Por Manuel Alfonseca, Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 10 de Septiembre de 2015
Servers at LAAS by Guillaume Paumier Licensed under CC BY 3.0 via Wikimedia Commons
En mi artículo anterior escribí esto: Habrá que ver si nuestra civilización científica resiste hasta el siglo XXII. Es a esto a lo que me refiero con el título de este artículo (el fin de la ciencia), no a la posibilidad de que la ciencia se acabe porque ya se ha descubierto todo lo que se puede descubrir, lo cual es muy improbable, como indiqué en otro artículo.
Por Manuel Alfonseca, Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 10 de Septiembre de 2015
Servers at LAAS by Guillaume Paumier Licensed under CC BY 3.0 via Wikimedia Commons
En mi artículo anterior escribí esto: Habrá que ver si nuestra civilización científica resiste hasta el siglo XXII. Es a esto a lo que me refiero con el título de este artículo (el fin de la ciencia), no a la posibilidad de que la ciencia se acabe porque ya se ha descubierto todo lo que se puede descubrir, lo cual es muy improbable, como indiqué en otro artículo.
La ciencia ha sido parte integral de nuestra civilización desde hace muchos siglos, más de los que usualmente se cree, pues su actividad científica fue ya palpable durante la Edad Media. ¿No parece absurdo pensar que esa actividad pueda acabarse? ¿Por qué podría suceder esto? Aquí propongo algunas consideraciones, que distan de ser exhaustivas:
Biology laboratory by Eduardo Bloomington, IN – lab. Licensed under CC BY-SA 2.0 via Wikimedia Commons
• La burocratización de la investigación: Aunque ahora hay más investigadores que nunca, cada vez es más difícil calificar los resultados de sus investigaciones. En todo el mundo se ha producido una tendencia imparable hacia la simplificación de esas calificaciones mediante conceptos como los índices h e i10, y su cálculo automático mediante herramientas como Google Scholar, en función del número de citas de los artículos publicados. Una investigación realizada durante 2013 demostró lo fácil que es engañar a Google Scholar.
• El impulso irrefrenable por publicar: Puesto que a los investigadores se les califica automáticamente en función del número de sus artículos y sus índices de impacto, se sienten presionados para realizar el mayor número de publicaciones posible. A menudo esto tiene la consecuencia de que los resultados de una investigación no se publican juntos, sino divididos en varios artículos, lo que disminuye su calidad y dificulta la comprensión global de los resultados.
• El desplazamiento de la carga económica: Tradicionalmente, el soporte económico de las publicaciones lo llevaban las editoriales de las revistas científicas, que se resarcían cobrando a los lectores. En la actualidad, con la imposición de la cultura del todo gratis, muchas revistas exigen pagos a los autores para publicar sus artículos, con lo que llegamos a la situación kafkiana de que los mismos investigadores a los que se exige que publiquen muchos artículos se ven obligados a sufragarlos. Esta tendencia ha comenzado a extenderse a editoriales serias con gran influencia científica, aunque en algunos casos sigue siendo opcional y se presenta como la condición para que los artículos tengan acceso abierto (o sea, puedan ser consultados gratuitamente por los lectores).
• El constructivismo: Movimientos radicales de tendencia ecologista, feminista o afro-centrista (entre otros) sostienen que la ciencia es una construcción social, determinada por la cultura en que ha nacido, y proponen que todo el acervo científico acumulado sea destruido, para empezar de nuevo bajo otros supuestos (cada movimiento propone los suyos).
• La epistemología democrática: La idea de que el principio fundamental de la democracia (el predominio de la opinión más extendida) debe aplicarse a todas las ramas de la vida humana, incluida la ciencia, puede tener consecuencias funestas para la actividad científica. En ciencia lo que importa es la verdad, no el número de personas que opinan de cierta manera. Pero sobre esto ya he hablado en otro artículo.
• La pérdida de las raíces: La ciencia occidental surgió en el entorno cultural cristiano, que al imponer una visión lineal de la historia hizo posible la aparición de la idea del progreso científico. Se trata de una visión única, pues en todas las civilizaciones clásicas (Egipto, Mesopotamia, la India, China, e incluso en Grecia) dominaba una visión cíclica de la historia que no se adapta bien a la idea del progreso. En los últimos tiempos estamos asistiendo a una pérdida de esas raíces, que llega a poner en duda la existencia misma de la verdad, base ineludible de la ciencia. Hasta ahora, el desarrollo científico-tecnológico ha continuado gracias al impulso adquirido, pero ¿podemos asegurar que continuará, a pesar del socavamiento de sus principios fundamentales?
En el Imperio Romano de los siglos III y IV, nadie era consciente de que el fin de su civilización estaba próximo. Mientras la sociedad romana se aburguesaba, los oficios menos deseados (incluido el servicio militar) fueron siendo relegados a los inmigrantes (entonces los llamaban bárbaros, que quiere decir extranjeros). El principio del fin, que llegó en la primera década del siglo V con el saqueo de Roma por las huestes de Alarico, cogió de sorpresa a casi todos los habitantes del Imperio. No deberíamos estar tan seguros de que la historia no pueda repetirse.