad profesional que realiza. Actividad que supone, principalmente, administrar la responsabilidad cedida por los ciudadanos en las tareas informativas que el periodista realiza públicamente como búsqueda de la verdad.
Las exigencias éticas a la misma actividad periodística van más allá de normas deontológicas de este colectivo profesional. La ética de la actividad del periodista científico debe buscar el bien común que persigue toda investigación científica. La protección y promoción de los bienes, con amplia repercusión social, como es la veracidad de la información en beneficio del bien común, es una exigencia intrínseca también a la profesión periodística. Por eso, para la ética individual y colectiva del periodista, el bien que administra, tutela y del que es responsable, esto es, la verdad de aquello que comunica, como servicio a los ciudadanos, antecede a intereses particulares de cualquier género.