Por José Luis Velayos. Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa. Enviado el 26 de abril de 2022
La sonrisa y la risa son propias de la especie humana. Denotan la inteligencia del hombre, su capacidad de relacionarse, relación de categoría superior a la que se da entre los animales.
Fisiológicamente, una sonrisa es una expresión motivada por la contracción de músculos situados junto a las comisuras labiales y alrededor de los ojos. Forman parte de la musculatura mímica o facial, muy desarrollada en la especie humana. Son éstos músculos situados bajo la piel de la cara y cuello, en su mayoría no insertados en estructuras óseas.
La sonrisa puede reflejar alegría, placer, conformidad, ansiedad, ira, sarcasmo. Es expresión normal de los seres humanos, aunque sean invidentes, sordos o mudos. En los animales, la exposición de los dientes puede significar una amenaza.
Numerosos artistas han intentado reproducir la sonrisa, cuya interpretación por parte de un observador es distinta de la de otro, quizá porque el que observa transfiere de forma inconsciente a la obra de arte sus propias emociones.
En el cuadro de Leonardo da Vinci, la sonrisa de la florentina Lisa Gherardini, conocida como la Gioconda, Lisa del Giocondo, Lisa de Antonmaria Gherardini, Lisa, y comúnmente como Mona Lisa, es sobremanera enigmática. Se han dado múltiples interpretaciones. En general, las sonrisas que aparecen en los cuadros de Leonardo recuerdan la de la Gioconda.
La musculatura mímica es inervada por el nervio facial, parte importante del VII par craneal, cuyo origen está en el interior del tallo cerebral.
La parálisis facial puede ser temporal, como la provocada por el frío, “a frigore”, o la consecuente a una parotiditis o “paperas”, en que están atrapadas las ramas del nervio facial dentro de la glándula parótida; o bien, la parálisis de Bell, idiopática.
La parálisis puede ser permanente, por una lesión del nervio facial en su mismo origen dentro del tallo cerebral, o en la cavidad craneal, o dentro del hueso temporal, o en su emergencia del cráneo, situada en una zona cercana al conducto auditivo externo.
En tal parálisis se produce una caída de la ceja, déficit del cierre de los párpados (con eversión del párpado inferior y lagrimeo), imposibilidad para sonreír; y al pedir al enfermo que sople, se le escapa el aire por la comisura labial correspondiente a la afectación del nervio (derecho o izquierdo), o signo de “fumar en pipa”.
En la risa se contraen numerosos músculos (entre ellos el diafragma), y especialmente los músculos faciales. En la risa franca hay fruncimiento de los párpados y aparición de pliegues radiados en las comisuras, por contracción de músculos tales como el cigomático mayor, el orbicular de los ojos y el buccinador.
En la expresión de alegría es característica la forma cóncava de la boca hacia arriba, con abertura y brillantez de los ojos. Intervienen varios músculos faciales, entre ellos, el risorio y el elevador del labio superior. Propiamente, el músculo de la alegría es el cigomático mayor, que tira de la comisura labial hacia arriba, junto con un ligero ascenso del párpado inferior, produciendo un plegamiento del ángulo lateral del párpado.
La Iglesia festeja la Resurrección de Jesús en el tiempo de Pascua, tiempo de alegría. El arte representa asombrados y alegres a los que contactan con el Resucitado.
Otras situaciones: En el tétanos hay una fuerte contracción de los músculos faciales, remedando una sonrisa. Los envenenamientos (especialmente por la estricnina) pueden provocar la contracción de la musculatura facial, remedando también una sonrisa.
Con el tiempo, se manifiestan en el rostro arrugas, motivadas por la contracción frecuente de los músculos faciales. Los relacionados con la sonrisa provocan arrugas en las áreas de las comisuras labiales y en las zonas orbitarias. En las situaciones de sorpresa, de atención, de asombro, se contrae el músculo frontal, que provoca arrugas transversales en la frente; también se contraen los músculos piramidal y superciliar, que actuando sobre el entrecejo, dan lugar a una fisionomía especial, situación representada en el David de Miguel Ángel, que manifiesta preocupación ante la visión de Goliat. Es frecuente ver en gente mayor arrugas de este tipo.