Guerra, enfermedades mentales…

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Por José Luis Velayos. Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa. Enviado el 8 de marzo de 2022.

En estos días de inicios del año 2022, estamos viendo cómo la guerra hace estragos en Europa.

Es uno de los jinetes del Apocalipsis (que representan el hambre, la peste, la guerra, la muerte). En el libro inspirado se describe cómo al abrirse el séptimo sello, surgen los jinetes. A este respecto, es famosa la película “El séptimo sello”, de los años sesenta del pasado siglo del cineasta sueco Ingman Bergman, en la que al final, el protagonista juega una partida de ajedrez con la muerte.

Siempre han existido guerras, desde que el Hombre es Hombre. Siempre ha habido odios, envidias, luchas, prepotencia. Y la revolución fue la doctrina de Jesucristo: perdonar, olvidar, amar; por eso, la mejor guerra es la que combate el egoísmo, la avaricia, el orgullo, la ira, la lujuria. Esa es la “guerra de paz”.

A nivel biológico, también existen “guerras”. Por ejemplo, cuando bacterias, virus, gérmenes extraños, agentes tóxicos, entes foráneos agreden al organismo, éste reacciona para defenderse, atacando, neutralizando o rechazando al agente nocivo. A este fin el organismo pone en marcha anticuerpos, para su defensa.

Los anticuerpos son proteínas que detectan los antígenos, los entes dañinos para el organismo. Los anticuerpos monoclonales son proteínas fabricadas en laboratorio, que actúan de modo similar a como lo hacen los anticuerpos naturales del sistema inmunitario biológico, y activándose frente a antígenos específicos.

Curiosamente, los microbios intestinales ayudan a la salud inmunológica, y colaboran a regular la actividad del sistema nervioso central, simbiosis ésta entre anfitrión y microbios, que puede verse alterada por diversos factores.

Por otra parte, los fagocitos, que son glóbulos blancos, fagocitan (se comen), eliminan, a los agentes patógenos.

 “Guerras en la mente”

La esquizofrenia es considerada como la más grave enfermedad mental. Constituye una guerra devastadora para el enfermo. En tal enfermedad hay trastornos bioquímicos en el sistema nervioso central, sobre todo en cuanto a secreción de dopamina; y específicamente, hay una disminución del glutamato en la corteza cerebral. Las alteraciones, tanto morfológicas como bioquímicas sobre todo se observan en la zona prefrontal del lóbulo frontal. Precisamente esta corteza está más desarrollada en el ser humano que en los animales; está muy relacionada con la organización, planificación y previsión del futuro. La incidencia poblacional de la esquizofrenia es baja.

Más frecuente es la depresión, en que también, aunque de otra categoría, se registran alteraciones bioquímicas. Hay una baja en la producción de serotonina, sustancia segregada por los núcleos del rafe del tallo cerebral (algunos la llaman “hormona de la alegría”). Disminuye el nivel de noradrenalina, que se segrega en el locus coeruleus del tallo cerebral.

Se afecta además el hipotálamo, lo que explica la inapetencia  y el cansancio de estos enfermos.

Disminuye el flujo sanguíneo de la corteza prefrontal, y hay un aumento del flujo en las zonas orbitarias de esta corteza, así como de la amígdala cerebral y del núcleo dorsomedial del tálamo, todas ellas estructuras interconectadas, con lo cual se da una verdadera retroalimentación.

La depresión suele ir acompañada de trastornos del sueño, escasa concentración, autoculpa inapropiada, pensamientos obsesivos sobre la muerte, disminución de la libido, pesimismo, etc. Todo ello explicable en gran medida por las alteraciones neurales.

La tasa de suicidios debidos a la depresión es mayor en las mujeres que en los hombres. Y es que hay más depresiones en las mujeres que en los varones.

La enfermedad de Alzheimer es otra entidad devastadora. Los daños son innumerables. Comienza a alterarse el hipocampo (muy relacionado con la fijación) y terminan por afectarse casi todas las estructuras cerebrales, con preponderancia de la corteza cerebral, y en especial la corteza prefrontal; pero no se afectan las áreas corticales sensoriales, ni el cerebelo, afectación ésta que ocurre muy al final. Consiguientemente, junto con otros síntomas (en los comienzos hay despistes, desorientación, mal humor, etc.), el fallo en la memoria es notable. El Alzheimer también es más frecuente en las mujeres que en los hombres.

En la vejez se produce una degradación progresiva de la corteza cerebral, así como del hipocampo y otras estructuras cerebrales, lo que explica que en el anciano se altere la memoria, disminuyendo la fijación, más que la evocación. No es un Alzheimer, pero las similitudes son grandes. Es una enorme “guerra”, progresiva, paulatina, en que el mejor “contraataque” es un régimen de vida saludable (leer, escribir, conversar, andar, etc.) y un ejercicio mental intensivo. Pero la vejez no es una enfermedad, no es propiamente una “guerra”, sino la normal  evolución de la lucha de la vida: “militia est vita hominis super terram” (“la vida es lucha”), dice la Sagrada Escritura.