Por José Luis Velayos (Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa). Enviado el 25 de marzo de 2021.
La sonrisa y la risa son propias de la especie humana. Dan noticia de la inteligencia del hombre, de su capacidad de relacionarse, relación de una categoría superior a la que se da entre los animales.
Desde un punto de vista fisiológico, una sonrisa es una expresión facial motivada por la contracción de los músculos situados junto a las comisuras labiales y alrededor de los ojos, todos ellos pertenecientes a la musculatura mímica o facial, muy desarrollada en la especie humana. Se trata de músculos situados bajo la piel de la cara y cuello, que en su mayoría no se insertan en estructuras óseas.
La sonrisa puede reflejar placer, pero también, y de forma involuntaria, ansiedad, ira, sarcasmo, etc. Es una expresión normal, que desde siempre tienen los seres humanos, aunque sean invidentes. En los animales, la exposición de los dientes, puede significar una amenaza.
Numerosos artistas han intentado reproducir en sus cuadros y esculturas la sonrisa humana, cuya interpretación por parte de un observador es distinta de la de otro, quizá porque el que observa transfiere de forma inconsciente a la obra de arte sus propias emociones.
En el cuadro de Leonardo da Vinci, la sonrisa de la florentina Lisa Gherardini, también conocida como la Gioconda, Lisa del Giocondo, Lisa de Antonmaria Gherardini, Lisa, y comúnmente como Mona Lisa, es en alto grado enigmática. Sobre ella se han hecho innumerables interpretaciones. En general, las sonrisas que aparecen en los cuadros de Leonardo recuerdan la de la Gioconda.
La musculatura facial es inervada por el nervio facial, que constituye una parte importante del VII par craneal, cuyo origen está en el interior del tronco del encéfalo o tallo cerebral.
La parálisis facial puede ser temporal (por ejemplo, la provocada por el frío, a frigore, o la provocada por una parotiditis o “paperas”, en la que quedan atrapadas las ramas del nervio facial, o bien, la parálisis de Bell, idiopática).
Y puede ser permanente, a causa de una lesión (por ejemplo, una sección) del propio nervio facial, en su origen en el tronco del encéfalo, o dentro de la cavidad craneal, o dentro del hueso temporal, o en su emergencia del cráneo, en una zona cercana al conducto auditivo externo.
Los síntomas y signos de la parálisis facial son los siguientes: se produce una caída de la ceja, un déficit del cierre de los párpados (con eversión del párpado inferior y caída de la lágrima), imposibilidad para sonreír, y al pedir al enfermo que sople, se le escapa el aire por la comisura labial correspondiente a la afectación del nervio (derecho o izquierdo), también llamado clásicamente como el signo de “fumar en pipa”.
En la risa se contraen numerosos músculos (entre ellos el diafragma), pero especialmente los músculos faciales. Si se trata de una risa franca, hay fruncimiento de los párpados y aparición de pliegues radiados en las comisuras (por contracción de músculos tales como el cigomático mayor, orbicular de los ojos y buccinador).
En la expresión de alegría es característica la forma cóncava de la boca hacia arriba, con abertura y brillantez de los ojos. Intervienen varios músculos faciales (tales como el risorio y el elevar del labio superior, entre otros). Realmente el músculo de la alegría es el músculo cigomático mayor, que tira de la comisura labial, junto con un ligero ascenso del párpado inferior, produciendo un plegamiento del ángulo lateral del párpado. (La Iglesia festeja la Resurrección de Jesús en el tiempo de Pascua, teñido de alegría)
Otras situaciones: En el tétanos se produce una fuerte contracción de los músculos faciales, que remeda una sonrisa. Los envenenamientos (sobre todo por la estricnina) pueden provocar la contracción de la musculatura facial, remedando también una sonrisa.
Con el tiempo, se manifiestan en el rostro arrugas, motivadas por la contracción frecuente de los músculos faciales a lo largo de la vida. Si se trata de los que están activos en la sonrisa, provocan arrugas en las áreas de las comisuras labiales y en las zonas orbitarias. En las situaciones de sorpresa o asombro o de gran atención a lo que ocurre a nuestro alrededor, se contrae el músculo frontal, que provoca arrugas transversales en la frente; y también se contraen los músculos piramidal y superciliar, que al actuar sobre el entrecejo, dan lugar a una fisionomía especial, contracción muy bien reproducida en el David de Miguel Ángel, que manifiesta una fuerte preocupación (ante la visión de Goliat). La contracción frecuente de tales músculos provoca las consiguientes arrugas en las zonas mencionadas.